Vicente de Paúl y la Misión (IX)

Mitxel OlabuénagaFormación VicencianaLeave a Comment

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  1. LA CONGREGACIÓN DE LA MISIÓN AL SERVICIO DE LA MISIÓN

Además de las actividades propias de las misiones populares y las misiones «ad gentes», Vicente de Paúl completó su respuesta misionera creando instituciones al servicio de la Misión: la Congregación de la Misión, las Cofradías de la Caridad, las Hijas de la Caridad.

3.1. De la Misión a la Congregación de la Misión

Los acontecimientos y la experiencia espiritual, vivi­dos por san Vicente a la luz de la fe y del evangelio, le van llevando, a partir del año 1617, al establecimiento de una institución de la que él nunca querrá considerarse fundador: «…¿quién es el que ha fundado la compañía? ¿quién nos ha dedicado a las misiones, a los ordenandos, a Ias conferencias, a los retiros, etcétera? ¿He sido yo? En ningún modo. ¿Ha sido el padre Portail, a quien Dios juntó conmigo desde el principio? Ni mucho menos nosotros no pensábamos en ello ni teníamos ningún plan en este respecto. ¿Quién ha sido entonces el auto de todo esto? Ha sido Dios, su prudencia paternal y su pura bondad… Dios es el que ha hecho todo esto, y por medio de personas que ha juzgado convenientes, para que toda la gloria sea suya».

La intuición de la obra, que Vicente atribuye claramente a Dios, es necesario que se vaya institucionalizando de la manera más adecuada. M. Pérez Flores, en un estudio detallado, desarrolla ampliamente los pasos que tuvieron que seguir Vicente y los suyos hasta llegar a la meta deseada. En estos pasos escalonados se pasaría de lo personal a lo comunitario, de lo civil a lo eclesial, de lo local a lo universal, del equipo misionero a la Congregación de la Misión.

  1. a) Contrato de fundación de la Congregación (17 abr, 1625)

Esta acta notarial firmado por los señores de Gondi Vicente de Paúl y dos notarios archiveros reales, da origen al todavía futuro equipo misionero.

Aunque los fundadores, en el sentido propio del término serán dichos señores de Gondi, a Vicente le corresponderá asumir las obligaciones que configurarán jurídi­camente al equipo misionero:

  • Se compromete a crear un equipo misionero en un año, de seis o más miembros si las rentas lo permi­ten.
  • El equipo lo formarán sacerdotes liberados de toda otra ocupación, para poder dedicarse plenamente a las misiones.
  • El señor Vicente dirigirá el grupo y tras su muerte se elegirá un sucesor.
  • Vivirán en común, aunque se dice expresamente que el jefe del equipo seguirá viviendo en la casa de los señores de Gondi.
  • Se indican algunos aspectos generales sobre las misiones a dar: trabajo, periodicidad, lugares, des­canso, preparación, etc.
  • Las misiones se darán gratuitamente.

Este contrato inicial señala las líneas básicas del pro­yecto que se irá rellenando de espíritu y de elementos jurídicos.

  1. b) Aprobación de la Congregación por el Arzobispo de París (24 abril 1626)

Un año después de la fundación, el Arzobispo de París, J. Francisco de Gondi, hermano del señor de Gondi, «alaba y confirma» el contrato fundacional «tal como por las presentes lo recibimos, alabamos y aprobamos».

Con esta aprobación, el Arzobispo hace que el contrato entre en la esfera de lo eclesiástico, de lo canónico. Hay que señalar que lo que aprueba el Arzobispo es el contrato fundacional, y no una nueva Congregación actividad prohibida desde el Concilio de Letrán (1215) ratificada por Trento (1563). De ahí que en los diver­sos documentos se hable de Compañía, Congregación, cofradía de Padres o Sacerdotes de la Misión. Así se está dejando en claro que no entra en la fundación nada que se parezca a una orden religiosa.

De momento, el único compañero con el que conta­ba el señor Vicente era el padre Antonio Portail. Para hacer frente a las obligaciones impuestas por la funda­ción tuvieron que recurrir a un tercer sacerdote al que pagaban cincuenta escudos anuales. Fueron tiempos difíciles que Vicente recordaba años más tarde:

«Los tres íbamos a predicar y dar misiones de aldea en aldea. Al marchar entregábamos la llave a alguno de los vecinos o le rogábamos que fuera él mismo a dormir en la casa. Sin embargo, yo no tenía entonces más que un solo sermón al que le daba mil vueltas, era sobre el temor de Dios».

  1. c) Acta de Asociación de los primeros misioneros (4 septiem­bre 1626)

En los dos documentos anteriores se habla de una asociación de eclesiásticos que reunirá el señor Vicente y que asumirán el compromiso de vivir en común. Pero después de un año solamente son cuatro, incluido el señor Vicente; no han llegado al mínimo de seis como se pensó. Cierto que varios se ofrecían para la labor misio­nera pero no todos querían comprometerse de forma estable renunciando a sus intereses legítimos: oficios, beneficios o porque la salud no se lo permitía.

En este documento, a diferencia de los anteriores, Vicente aparece ya como agente principal: «El que suscribe Vicente de Paúl… después de compro­bar la idoneidad de los candidatos… los hemos escogi­do, agregado y asociado… para vivir juntos en forma de congregación, compañía o cofradía, y para trabajar por la salvación del pueblo pobre del campo, según lo esta­blecido en la fundación».

Los tres candidatos prometen observar el conteni­do del contrato y el reglamento particular ya elaborado, obedeciendo al señor Vicente como Superior presente y a sus sucesores.

El compromiso no dejó de ser un acto privado aun­que legalizado ante notario. No tiene carácter eclesial o religioso ya que no hay ni juramento, ni promesa hecha delante de Dios, ni votos. Vicente ciertamente quiere crear una comunidad pero el estatuto canónico aún no está claro.

  1. d) Patente Real de aprobación de la Congregación (mayo 1627)

En menos de un año, a partir del compromiso de aso­ciación entre los primeros misioneros, se consigue la aprobación de Luis XIII, rey de Francia, adquiriendo as: la personalidad jurídica civil para afrontar el futuro al amparo de las leyes del reino. En el documento se mati­zan ciertos aspectos: el grupo de eclesiásticos, hacienda vida en común, se dedicarán «por entero y solamente a la instrucción espiritual del pobre pueblo, yendo con el permiso de los prelados de nuestro reino, cada uno en los límites de sus diócesis, a predicar, confesar, exhortar y catequizar a esas pobres gentes de las aldeas, sin recibir ninguna retribución de ningún género». La comuni­dad misionera adquiere un relieve propio dentro de los deberes y derechos del Estado.

Estas patentes obtendrán la ratificación del Parla­mento tres años después por medio de una nueva orde­nanza real en la que se añaden unas condiciones que Vicente de Paúl tendrá en cuenta: dar las misiones gra­tuitamente, no misionar en las ciudades, no hacer nada sin los permisos de los obispos y párrocos.

  1. e) Paso a la Iglesia universal; el equipo misionero es apro­bado como ‘Misión»

En 1627 la Congregación de «Propaganda Fide» estudia la petición presentada por Vicente a través de su compañero sacerdote Blas Feron. Lo que se pide es la bendición para la obra de las Misiones y que se conce­da una serie de facultades ministeriales. Sin embargo, las actas de la sesión de «Propaganda Fide» hacen cons­tar que lo que se pide es la confirmación de la «Misión». Probablemente, lo que en la presentación general apa­rece como petición de bendición, en la lista concreta se consigna como petición de aprobación de la «Misión».

Efectivamente, el 5 de noviembre de 1627 la Con­gregación romana, estando presente el papa Urbano VIII, aprueba la petición. El equipo misionero, llama­do ahora Misión, pasa del ámbito diocesano al ámbito pontificio; esto es lo que quería san Vicente.

Hay que dejar claro que todavía no se erige comuni­dad misionera alguna. Del contrato fundacional sola­mente se ha asumido la obra misionera; lo único que se eleva de categoría es la actividad «Misión». Será en el momento en que Urbano VIII apruebe definitivamente la Congregación de la Misión, cuando los demás ele­mentos (apostólicos, espirituales, comunitarios, organi­zativos…) formen una unidad armónica.

  1. f) Salto definitivo: de la ‘Misión» a la «Congregación de Misión»

Este es el paso fundamental que el año 1628 desea dar el señor Vicente y sus ya siete compañeros, convencidos de que la obra es de Dios y que su destino es servir a la Iglesia universal

Las dos súplicas enviadas al Papa a través de «Propaganda Fide» fueron denegadas por dos razones: porque Io que se pide «traspasa los términos de misión», y porque «tienden a la institución de una nueva religión». En estos términos se expresaba «Propaganda Fide» en una carta dirigida al Nuncio pontificio en París, Mons. Guidi

«Las peticiones que a esta S. Congregación ha dirigido Vicente de Paúl son exorbitantes y se dirigen preferentemente a fundar una nueva religión más que una Misión. Han sido denegadas por S. Santidad y por la misma S. Congregación, la cual, por eso, ha querido mandar a V. S. las anejas consideraciones, hechas sobre lo escrito por V. S., a fin de que, según el tenor de la mismas, busque cómo persuadir a dicho Vicente y a sus compañeros, para que desistan, por su parte, de fundar una nueva religión y se ciñan a los límites simples de Misión, y que estos mis Ilmos. señores procurarán dar la confirmación de la misma y también las facultades del Santo Oficio que se suelen conceder para las Misiones en Francia…»

Después de esta negativa romana, Vicente no se des­alentó, sino que emprendió de nuevo el camino hasta lle­gar a conseguir la aprobación deseada. Durante los tres largos años que separarán la respuesta afirmativa de la negativa Vicente oró, reflexionó, estudió y consultó el nuevo modo con que había de proceder.

Presentó la tercera petición no a la Congregación de Propaganda sino a la que trataba de asuntos de obispos y regulares. Mandó a Roma al padre Du Coudray para que siguiera directamente el asunto. En una de las cartas que le escribe en 1631, señala Vicente los puntos funda­mentales que habían dado origen a la Congregación, y a los cuales no se podía renunciar: «Es preciso que haga entender que el pobre pueblo se condena, por no saber las cosas necesarias para la salva­ción y no confesarse. Si su Santidad supiese esta nece­sidad, no tendría descanso hasta hacer todo lo posible para poner orden en ello; y que ha sido el conocimien­to que de esto se ha tenido lo que ha hecho erigir la compañía para poner remedio de alguna manera a ello; que, para hacerlo, hay que vivir en congregación y observar cinco cosas fundamentales de este proyecto: 1. dejar a los obispos la facultad de enviar misioneros a la parte de sus diócesis que les plazca; 2°, que estos sacerdotes estén sometidos a los párrocos de los sitios adonde vayan a hacer la misión, durante el tiempo de la misma; 3°, que no tomen nada de esas pobres gen tes, sino que vivan a sus expensas; 4°, que no prediquen, ni catequicen, ni confiesen en las ciudades donde haya arzobispado, obispado o presidial, excepto a los ordenandos y a los que hagan ejercicios en la casa; 5° que el superior de la Compañía tenga la dirección entera de la misma; y que estas cinco máximas tienen que ser como fundamentales de esta congregación.

Observe cómo la opinión del señor Duval es que no es preciso cambiar nada del proyecto cuya memoria le envío. Pase con las palabras; pero en cuanto a la substancia, es menester que quede entera; de otra forma, no sería posible quitar ni añadir nada sin que se causase un gran perjuicio. Este pensamiento es solamente suyo, sin que yo le haya hablado de ello. Manténgase, pues firme y dé a entender que hace largos años que se piensa en esto y que tenemos ya experiencia».

El Dr. Juan Mazzini encontró en los archivos de Vaticano el documento que contiene esta tercera y definitiva petición de san Vicente. El documento se inicia con la petición en cuanto tal:

«Beatísimo Padre: Desde hace ya algunos años, Felipe Manuel de Gondi conde de Joigny, viendo por su piedad y caridad que en muchos lugares los pobres campesinos carecen de todo consuelo espiritual y no tienen quienes les enseñen las cosas necesarias para la salvación de sus almas dio de sus propios bienes la cantidad de 45.000 libras para emplearlas en bienes estables y así fundar la Congregación o Compañía de Sacerdotes Seculares, quienes deben vivir bajo la jurisdicción y gobierno de un superior, elegido entre ellos, y para sufragar los gastos, sin esperanza de premio alguno, enseñar y educar a los campesinos en lo que a la fe católica, confesiones, predicaciones, administración de sacramentos con­cierne, según las necesidades, donde y cuando sean mandados por los ordinarios, quienes tendrán esta sola autoridad sobre dichos sacerdotes, ya congrega­dos, alrededor de 30 en la ciudad de París, dando feliz inicio a este instituto con el consentimiento y apro­bación del Arzobispo de París, del rey cristianísimo y del Parlamento. Se espera que, con la ayuda de Dios, pueda progresar, si es aprobado y confirmado por la Sede Apostólica.

Por ello, se suplica humildemente a V. B., conforme a la recomendación que ha hecho, con carta especial Su Majestad cristianísima, que se digne aprobar y confir­mar dicho instituto con las condiciones, reglas, órdenes que se contienen en el escrito adjunto y con otras gra­cias, indultos, privilegios necesarios para el manteni­miento y aumento del mismo y que se suelen conceder en caso semejante. Todo será para mayor gloria de Dios y bien del prójimo…»

El documento completo de petición entró en la Secretaría de la S. Congregación de Obispos y Regulares el 13 de febrero de 1632. Casi un año después, el 12 de enero de 1633, por la bula «Salvatoris Nostri», el Papa Urbano VIII concedió todo lo que se le pedía. La función del equipo misionero, la obra de las misiones, la «Misión» llegaba, finalmente, a ser Congregación de la Misión de una manera oficial, aprobada por la máxima autoridad de la Iglesia. Este acta pontificia delegaba en el Arzobispo de París y sus sucesores a perpetuidad para aprobar, en nombre y con la autoridad de la Santa Sede las reglas y constituciones que le fueran presentadas.

La Bula representaba el armazón consistente y definitivo, fundamento de la unidad institucional de la Congregación de la Misión. «Esta no era ya la simple misión de limitados horizontes de lugar y tiempo concebida en 1625 y confirmada por ‘Propaganda Fide’ en 1627, sino un instituto de derecho pontificio, exento y abierto a los anchos horizontes de la Iglesia universal. Nacía una entidad de singular originalidad canónica, puesto que, sin perder su carácter secular, el nuevo instituto obtenía la exención. Para san Vicente lo más importante era que su mensaje esencial: el pobre pueblo se condena, era aceptada por la Iglesia y se proveía al remedio de tan grave necesidad. No estamos ante el punto final de una obra humana, sino en el punto de partida de un proyecto de Dios para los pobres.

 

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