La formación
Apuntalando el edificio de la Asociación en los primeros cuatro capítulos de los Estatutos, pasan a exponer los elementos necesarios para que dentro del edificio haya vida, la vida propia de la Asociación. El capítulo quinto aborda los aspectos vitales, como son el de la formación, el de la vida espiritual y el del compromiso apostólico de sus miembros.
Hoy voy a ofrecer algunas reflexiones sobre la formación a la luz del capítulo quinto, artículo 14, de los Estatutos.
Los miembros de la Asociación, como cristianos, deben dar razón de su fe. Es evidente que el cristiano es consciente de los profundos y rápidos cambios que se están dando en todos los sectores de la vida. No pueden ser meros espectadores de lo que acontece, sino contribuir activamente en la instauración del Reino de Dios.
Causa admiración la confianza que la Iglesia ha puesto en la vida y en el actuar de todo cristiano considerado, bien como persona particular o asociada y la importancia que da a la formación de los mismos. Entre las muchas recomendaciones que da la Iglesia, recojo una, hecha ley universal en el canon 229: Para que puedan vivir según la doctrina cristiana, proclamarla, defenderla cuando sea necesario y ejercer la parte que le corresponde en el apostolado, los laicos tienen el deber y el derecho de adquirir conocimientos de esa doctrina, de acuerdo con la capacidad y condición de cada uno.
No se trata de que los miembros de la Asociación sean especialistas, pero sí suficientemente ilustrados de lo que evangelio enseña y de lo que enseña el magisterio de la Iglesia, para no caer en la ignorancia, ni en la confusión y saber distinguir entre el trigo y la cizaña, de lo que es pura información, de lo que es información tendenciosa y no dejarnos embaucar por los medios de comunicación social o por revistas y libros tendenciosos. Si, como dije antes, los cambios rápidos y profundos exigen la formación básica y continua o permanente, para el cristiano o miembro de la Asociación la formación es necesaria para ser coherentes y fieles a lo que, como cristianos y miembros de la Iglesia creemos, profesamos y vivimos.
La formación es un gran medio para afrontar al misterio de iniquidad que de mil maneras intenta apoderarse, de las personas y de las Instituciones, de tal manera que venza la injusticia, la increencia y la fobia contra la Iglesia y sus ministros.
La Iglesia, como la fe cristiana, no está fuera de la crítica, pero es necesario que esta sea razonable y se haga desde el amor.
Siguiendo la exhortación del Santo Padre, la formación de los fieles laicos deben armonizar los siguientes sectores:
- La formación doctrinal. Todo cristiano debe hacer crecer su vida de fe y saber situarse ante los acontecimientos, preguntas, interrogaciones que surgen cada día, Este requiere, no sólo estar al tanto de lo que se dice y sucede, sino también la actualización de la formación para discernir lo que se dice, se ve, o se escribe.
- La formación doctrinal social de la Iglesia. Esta formación es necesaria para todo cristiano que debe dar testimonio en el mundo. No puede practicarse la caridad sin practicar las exigencias de la justicia. No puede haber paz y convivencia humana si no se da a cada uno sus derechos y se le trata como exige su dignidad de hombre creado a semejanza de Dios.
- Para que los laicos puedan realizar activamente el propósito de hacer reconocer y estimar los valores humanos, no bastan las exhortaciones, sino que es necesario ofrecerles la debida formación de la conciencia social, especialmente en la doctrina social de la Iglesia, la cual contiene principios de reflexión, criterios de juicio y directrices prácticas.
- El tercer campo de la formación concierne a los valores humanos, necesarios para la convivencia y para cumplir con los fines de su trabajo y profesión por muy humilde que esta sea. En el Vaticano II, en el decreto sobre la Actividad apostólica se afirma: Los laicos tengan también en cuenta la competencia profesional, el sentido de la familia, el sentido del comportamiento cívico y todas aquellas virtudes relativas a las relaciones sociales, es decir, la probidad, la cortesía, la sinceridad, la fortaleza de ánimo, sin las cuales la vida humana sería pobre y ciertamente no habría vida cristiana.
La Asociación de la Medalla Milagrosa dispone de algunos medios que bien utilizados contribuyen a la formación y a imitar a Cristo. Los Estatutos, en el artículo 14, indican algunos:
- La lectura de la Palabra de Dios. La Catequesis de adultos, teniendo siempre presente las directrices del magisterio de la Iglesia.
- La lectura del Boletín de la Asociación cuando trata temas de interés humano, cristiano, eclesial, mariano, social y vicenciano.
- Asistir a los encuentros programados, donde se puede captar las preocupaciones de los asociados.
Sin embargo el compromiso personal en la formación es imprescindible. De nada servirían los medios si la persona no tuviera ilusión y hambre de aprender. El que ansía saber, se aprovecha de los medios que tiene o busca otros. Para formarse es necesario antes, hacer nacer en uno mismo la ilusión de saber y ser persona cristiana siempre dispuesta a dar razón de lo que cree y vive.
Lee, reflexiona y comparte
- ¿Eres consciente de que la Formación de adultos es «nuestra asignatura pendiente»?
- ¿Sabes dar razón de lo que crees y vives?
- ¿Te aprovechas de los medios que la Asociación de la Medalla Milagrosa te ofrece para formarte: Lectura de la Palabra de Dios, Catequesis, Boletín y los Encuentros de formación programados? (Est. 14.1)
- ¿Te esfuerzas por estar al día en temas marianos?