TEOLOGÍA VICENCIANA DE LA MISIÓN
- CRISTO, MISIONERO DEL PADRE
En esta segunda parte queremos acercarnos a las grandes convicciones que animaron todo el impulso misionero de Vicente de Paúl: su teología de la misión.
Puesto que en esta parte lo que nos interesa es descubrir la experiencia e intuiciones de Vicente de Paúl, predominan los textos de sus escritos y conferencias. Textos que hemos ido seleccionando como más significativos de la teología que sustentó su vida y actividad misionera.
CRISTO, MISIONERO DEL PADRE
Un célebre estudioso de la vida y experiencia espiritual de Vicente de Paúl escribía a comienzos de este siglo: «Ese maestro que es san Vicente tiene a su vez un maestro que es Jesucristo; se podría recoger en su correspondencia y en sus pláticas toda una serie de líneas sabrosas, a veces inesperadas, y formar con ellas un librito que podría llamarse la Imitación de Jesucristo según san Vicente de Paúl. Sobre el horizonte de san Vicente se levanta siempre el Hijo de Dios… Va hojeando su vida episodio por episodio, casi diría minuto a minuto, para encontrar allí lecciones de comportamiento».
Efectivamente, no se podría entender la actividad misionera de Vicente de Paúl, ni ninguna de sus realizaciones, sin la explícita referencia a Jesucristo. Vicente d Paúl quiso, desde el momento de su conversión, seguir Jesucristo, centrarse en Él, mirarse una y otra vez en El hasta el punto de querer en todo momento hacer y no hacer lo que Cristo haría o no haría.
En este sentido, escribía su primer biógrafo, L. Abelly, al tratar de presentar las motivaciones profundas y las principales virtudes de Vicente de Paúl: «Para expresar en pocas palabras lo que pensamos decir sobre las Virtudes del Señor Vicente, el Siervo de Dios se había propuesto a Jesucristo como el único modelo de su vida, llevaba tan bien grabada la imagen en su alma, y poseía tan perfectamente sus máximas, que no hablaba, ni pensaba, ni obraba, sino a imitación suya y guiado por El. La vida del divino Salvador y la doctrina de su Evangelio eran la única regla de su vida y de sus actos. Era toda su moral y toda su política, y, según ella, se regulaba asimismo y a todos los asuntos que pasaban por sus mano; Ese era el único fundamento sobre el que levantaba su edificio espiritual. Ciertamente podemos afirmar que nos ha dejado, sin él pensarlo, una descripción resumida de las perfecciones de su alma y el lema particular en las bellas palabras que dijo un día salidas de la abundancia de su corazón: Nada me agrada sino en Jesucristo. De esa fuente procedía la entereza y la constancia inquebrantable en el bien, que no se doblegaba por ninguna consideración ni respeto humano, ni propio interés, que la mantenía siempre dispuesto a sostenerse firme ante todas las contradicciones, a sufrir todas las persecuciones, como dijo el Sabio, a luchar hasta la muerte en defensa de la justicia y de la verdad. Fue lo que declaró al final de su vida en estos términos tan notables: ‘Quien dice doctrina de Jesucristo, dice roca inquebrantable, dice Verdades eternas, que producen infaliblemente sus efectos.
Antes se trastocaría todo el cielo, que fallar la doctrina de Jesucristo.
Vicente de Paúl quiso hacer de Jesucristo la única regla de su vida. Y a cuantos iban asociándose a sus trabajos misioneros, les fue señalando ese mismo camino. Al P. Antonio Portail, su primer colaborador en las misiones, le escribe ya en la temprana fecha de 1 de mayo de 1635: «Acuérdese, padre, de que vivimos en Jesucristo por la muerte en Jesucristo, y que nuestra vida tiene que estar oculta en Jesucristo y llena de Jesucristo, y que, para morir como Jesucristo, hay que vivir como Jesucristo».
En esa misma dirección apunta la expresión sorprendente que encontramos en su carta al P. Nicolás Etienne el 30 de enero de 1656:
«Nuestro Señor Jesucristo es nuestro padre, nuestra madre y nuestro todo».
- LAS FUENTES INSPIRADORAS DE LA EXPERIENCIA VICENCIANA DE CRISTO
Antes de entrar a destacar los rasgos propios de la experiencia que Vicente de Paúl tiene de Jesucristo como misionero del Padre, tenemos que preguntarnos de dónde fue extrayendo su peculiar visión de Jesucristo, que iba motivar toda su acción misionera.
- R Renouard no duda en asegurar que la visión que Vicente de Paúl tenía de Jesucristo es deudora de la cristología del P. Bérulle, su director espiritual durante los años decisivos de su conversión; pero, sobre todo, visión vicenciana de Jesucristo es el resultado de su experiencia personal de encuentro con el Señor a través de los acontecimientos, particularmente los acontecimientos que hemos señalado en la primera parte como experiencias motivadoras.
«Parece que fue a través de sus encuentros con BéruIle, donde el señor Vicente orientó progresivamente sus pensamientos y su acción hacia Jesucristo. En todo caso desde 1617, los acontecimientos de Gannes-Folleville Chátillon le ayudan a decidirse a consagrarse por entero al Dios de Jesucristo amando a los pobres. Dándose a los demás, manifiesta su vida de amor a Cristo afincada en las profundidades de su ser. Toda su vida no será más que la confirmación de esta consagración, bajo la señal de la caridad divina de Jesucristo».
La influencia de Bérulle en la visión que Vicente de Paúl ha llegado a tener de Jesucristo ha sido ciertamente importante. De Bérulle ha aprendido Vicente de Paúl «la reorientación de su propia vida sacerdotal, el descubrimiento y la relación viva y personal con Jesucristo. El cristocentrismo como pieza clave de toda la espiritualdad vicenciana se lo debe a Bérulle. La veneración al Verbo encarnado y a Jesucristo adorador del Padre son también herencia berulliana que Vicente de Paúl apreciará siempre.
Sin embargo, Vicente de Paúl se fue distanciando de Bérulle. Sin duda alguna porque Vicente de Paúl destacó, desde su peculiar experiencia, los rasgos del Cristo Misionero, Evangelizador de los pobres, mientras que Bérulle permanecía más atento a un Cristo objeto de contemplación.
Por esta razón, no puede identificarse sin más la visión vicenciana de Cristo con la visión de Bérulle. «Vicente de Paúl no es un místico berulliano. Todos los términos que en Bérulle son puntos de partida para la especulación y contemplación, son en Vicente puntos de partida para la acción».
La visión que Vicente de Paúl tiene de Cristo está influenciada por los escritos de los representantes del movimiento espiritual conocido con el nombre de «Devotio moderna», que Vicente ha leído y ha recomendado leer. «La imitación casi literal de las virtudes de Jesucristo, el cristocentrismo práctico, la humanidad de Jesús, las formas sencillas de piedad, así como la traducción a la vida de las enseñanzas evangélicas, forman el cuerpo doctrinal de los máximos representantes de la «Devotio moderna». San Vicente maneja la Imitación de Cristo, de Tomás de Kempis, y la valora. Muchos rasgos de la cristología de los devotos pasarán a ser propios de la cristología vicenciana».
Sin embargo, la visión que Vicente de Paúl tiene de Jesucristo no se identifica sin más con la de los representantes de la Devotio Moderna. Vicente de Paúl imprimirá a estos rasgos cristológicos un sello eminentemente apostólico, a partir del que será lema de su vida: evangelizare pauperibus misit me.
- Orcajo ha recogido los principales acentos que diferencian a Vicente de Paúl del movimiento espiritual de la Devotio Moderna: «El epígrafe De contemptu mundi con que es conocida también la obrita de la Imitación avisa de los peligros de las vanidades del mundo, pero las llamadas al silencio y al interiorismo para encontrar el Reino de Dios fueron interpretados por los devotos como un alejamiento del apostolado. Nazaret estimula más a los devotos por el trabajo del taller que por la predicación de Jesús en las sinagogas. Para ellos, el Cristo doliente es más sugestivo que el Cristo evangelizador de los pobres; prefieren el silencio de los claustros a la catequesis de los pueblos.
Podríamos, pues, concluir que Vicente de Paúl debe mucho, en su orientación espiritual, a Bérulle y a la Devotio Moderna. Pero la visión vicenciana de Cristo no se entiende sólo desde estas fuentes inspiradoras. La visión vicenciana de Cristo está decididamente marcada por su experiencia personal de encuentro con la persona de Jesucristo en los acontecimientos relacionados con la vida de los pobres. «San Vicente de Paúl se introduce por los caminos de la vida espiritual de la mano de estos grandes maestros. Pero luego sigue su propio camino. Este está condicionado por su visión peculiar de Jesucristo como centro de la vida espiritual, lección que aprendió de Bérulle. Pero a eso añade un elemento original que no se da ni en la experiencia de Bérulle ni en la de san Francisco de Sales: su descubrimiento de los pobres».







