1.3. Organización y estructura
Vicente de Paúl, como uno de los principales impulsores y organizadores de las misiones populares en la Iglesia francesa del XVII, aporta un método propio, es decir una organización y una técnica misioneras singulares.
- a) Duración de la misión
La misión daba comienzo en domingo o día de fiesta predicando uno de los misioneros sacerdotes sobre la penitencia y la necesidad de confesión general. Por la tarde explicaba cómo hacer el examen de conciencia Entre semana llegaba el equipo misionero: dos o tres sacerdotes y con frecuencia un hermano. Llevan todo incluso los muebles, para no ser carga para la parroquia misionada.
La misión duraba de dos a seis semanas; dependía de número de habitantes y de si se había cumplido el objetivo de la misión: la instrucción cristiana de todos los habitantes. El criterio general era: «No salir de una aldea hasta que todo el pueblo hay sido instruido en las cosas necesarias para la salvación que cada uno haya hecho su confesión general».
La misión se interrumpía durante los meses de verano y la razón nos la da el mismo Vicente en una carta fechada el 26 de julio de 1659.
«Tenemos como regla cesar en nuestras funciones en campo desde julio hasta octubre, ya sea porque la gente está ocupada en la siega y luego en la vendimia, ya porque nuestros obreros que han trabajado el resto del año por la salvación de las almas, tienen necesidad de este tiempo para cuidar de sus cuerpos y de sus espíritus fatigados, a fin de volver a la misión con nuevas fuerzas desde Todos los Santos hasta San Juan, poco más menos».
- b) Distribución de los actos de misión
Por la mañana tenía lugar la predicación, muy de mañana, para que los campesinos pudieran asistir sin dejar sus trabajos.
El catecismo pequeño era a primera hora de la tarde. Se reserva a los niños, pero también pueden acudir los mayores. Se dividen los niños en dos grupos: uno formado por los que ya han hecho la primera comunión; otro con los más pequeños, de 7 a 10 años, dado por un seminarista clérigo que acompañaba a los misioneros. Y cuando han vuelto del trabajo, al anochecer, el catecismo mayor o «gran catecismo».
Las circunstancias pueden hacer variar este orden y si el misionero está agobiado puede suprimir algún acto, pero Vicente advierte a los misioneros que la catequesis es lo principal y, de suspender algo, que sea la predicación, ya que el fruto de la misión viene de la catequesis.
«Todo el mundo está de acuerdo en que el fruto que se realiza en la Misión se debe al catecismo; y afirmando esto últimamente una persona de calidad, añadió que los misioneros se esforzaban todos en predicar bien, pero que no sabían hacer el catecismo, y dijo esto en mi presencia y en la de una buena compañía… Mi pensamiento es que los que trabajen tienen que hacer uno el catecismo mayor y el otro el catecismo menor solamente, y hablar dos veces al día. Y se pueden llevar al catecismo algunas moralidades (historias edificantes) para impresionar; pues, como he dicho, se advierte que todo el fruto viene de allí».
Los dos catecismos deben presentarse relacionados. El tema del catecismo pequeño debe ser el tratado en gran catecismo de la noche anterior. Incluso sugiere que para el gran catecismo se preparen preguntas sencillas dirigidas a los niños, y el que desarrolla la catequesis de la tarde-noche comience formulando preguntas a los niños sobre el contenido de la catequesis de la noche anterior. Con esta dinámica se consiguen dos efectos:
- Que los padres se sientan orgullosos al ver a sus hijos salir airosos con sus respuestas.
- Y que los contenidos queden fijados de forma sencilla en la mente y el corazón de los adultos.
Una vez asimilado el contenido de la víspera y captada la atención de los presentes, el catequista puede iniciar de lleno el tema del día.
Vicente se lamentaba cuando se suprimía el catecismo mayor: «He sentido mucho saber que en lugar de tener el catecismo mayor por las tardes ha pronunciado sermones en la última misión. No se debe hacer eso: 1º porque el predicador de la mañana puede estar quejoso de esta segunda predicación; 2° porque el pueblo tiene más necesidad de catecismo y se aprovecha más de él; porque al tener este catecismo, parece como si se pudiera honrar mejor la manera con que Nuestro Señor Jesucristo instruía y convertía a las gentes; 4° porque eso lo que nosotros predicamos y ha querido Nuestro Señor dar muchas bendiciones a esta práctica, en la que hay más medios de ejercer la humildad».
Todo este proceso de instrucción catequética termina con un día de celebración de la Eucaristía donde todos comulgan. Se celebra el último domingo antes de la procesión de clausura. Se trata de una Eucaristía en la que se celebra todo un proceso de instrucción y de conversión individual; una celebración que compromete a la comunidad, ya que expresa su conversión comunitaria hacia una nueva vida.
- c) Contenidos de los actos de misión
De la predicación de Vicente de Paúl no se han conservado textos concretos. L. Abelly nos refiere el título de los temas: penitencia como sacramento, fin del hombre, pecado y justicia divina, odio, enemistades, blasfemia, paciencia, buen uso de las adversidades, pobreza y caridad, modo de obrar, frecuencia de sacramentos, imitación de Cristo, devoción a la Virgen, perseverancia en el bien…
Los contenidos son más bien morales y de exhortación a la práctica de la virtud y de la superación de los vicios. Los temas fundamentales que se desarrollaban en la misión eran: Trinidad, Encarnación, Eucaristía, Mandamientos, Sacramentos, Credo, Oración dominical… L. Abelly comenta que el temario se adaptaba a la duración de la misión y que al final de la presentación del mensaje se añadía alguna aplicación moral o algún compromiso para no separar el mensaje de la vida. La catequesis de la tarde está orientada, como toda catequesis, a una fundamentación de la fe.
Cuando no hay tiempo para enseñarlo todo, como ocurría en las misiones, se debía empezar por los tres misterios considerados imprescindibles para la salvación: Trinidad, Encarnación y Eucaristía.
- d) Continuidad de la misión
Terminada la misión el ambiente de la parroquia ha cambiado, haciendo a veces irreconocible el lugar misionado, según el testimonio de obispos, sacerdotes y seglares del lugar, pero los misioneros sabían que la emoción popular, por muy intensa que pareciese, no sería duradera si no se continuaba una acción pastoral regular. De ahí que, durante la misión, se trabaje pensando también en la continuidad por medio de la fundación de la Caridad, de las instrucciones a los maestros y maestras y, sobre todo, a través de las conferencias a los sacerdotes. Después de las misiones se mantiene el fruto volviendo el misionero de vez en cuando a los lugares misionados y a través de la periodicidad de las misiones, que dependía de las fundaciones y que era cada tres, cinco, ocho, diez o quince años, siendo lo más común que la misión se diera cada diez años.
1.4. Destinatarios
Característica esencial de las misiones vicencianas era dirigirse exclusivamente a la pobre gente del campo. Aunque el horizonte de la evangelización de los pobres se va abriendo y supera los límites rurales, el ministerio de las misiones se dirige casi exclusivamente a los campesinos, pero no dejan de hacerse, cuando la necesidad o la obediencia a los obispos lo exigen, a otros pobres.
- a) Misiones a los campesinos
Desde los documentos fundacionales hasta los más elaborados como las Reglas Comunes, y a través del pensamiento de san Vicente, se puede ver la prioridad del trabajo misionero entre las gentes del campo. Así lo dice Vicente de Paúl explicando las Reglas a los misioneros en 1658: «Así pues, padres y hermanos míos, nuestro lote son los pobres, los pobres: Pauperibus evangelizare misit me. ¡Qué dicha, padres, qué dicha! ¡Hacer aquello por lo que Nuestro Señor vino del cielo a la tierra, y mediante lo cual nosotros iremos de la tierra al cielo! ¡Continuar la obra de Dios, que huía de las ciudades y se iba al campo en busca de los pobres! En eso es en lo que nos ocupan nuestras reglas: ayudar a los pobres, nuestros amos y señores. ¡Oh pobres pero benditas reglas de la Misión, que nos comprometen a servirles, excluyendo a las ciudades! Se trata de algo inaudito. […] Que hay una compañía, y que ésta sea la de la Misión, compuesta de pobres gentes, hecha especialmente para eso yendo de acá para allá por las aldeas y villorrios, dejan do las ciudades, como nunca se había hecho, yendo anunciar el evangelio solamente a los pobres!»
- b) Misiones en las ciudades
Puede apreciarse una evolución del pensamiento de Vicente de Paúl en este tema. En 1642 escribe al padre Codoing aconsejándole hacer la misión en las ciudades donde haya obispado: «Ya que, cuando al principio de nuestra fundación decidimos no trabajar en las ciudades donde hubiere obispado, nos referíamos a la predicación y a las confesiones, que es lo que hacen las demás Órdenes en sus casas y otras iglesias, pero que entonces no pensábamos en dejar de tener allí la misión».
Más tarde excluyó decididamente toda predicación y ministerio en las ciudades para evitar apegarse a ellas abandonando el pueblo, lo que pasó a ser norma general aunque no dejaran de hacerse misiones en la ciudad (cuando las circunstancias o la necesidad lo pedían).
Así mismo se hicieron misiones en la ciudad dirigida a las gentes del campo obligadas por la necesidad a emigrar. De todas formas, las misiones en las ciudades son consideradas como un ministerio extraordinario para los sacerdotes de la Misión, a quienes les decía Vicente: «Pero, padre, no somos nosotros los únicos que instruímos a los pobres; ¿no es eso lo que hacen los párrocos? ¿Qué otra cosa hacen los predicadores, tanto en las ciudades como en el campo? ¿Qué es lo que hacen en adviento y cuaresma? Predican a los pobres y predican mejor que nosotros.
Es verdad, pero no hay en la Iglesia de Dios una compañía que tenga como lote propio los pobres y que se entregue por completo a los pobres para no predicar nunca en las grandes ciudades; y de esto es de lo que hacen profesión los misioneros; lo especial suyo es dedicarse, como Jesucristo, a los pobres. Por tanto, nuestra vocación es una continuación de la suya o, al menos, puede relacionarse con ella en sus circunstancias».
- c) Misiones a los galeotes
Desde el contrato fundacional de 1625 los misioneros se dedicaron a la asistencia espiritual de los galeotes; ya anteriormente, Vicente les había dado misiones en Marsella y Burdeos en 1623. La asistencia no se limitaba al aspecto espiritual, sino que alcanzaba también, como es habitual en la evangelización vicenciana, el aspecto material. La actividad de Vicente y sus misioneros con los galeotes se expresa en tres formas de servicio: asistencia espiritual y material de los condenados a galeras que esperan su partida en las cárceles parisinas; misiones en las mismas galeras llegadas a puerto; y hospitalización de los galeotes enfermos.
- d) Misiones a los soldados
Excepcionalmente la casa de San Lázaro tiene que suspender en 1636 las misiones en el campo para misiones a los soldados, a petición del rey. Esta vez guerra se aproxima a la capital del reino y los sacerdotes de la Misión son llamados para atender espiritualmente a los soldados. Era un tipo de misión no previsto en ninguna de las fundaciones de la Compañía. Para preparar los misioneros a ese ministerio Vicente redactó un reglamento en el que se ordena la distribución de la jornada los actos de comunidad, el ministerio para con los soldados y el espíritu con que debían prestar sus servicios. Probablemente los soldados se parecerían poco a las gentes campesinas, con las que solían tratar los sacerdotes de la Misión; para preparar a sus misioneros, escribe Vicente de Paúl en el reglamento: «Pensarán que, aunque no puedan quitar todos los pecados del ejército, quizá Dios les conceda la gracia disminuir su número, que es como si se dijera que Nuestro Señor, en vez de tener que ser crucificado cien veces, sólo tuviera que ser crucificado noventa, como mil almas tuvieran que ser condenadas por sus malas disposiciones, pero se consiguiera con la ayuda y misericordia de la gracia de Dios que algunas de ese número no llegaran a condenarse».
La misión en el ejército duró seis semanas y los frutos fueron satisfactorios, tanto entre los soldados como entre los habitantes de las parroquias por donde pasaba el ejército. Terminada la misión, la mayoría de los misioneros volvió a San Lázaro; sólo algunos quedaron algún tiempo más como capellanes del ejército.
Los destinatarios de la misión vicenciana, sean campesinos, refugiados en ciudades, galeotes o soldados, tienen en común su condición de pobres abandonados, a los que deben servir los sacerdotes de la Misión: «Vayamos y ocupémonos con un amor nuevo en el servicio de los pobres, y busquemos incluso a los más pobres y abandonados; reconozcamos delante de Dios que son ellos nuestros señores y nuestros amos, y que somos indignos de rendirles nuestros pequeños servicios».







