2.3. Principales realizaciones vicencianas de la misión «ad gentes»
Las misiones «ad gentes» fueron conquistando los ánimos de los misioneros a medida que la Sagrada Congregación de Propaganda Fide reiteraba sus propósitos de encomendar a la Congregación de la Misión territorios donde la Iglesia no había sido aún implantada. Monseñor Ingoli cursaba al Superior de la Misión, por medio de los misioneros destacados en Roma, frecuentes propuestas de misiones exteriores que el Fundador comentaba con sus compañeros.
En primer lugar nos ocuparemos de las misiones qu( quedaron sin resultado, para después describir un poco más detenidamente las emprendidas en tiempos de sar Vicente220.
- a) Llamadas misioneras que no llegaron a cristalizar
En 1634 recibe petición de misioneros para Turquía: «El señor embajador de Turquía nos ha hecho el honor de escribirme, pidiendo sacerdotes de san Nicolás y de la Misión, pues cree que podrán hacer allí más de lo que me atrevería a decirle». Pero no hay más constancia escrita de esta misión.
En 1640, Monseñor Ingoli pide dos cohermano oriundos de Aviñón para que acompañen a un obispo de otra Compañía. Se trata del Brasil, pues el 9 de agosto en carta a Luis Lebreton, san Vicente dice que está esperando respuesta sobre Pernambuco de las Indias. De todas formas no hay sacerdotes de la Misión del condado de Aviñón y además al señor Vicente le parece necesario que el obispo y los acompañantes sean de la misma Compañía. Por lo demás no hallamos más referencias esta petición.
Del asunto del obispado de Babilonia, en Persia encontramos muchas referencias epistolares entre el 24 de agosto de 1643 y el 14 de noviembre de 1659. Pero el período en que Propaganda Fide pidió sacerdotes de la Misión para Persia fue de 1643 a 1647. Por medio se encontraba el nombrar obispo del lugar a un misionero de san Vicente, por lo que el fundador en principio ponía pegas. Finalmente, aunque el personal era escaso, san Vicente reconoce una clara llamada de Dios a su Congregación, por lo que propone a su asistente Lambert aux Couteaux para la sede episcopal. Pero el superior de Roma, Jean Dehorgny, no veía las cosas claras, por lo que Vicente pospone la decisión definitiva. El asunto al final no trajo consecuencias para la Congregación de la Misión.
En 1644 se piden sacerdotes de la Misión para las Indias Orientales. Como el superior de Roma, Bernard Codoing, ve claramente la llamada de Dios, el señor Vicente piensa en mandar un sacerdote y un clérigo. Al año siguiente se pierde el rastro del asunto en la corres-pondencia.
La petición de un misionero para Salé, en Marruecos, se sugirió en 1643, pero de manera formal en 1646. San Vicente decidió mandar a un sacerdote y a un hermano. Pero, cuando el primero estaba de camino, el señor Vicente se enteró de que un padre recoleto se había adelantado. Posteriormente se volvió a insistir, pero de nuevo los recoletos mostraron interés, ante lo cual san Vicente escribía: «Sepan los señores de Propaganda que, si hay otros obreros deseosos de ir a los lugares que nos habían sido designados, nosotros nos retiramos de ellos para ni herir la caridad, ni turbar la sensación que debemos tener de que los demás actúan mejor que nosotros».
En el curso de los años 1647-1648 el señor Vicente tuvo intención de enviar misioneros a Arabia. Existe un, súplica en enero de 1648, por la que pide a Propaganda autorización para dirigir esta misión en su propio nombre y que se designe un vice-prefecto. Pero los planes no llegan a ejecutarse.
En 1652 se pide a san Vicente que envíe dos sacerdotes a Guyana. Cuando el plan ya estaba hecho, el señor Vicente retiró a sus misioneros. Así explica los motivos:
«EI plan de América no nos había resultado; no es que no tenga lugar el embarque, sino que quien nos había pedido sacerdotes no ha vuelto a hablar de ello, puede que a causa de la dificultad de la Sagrada Congregación de Propaganda, cosa en la que no había pensado; y yo pienso que los sacerdotes allá enviados van sin contar con ella. Creo como vos, señor, que es bueno hacer a Dios sacrificios como esos y enviar a nuestros sacerdotes para que conviertan a los infieles, pero a condición de que tengan una misión legítima».
En 1654-1655 hubo conversaciones sobre el envío de misioneros y otros sacerdotes a Suecia y Dinamarca. Propaganda Fide quería pedir al señor Vicente siete u ocho sacerdotes, formulando su solicitud en varias ocasiones.
Pensaba ir el P. Guillot, pero la reina de Polonia, Luisa-María de Gonzaga, no deseaba de ninguna manera la partida de este misionero. En vista de las dificultades surgidas entre los cohermanos de Polonia, el embajador había buscado tres sacerdotes de Francia. San Vicente escribió entonces: «He ahí, pues, sabida la voluntad de Dios y resuelta de ese modo la dificultad al respecto.
En 1656 Propaganda pidió a san Vicente, a través del nuncio, un sacerdote para el Líbano. Finalmente optó por el P. Thomas Berthe y escribía al nuncio: «Rogamos a Dios que disponga de este asunto cuino su sabiduría juzgue conveniente». Pero el asunto no tuvo otras consecuencias.
Vicente de Paúl no cerró los caminos a otros lugares. Así lo podemos deducir de la carta que Nicolas Etienne escribía desde Madagascar cuatro años después de la muerte del fundador: «…iré aun a China, Japón y demás tierras de infieles a abrir paso a la Congregación, para que preste a Dios y a las almas el servicio prestado en Europa. Tal era la intención del difunto señor Vicente, nuestro bienaventurado padre, que yo pasara a China…».
- b) Túnez (desde 1645) y Argel (desde 1646)
En 1642, san Vicente recibe del rey Luis XIII la orden de enviar algunos sacerdotes a Berbería y una cantidad de dinero para tal fin. En el contrato de fundación de la casa de Marsella se determina el objeto de estas misiones: “… con la carga expresa de que dichos sacerdotes de la Misión envíen siempre y a perpetuidad, cuando lo juzguen conveniente, algunos sacerdotes de dicha Congregación de la Misión a Berbería, para consolar e instruir a los pobres cristianos cautivos y detenidos en aquellos lugares en la fe, el amor y temor de Dios y tener con ellos misiones, catequesis, instrucciones y exhortaciones, misas y rezos, tal como ellos acostumbran».
En noviembre de 1645 llegaban a Túnez el primer sacerdote de la Congregación y un hermano. Para facilitar las misiones de Berbería san Vicente adquirió los consulados de Argel (1646) y Túnez (1648).
Sucesivamente fueron llegando otros misioneros sacerdotes y hermanos, algunos de los cuales murieron a poco tiempo. Juan Le Vacher, que trabajó tanto en Túnez como en Argel, fue el más célebre de estos misioneros. En un reglamento que san Vicente le trazó leemos el consejo: «Vivir con todas las precauciones imaginables para con el rey, el pachá, la aduana y otros principales… ganar fuerza de paciencia a los sacerdotes y religiosos esclavo: que allí haya, mantener a los mercaderes en la mayor unión posible. Sobre todo, se atendrán a las leyes del país, exceptuando la religión, de la que jamás disputarán ni dirán nada desdeñoso».
Al hermano de Juan, Felipe Le Vacher, entonces en Argel, le escribía san Vicente en 1652: «No os expongáis a los peligros que pueden sobrevenir, pues exponiéndoos… lo expondríais todo y haríais gran injusticia a los pobres cristianos esclavos, cuando mejor asistidos estarían; cerraríais la puerta al porvenir y a la libertad que ahora tenemos de prestar este servicio a Dios en Argel y otros lugares».
Según el testimonio de L. Abelly, en tiempos de san Vicente los misioneros en Berbería rescataron a 1.200 esclavos, gastándose en esas y otras obras en favor de los esclavos un millón doscientas mil libras.
Los consulados eran difíciles de mantener, tanto por la falta de personal seglar preparado como por el coste económico. Así aparece claramente expuesto en la correspondencia del Fundador con el P. Jolly, superior de Roma.
Pero san Vicente mantenía a sus misioneros, aun en circunstancias muy difíciles, pues era de la opinión de que «aunque ningún otro bien proviniera de estos lugares más que hacer ver a esa tierra… la belleza de nuestra santa religión…, estimo que hombres y dinero está bien empleados».
- c) Madagascar
El 22 de marzo de 1648 escribía el señor Vicente: «El señor nuncio [Nicolás Bagnil], por orden de Sagrada Congregación de la Propagación de la Fe, que tiene al Santo Padre por cabeza, ha escogido a la Compañía para ir a servir a Dios en la isla de San Lorenza, llamada por otro nombre Madagascar».
Los primeros en partir fueron los Padres Nacquart y Gondrée. Se embarcaron en mayo de 1648 y llegaron Madagascar en diciembre del mismo año. En octubre d 1650 se notificaba a san Vicente la muerte del P. Gondrée.
La siguiente expedición fue en 1654. Mousnier Bourdaise salieron en marzo y llegaron en agosto del mismo año. A su llegada a la Isla no encontraron a ningún hermano. Meses después san Vicente se entera de que el P. Nacquart llevaba muerto desde mayo de 1650.
A finales de noviembre de 1655 salen tres nuevos misioneros: Balleville, Prévost y Dufour; el viaje se prolonga hasta junio de 1656. En julio de este año san Vicente se entera de la muerte del P. Mousnier acaecida el 24 de mayo de 1655.
En 1656, el señor Vicente envía en una cuarta expedición a Boussourdec, Herbron, y al hermano Delaunay, pero el barco zozobra en la bahía de Saint-Nazaire durante la noche del dos al tres de noviembre. Una vez más llegan a Francia tristes noticias (agosto de 1657)245. El P. Balleville había muerto durante el viaje (enero 1656), el P. Dufour moría en Madagascar (agosto 1656) y moría también el E Prévost (septiembre 1656). En septiembre y octubre de 1657 se tuvieron en San Lázaro las conferencias sobre las virtudes de los difuntos.
San Vicente nunca supo con certeza si el P. Bourdaise vivía. De hecho, había muerto en junio de 1657. Todavía el 11 de noviembre de 1658 decía Vicente: «El señor Bourdaise, hermanos míos, el señor Bourdaise que está lejos y solo y que, como sabéis con tanto dolor y solicitud engendró en Cristo tan gran número de esos pobres seres de la tierra en que está; roguemos por el Señor Bourdaise, ¿vivís todavía o no? ¡Si vivís, que Dios os conserve la vida!».
Un nuevo grupo de misioneros embarca para Madagascar en marzo de 1658; eran los Padres Le Blanc, Arnoul, Fontaines y Devreoult, y por segunda vez el hermano Delaunay. Esta quinta expedición tuvo que atracar en Lisboa debido a una tempestad y al salir fue apresada por un navío español y retornó a Francia.
La sexta expedición formada por los Padres Devreoult (por segunda vez), Fedyn, Fontaines (por segunda vez), Etienne y el hermano Patte (excelente cirujano) partió en enero de 1660. Encallaron al bordear la Gironda. Se salvaron en un bote del barco después de quince días en el mar sin esperanza. Reanudado el viaje, encallaron de nuevo en el Cabo de Buena Esperanza y recogidos por un navío holandés volvieron a Francia cuando había muerto san Vicente.
El señor Vicente tiene conciencia de que la misión «ad gentes» es la más alta y contagia esa convicción a si misioneros. Envió a Madagascar un total de veinte misioneros, tres en dos expediciones distintas. La Congregación de la Misión tendría en 1648 unos doscientos misioneros. Los misioneros permanecieron poco tiempo en la isla, el que más dos años y pocos días.
De los consejos que va dando en sus cartas y conferencias entresacamos una idea sustancial de su pensamiento misionero. Ante todo, inculca una alta idea esa vocación: «Vocación tan grande y tan adorable como la de los mayores apóstoles y santos de la Iglesia de Dios».
Para sus misioneros desea: humildad, abandono, generosidad, gran valor, fe, caridad, celo, paciencia, deferencia, pobreza, solicitud, discreción, integridad de costumbres, gran deseo de consumirse por Dios. Escribía: «Pues bien, para comenzar bien y tener feliz éxito, acordaos de obrar en el espíritu de Nuestro Señor, de unir vuestras acciones a las de Él y de darles un fin del todo noble y divino, dedicándolas a su mayor gloria».
Y añade un consejo muy adecuado a la realidad de la misión de Madagascar: «Dios oculta a veces a sus servidores el fruto de sus trabajos por razones muy justas; pero nunca deja de producir los mayores efectos… Que esta consideración conforte vuestro ánimo y lo eleve a Dios, en la confianza de que todo saldrá bien, aunque os parezca lo contrario».







