Ciclo B, Domingo 1º de Adviento (reflexión de José Román Flecha)

Francisco Javier Fernández ChentoHomilías y reflexiones, Año BLeave a Comment

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EL ECLIPSE Y LA PRESENCIA
Domingo 1º de Adviento. B
27 de noviembre de 2011

Con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, el papa Benedicto XVI ha repetido varias veces que nuestra sociedad parece haber aceptado tranquilamente la decisión de vivir el «eclipse de Dios». La respuesta cristiana es la de una fe convencida que, con la vida, da testimonio de la presencia y del amor de Dios.

En los «graffiti» que los «indignados» han dejado escritos sobre los muros ha aparecido una vez más el célebre antievangelio nietzscheano: «Dios ha muerto». En sí misma la frase podría ser un lamento ante nuestro olvido de lo divino. Pero el contexto sugiere que los garabateros estaban muy satisfechos de la pretendida muerte de Dios.

Sin embargo, los verdaderos creyentes sentimos nostalgia de Dios y no dudamos en confesarla abiertamente. Al comienzo del Adviento recordamos el ardiente deseo que se contiene en la última parte del libro de Isaías: «¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia» (Is 64, 1).

EL AGUARDO Y LA ESPERANZA

Al comenzar de nuevo el tiempo de Adviento, el evangelio según san Marcos nos recuerda la advertencia de Jesús: «Mirad, vigilad, pues no sabéis cuándo es el momento». Como para explicar el alcance de este aviso, el texto incluye una breve parábola que parece jugar con los polos del tiempo.

  • El pasado está evocado por el recuerdo del dueño de casa que se ha ido de viaje sin dejar constancia del itinerario que ha de seguir. Es un dato que sugiere el valor de la memoria como testimonio de la fe, en medio de la noche oscura del alma.
  • El presente nos hace ver a los criados, a los que el dueño ha dejado encargados de las diversas tareas que se requieren en la casa. En ellos descubrimos la importancia de la responsabilidad en la que se concreta el servicio diario del amor.
  • El futuro, finalmente, se atisba en la atención con la que el portero de la casa ha de aguardar el retorno incierto de su amo. En él se hace evidente esa paciencia vigilante que es el signo de la actitud del aguardo y de la virtud de la esperanza.

EL TRABAJO Y LA ORACIÓN

«Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa». En estas palabras de Jesús se unen la moraleja de la parábola y la exhortación que da sentido al adviento litúrgico y a la actitud advéntica que caracteriza a la esperanza cristiana.

  • «Velad». Hay mil cosas que pueden drogarnos y adormilar nuestra conciencia. Pero la fe genera la libertad. La libertad exige el precio de la austeridad. Y la austeridad nos mantiene despiertos para atisbar en la noche el anuncio del sol. Es preciso mantenerse en vela para poder escrutar los signos de los tiempos.
  • «No sabéis cuándo vendrá». Todo a nuestro alrededor nos lleva a pensar que Dios se ha desentendido de la historia. Muchos nos dicen que estamos solos en el mundo. Y otros pretenden calcular el fin de lo creado. La esperanza nos da la certeza de que el Reino de Dios ha de realizarse un día. Pero no precisa el momento de su manifestación.
  • «El dueño de la casa». A nuestro alrededor estalla el grito de la humana autonomía. Nos creemos los señores de la tierra. Pensamos que con nuestro ingenio podremos orientar hacia el bien la marcha de la historia. Pero el Evangelio nos dice que sólo el Señor es el Señor. Con el trabajo y la oración le mostramos nuestro amor.

– Señor Jesús, en medio de las tentaciones que nos acechan y distraen, seguimos esperando tu manifestación. Que la fe nos mantenga en vela para que podamos reconocer el momento de tu venida. Amén.

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