El termómetro de la temperatura de una buena vida espiritual, tema catequético tratado en el Boletín pasado, lo marca la entrega, el compromiso, el servicio a los demás, la vida apostólica. El compromiso de la fe, la vida de apóstol en el mundo, es misión de todo creyente. «Las asociaciones no se establecen para sí mismas, sino que debe servir a la misión que la Iglesia tiene que realizar en el mundo». (art. 16.1)
La Iglesia es «sacramento universal de salvación». Lo es por la predicación de la Palabra de Dios, la administración de los sacramentos, y la vida de sus fieles, llamados a contribuir, cada uno según su condición, a extender el mensaje evangélico y hacer presente a Cristo en todos los ambientes.
Todo laico, por estar incorporado a la Iglesia por el Bautismo, participa de la triple condición de Cristo: Sacerdote, Profeta y Rey. La vocación cristiana es servicio hecho misión, un servicio que revele al hombre el amor que Dios le tiene. «El apostolado de los laicos es participación en la misma misión salvífica de la Iglesia, apostolado al que todos están destinados por el mismo Señor, en virtud del Bautismo y de la Confirmación» (LG 33). Idea que recogen los Estatutos de la A.M.M., en el art. 16.2, casi al pie de la letra.
El Papa Juan Pablo II, en la Exhortación «los fieles laicos», explicitó los campos concretos de mayor importancia en que los laicos tienen que vivir la misión de su vocación en el mundo (36-44). Enumero algunos de los más significativos para los miembros de la A.M.M.: la defensa del derecho de la vida, la dignidad de la persona, la familia, la solidaridad, la justicia. Es ahí donde hay que vivir «la restauración del orden temporal y, conducidos en ello por la luz del Evangelio y por las enseñanzas de la Iglesia y movidos por la caridad cristiana, obren directamente y de forma concreta, cooperando unos con otros»(art. 16.3).
La A.M.M. además de eclesial es vicenciana. La misión pertenece al núcleo de la espiritualidad y actividad de San Vicente de Paúl. El laico vicenciano tiene que ser, en todo lo que es y hace, «revelador del amor de Dios a todos los hombres, especialmente a los pobres». El carisma vicenciano es evangelizar a los pobres haciendo creíble el evangelio por la practica de la caridad: «Evangelizar de palabras y con obras es una exigencia de nuestro carisma» (art. 16.4). Siempre el testimonio de las obras ha sido necesario para ser creíble en la evangelización, pero, en esta cultura de mentiras de nuestra sociedad de hoy, la palabra para gozar de credibilidad tiene que ir avalada, respaldada por las obras. «La caridad de las obras corrobora la caridad de las palabras» (NMI 50). Ya antes Pablo VI había escrito que «el hombre de hoy da más crédito a los testigos que a los maestros» (EN. 15, 20).
Los os pobres son la encomienda que Dios nos ha hecho a los seguidores de Cristo evangelizador de los pobres. Por eso, ellos deben tener siempre preferencia en lo que somos y hacemos, en nuestro servicio evangelizador (art. 16.5). No olvidemos que todo servicio que le prestemos a los pobres, para que sea vicenciano, tiene que revelar siempre el «amor de Dios». Las obras de justicia, solidaridad, misericordia y compasión, al estilo del buen samaritano, deben acompañar siempre a nuestras palabras, si queremos que nos crean aquellos a los queremos evangelizar.
Ser cristiano hoy, vivir la fe es difícil En el pasado bastaba dejarse llevar por los demás. En el presente quien se deje llevar, precisamente por eso, dejará de ser cristiano. Es muy difícil mantener la fe en un clima generalizado de in-creencia, de indiferencia religiosa o de un cristianismo aburguesado sin apoyo de los demás creyentes. Por eso, para los cristianos del siglo XXI, tendrá una importancia decisiva el hecho de estar integrados en pequeñas comunidades cristianas donde se viva y se comparta juntos la fe y sus experiencias. Por algo el P. General nos pide que hagamos de cada uno de los Centros de la A.M.M. «Lugares de apoyo mutuo en la fe». Y, Carvajal, en Cristianos para el Siglo XXI, nos pide ser «comunidades de Contraste en la cultura de la in-creencia».
Muchos de nosotros convivimos o tenemos contacto con familiares y amigos que se han ido distanciando de la fe. ¿Por qué les hemos de ocultar tanto nuestra experiencia creyente, nuestras convicciones y las motivaciones que animan nuestra fe? ¿Por qué hemos de silenciar los creyentes nuestra visión cristiana de la vida, cuando otros manifiestan públicamente su actitud increyente? Este testimonio a través del contacto personal es de gran importancia, pues, en el fondo, «¿hay otra forma de comunicar el evangelio que no sea la de transmitir a otro la propia experiencia de fe?» (E.N. 46). «Esta pasión suscitará en la Iglesia una nueva acción misionera, que no podrá ser delegada a unos pocos «especialistas», sino que acabará por implicar la responsabilidad de todos los miembros del Pueblc de Dios» (NMI 40)
El modelo y ejemplo al que todc miembro de la A.M.M. debe mirar e imitar, para vivir su vocación misionera de servicio a los pobres, de anunciar y testimoniar su fe, e! a María (art. 16.6). Ella acoge Cristo -Anunciación-, lo lleva y cl¿ -Visitación- Tener a Cristo, llevarle y sentir la necesidad de comuni carlo, de darlo sirviendo, es la ex periencia imprescindible para po der evangelizar.
La Visita domiciliaria, medio prin cipal del apostolado junto con e servicio a los pobres, está inspira da en estas escenas bíblicas y la actitudes de María que nos narre el Evangelio (Lc 1,1-56) deben se las que dinamicen estos medios d( apostolado (art. 16.5).
1 Comments on “Vida apostólica de la Asociación de la Medalla Milagrosa”
Un abrazo con cariño y Gratitud, por todo lo que recibimos en nuestro Caminar en Nuestra Familia Vicentina.
Aunque yo soy miembro activo de la AMM, pero siempre estamos al día con FAMVIN.
Muchas gracias.