Nombre sobre todo nombre
Cristo es la razón por la que llevan sus seguidores el nombre de cristianos. Otros Cristos son ellos, ungidos para anunciar la conversión y el reino de Dios.
Asegura Jesús que los reunidos en su nombre y concordes en la oración recibirán lo que pidan. Y así será porque él estará en medio de ellos, garantizando que toda petición sea según la voluntad divina. Atiende Dios, sí, a los suplicantes sintonizados con el que bajó del cielo para hacer la voluntad de Dios.
Reunirnos, pues, en nombre de Jesús no solo significa tener presente a Jesús, sino hacer también la voluntad de Dios. De hecho, haciéndola, nos aquilatamos reunidos en nombre de Jesús y viviendo de su presencia viva y amorosa.
Además, nos perfeccionamos los que invocamos el nombre de Cristo, conformando nuestra voluntad a la de Dios (SV.ES XI:211-213). Por consiguiente, mejor que la práctica de la presencia de Dios es la práctica de cumplir la voluntad de Dios. Es que ésta abraza a la otra.
Y nos hará bien seguir preguntando: «Señor, si estuvieras en mi lugar, ¿que harías …? ¿Como instruirías a este pueblo? Como consolarías a este enfermo …?» (SV.ES XI:240).
Apropiarnos del nombre de Cristo es comprometernos a seguirle. Ha venido él a llamar a los pecadores.
Quiere Dios que todos se salven y lleguen a conocer la verdad. Esa verdad se refiere a un solo Dios, y a un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo. Según la voluntad del que lo ha enviado, pues, el solo mediador busca la salvación de todos. No quiere perder ni a uno solo de los que el Padre le ha confiado.
No, no pueden soportar el amor y la obediencia de Jesús la perdición de nadie. El Maestro se revela decididamente como guardián preocupado de sus hermanos. Por amor a los más pequeños de ellos, denuncia la injusticia, hipocresía, doblez o codicia que despliegan las autoridades.
Y no quiere Jesús que los identificados con su nombre abusen de su autoridad. Por tanto, les instruye de tal forma que ningún acusador se haga a la vez juez, jurado y verdugo. Entre nosotros con nombre de Cristo, nada de este abuso. No condena él, sino salva. A los pecadores nos infunden esperanza sus palabras a la sorprendida en adulterio: «Anda y adelante no peques más».
Haz, Señor Jesús, que honremos tu nombre, preocupándonos de nuestros hermanos y ayudándoles en el camino de salvación. Nos alimentas con tu carne y sangre; que también nos saciemos haciendo la voluntad de Padre.
10 Septiembre 2017
23º Domingo de T.O. (A)
Ez 33, 7-9; Rom 13, 8-10; Mt 18, 15-20