24 de noviembre de 1650
Hemos de dar muchas gracias a Dios por la piedad de ese buen senador que le ha dado esa limosna para que rece por él y que tiene en tan alto concepto los trabajos de ustedes que ha querido asistir a los ejercicios de la misión que están celebrando. No sé, padre, si usted y los suyos consideran bastante el que les miren como servidores de Dios y obreros del evangelio, e incluso como buenos servidores, ya que es ése el motivo de que les estimen y les ayuden. Efectivamente, quiere Dios que, como nuestras funciones son útiles a mucha gente, todo el mundo las apruebe. Pero es cuando se hacen con el espíritu de Nuestro Señor. Procuremos, pues, padre entrar en ese espíritu todo lo que podamos; mantengámonos firmemente en él, para que el buen olor y el fruto de las misiones no se disipen, sino que aumenten y se perfeccionen para el bien y el consuelo de las almas.