- Chátillon
Entre los meses de marzo o abril del mismo año 1617, Vicente llega a Chátillon-les-Dombes». Aunque los biógrafos más destacados no se ponen de acuerdo, ya que unos hablan de huida, mientras otros califican el acontecimiento como respuesta de Vicente al camino ya emprendido, lo cierto es que nuestro protagonista va a vivir en esta nueva parroquia una corta pero fecunda experiencia que va a marcar, al igual que Folléville, su trayectoria posterior.
«En Chátillon comienza por fin a ser Vicente de Paul el imitador del verdadero evangelizador de los pobres.
Tiene treinta y siete años cuando inicia ese nuevo rumbo No se desviará de él hasta su muerte a los ochenta». Es en Chátillon donde Vicente descubre que la misión entre el pueblo pobre no se limita a la evangelización sino que ha de complementarse con el alivio de sus miserias corporales mediante la caridad organizada. Desde esta complementariedad entre evangelización y servicio Vicente hablará siempre de Folléville y Chátillon come los hechos que han dado origen, respectivamente, a la Congregación de la Misión (1625) y a las Cofradías de la Caridad (1717) y a la Compañía de las Hijas de la Caridad (1633).
El actuar de Vicente de Paúl en Chátillon fue realmente polifacético. Al ser un lugar fronterizo con zona protestantes, algunas de las familias más importantes se hicieron calvinistas, de ahí que la situación espiritual de los habitantes era un tanto confusa y deplorable. Vicente tuvo que hacer un esfuerzo (por medio de las predicaciones y catequesis, y con la progresiva implantación de las reformas promovidas por el Concilio de Trento) para que el pueblo adquiriera una educación religiosa aceptable.
También organizó su propia vida sacerdotal, así como las costumbres, bastante relajadas y abusivas, de clero existente en el pueblo, ya que sabía que la reforma de éste pasaba necesariamente por la de los eclesiásticos.
Se preocupó de igual modo en realzar las celebraciones litúrgicas y de preparar debida y dignamente la recepción de los sacramentos.
Todas estas actividades, aun siendo importantes, no serán las que marquen de manera decisiva la vida posterior de Vicente de Paúl. Habrá otra experiencia que sí podemos calificar como motivadora para la misión posterior entre los más necesitados. Una de las características fundamentales del señor Vicente fue, y por eso llegó a ser santo, que dejó que Dios pusiera y dispusiera de él desde Chátillon hasta su muerte. Pero ¿qué es lo que Dios le propuso en Chátillon sin él buscarlo ni plantearlo de antemano?44
«Yo era cura, aunque indigno, en una pequeña parroquia… Vinieron a decirme que había un pobre enfermo y muy mal atendido en una pobre casa de campo, y esto cuando estaba a punto de tener que ir a predicar. Me hablaron de su enfermedad y de su pobreza de tal forma que, lleno de gran compasión, lo recomendé con tanto interés y con tal sentimiento que todas las señoras se vieron impresionadas. Salieron de la ciudad más de cincuenta; y yo hice como los demás; lo visité y lo encontré en tal estado que creí conveniente confesarlo; y cuando llevaba el Santísimo Sacramento, encontré algunos grupos de mujeres y Dios me dio este pensamiento: «¿No se podría intentar reunir a estas buenas señoras y exhortarles a entregarse a Dios, para servir a los pobres enfermos?» A continuación, les indiqué que se podrían socorrer estas grandes necesidades con mucha facilidad. Inmediatamente se decidieron a ello.
«Estos pobres enfermos han recibido hoy de golpe provisiones de sobra. Parte de ellas se les estropearán y mañana se encontrarán en su primitivo estado. Esta caridad no está bien ordenada».
Como era necesario organizarla, tres días más tarde el miércoles 23 de agosto, Vicente ponía en marcha su proyecto: «En el día de hoy, 23 de agosto de 1617, las señoras abajo mencionadas, se han asociado caritativamente para asistir a los pobres enfermos de la presente villa de Chátillon, por turno, habiendo resuelto de común acuerdo que una de ellas se hará cargo, durante todo un día solamente, de todos aquellos que hayan avisado; y conjuntamente, tener cuidado de prestarles ayuda. Se proponen dos fines, a saber: ayudar al cuerpo y al alma al cuerpo dando alimentos, cuidándolos y al alma disponiéndoles a bien morir a los que están para ello o a vivir cristianamente si se curan… Después de ésta [una de las señoras], la señora del castillo comenzará de nuevo los cuidados para otro turno y así las otras, alternándose, según el orden establecido, teniendo en cuenta que, cuando una no pueda, por cualquier causa justa, darse a esta santa obra en su turno, lo dirá y advertirá el día antes a la que le sigue con el fin de que la sustituya, encargándose del servicio a los pobres en ese día; lo que no se negará a hacer, si puede, y haciéndolo, ella quedará libre al día siguiente en el que le correspondería según el orden establecido…».
Se conservan otros documentos sobre las Caridades que van matizando detalladamente aspectos de fundamento y organización de la nueva asociación. Tomemos un ejemplo, para ver hasta dónde llega la previsión y la ternura de Vicente de Paúl en las normas para el servicio material del enfermo: «La que esté de día, después de haber tomado lo necesario de la tesorera para poder darles a los pobres la comida de aquel día, preparará los alimentos, se los llevará a los enfermos, les saludará cuando llegue con alegría y caridad, acomodará la mesita sobre la cama, pondrá encima un mantel, un vaso, la cuchara y pan, hará lavar las manos al enfermo y rezará el Benedícite, echará el potaje en una escudilla y pondrá la carne en un plato, acomodándolo todo en dicha mesita; luego invitará caritativamente al enfermo a comer, por amor de Dios y de su santa Madre, todo ello con mucho cariño, como si se tratase de su propio hijo, o mejor dicho de Dios, que considera como hecho a sí mismo el bien que se le hace a los pobres. Le dirá algunas palabritas sobre Nuestro Señor; con este propósito, procurará alegrarle si lo encuentra muy desolado, le cortará en trozos la carne, le echará de beber, y después de Haberlo ya preparado todo para que coma, si todavía hay alguno después de él, lo dejará para ir a buscar al otro y tratarlo del mismo modo, acordándose de empezar siempre por aquel que tenga consigo a alguna persona y de acabar con los que están solos, a fin de poder estar con ellos más tiempo, luego volverá por la tarde a llevarles la cena con el mismo orden que ya hemos dicho».
Tres meses después de comenzar a funcionar la Caridad, Vicente de Paúl concluye el Reglamento que es aprobado por el Arzobispo de Lyon. El decreto de erección fue firmado el 8 de diciembre de 1617 en la capilla del hospital de la ciudad de Chatillon.
Al comienzo del Reglamento, Vicente deja claro el principio animador de su propia vida: La caridad para con el prójimo es una señal infalible de los verdaderos hijos de Dios. Esta verdad será la que impulse las demás obras que vendrán después.
A este primer Reglamento de Vicente de Paúl seguirán otros producidos por su genio organizador para dar cuerpo y solidez a sus obras. Este que se gestó en Chátillon, el más antiguo, será el que revele con nitidez qué clase de hombre había llegado a ser a sus 37 años y cuáles eran las ideas que iban a regir su vida hasta su muerte.
En la corta experiencia de Chátillon, Vicente pondrá en práctica todas las dimensiones del apostolado que irá haciendo vida en los años siguientes: dar misiones, instruir al pueblo, reformar el clero y las costumbres desenfocadas, atraer herejes, asistir a los pobres. En una palabra, como dice J. M. Román: «evangelizar a los pobres en toda la amplitud exigida por esa dedicación evangélica».
Cuando la Cofradía ya funcionaba por sí sola, dos semanas después del reconocimiento oficial, su inventor y promotor tuvo que marchar de Chátillon para no volver más. Pero no por eso dejó de funcionar aquella recién creada asociación.
Recordemos que el señor Vicente había dejado meses antes la casa de los Gondi, pero los señores (especialmente la señora condesa) no se dieron por vencidos y esperaban ardientemente el regreso del confesor y preceptor. Así lo testimonian las cuatro cartas de las que tenemos referencia entre el matrimonio y Vicente de Paúl. Destacamos algunas líneas que dejan clara la insistencia de la señora:
… y pido a Dios y a la Santa Virgen que le devuelva a nuestra casa, por la salud de nuestra familia y de otras muchas, con las que usted podrá ejercer su caridad… Si después de todo me rehúsa, le cargaré ante Dios de todo lo que me suceda y de todo el bien que deje de hacer, privada de su ayuda»».
Otras cartas parecidas tuvo que leer Vicente enviadas esta vez por el cardenal de Retz, por el señor de Bérulle, por los hijos de los Gondi, por los principales oficiales de la casa, por parientes próximos y otras muchas personas.
El señor Vicente, después de aconsejarse con el superior del Oratorio de Lyon, decidió regresar a París. Llegó a la capital el 23 de diciembre. Sin pérdida de tiempo fue a aconsejarse del padre Bérulle y de otros amigos, y al día siguiente se presentó, por segunda vez, en la residencia de la señora de Gondi, «quien le recibió como un ángel del cielo».
Chátillon recordaría siempre a aquel párroco como un santo pastor. La memoria que hicieron ante notario algunos notables del pueblo el año 1665 sobre la corta estancia del sacerdote Vicente, concluye con es palabras: «Los abajo firmantes reconocen que sería imposible señalar todo lo que se llevó a cabo en tan poco tiempo obra del Padre Vicente, y que hasta sería difícil de creerlo, si ellos mismos no lo hubieran visto y oído. Tienen de él tan alta estima que sólo hablan del mismo como de santo. Publican en alta voz que jamás han tenido ni tendrán un párroco semejante, a pesar de que tuvo que abandonarlos tan pronto. Creen que hay motivos suficientes para canonizarlo solamente por lo que hizo en Chátillon y no dudan de que, si en todas partes se ha portado de la misma manera, llegará a serlo algún día».
Con esta nueva página de la vida de Vicente de Paúl concluía el fructífero y revelador año 1617. El ya maduro sacerdote ha descubierto su verdadera vocación que ahora ha vuelto a París no es el mismo que despedía unos meses antes con lágrimas Margarita de Silly, condesa de Gondi. Dios ha cambiado a este hombre.
Vicente seguiría actuando como director espiritual la señora, pero no volvía para seguir siendo preceptor de los niños. Se dedicó a misionar a los campesinos de las tierras de los Gondi y a establecer en sus localidades cofradías de la caridad al estilo de la fundada en Chátillon.
Las consecuencias de la experiencia de Chátillon son evidentes:
- El misionero, encargado de llevar la Buena Nueva la pobre gente, debe saber hacer frente, y de una manera inmediata, a las urgencias y proveer para que se organicen socorros materiales.
- Los seglares son eficaces y generosos, insustituibles agentes de evangelización.
- No es posible separar la Misión de la Caridad: el verdadero pecador sería aquel que no percibiera la miseria».
- El alma no puede separarse del cuerpo. Hay que cuidar los cuerpos si querernos alcanzar las almas.
- Para actuar eficazmente, importa la organización.
«Es EN LA MISIÓN DONDE DIOS NOS QUIERE»
A partir de 1617, Vicente predicará misiones en cada una de las aldeas de los Gondi y formará en ellas los equipos de laicos para ir en ayuda de los enfermos pobres. Misiones rurales y cofradías para los enfermos pobres, a domicilio, van a ser, en cierta manera, los dos ejes de su acción pastoral y social.
Pero aunque de momento san Vicente sólo se dirige a los pobres de un mundo rural, desde ahora y hasta la muerte los acontecimientos van a llevarlo a extender su mirada hasta los confines del mundo.
Al año siguiente continúa predicando misiones en diversas aldeas y pueblos. Es en Joigny donde, visitando un pequeño hospital, se da cuenta de que los enfermos hospitalizados están igualmente entre los más desheredados.
Por influencia del señor de Gondi, en 1619 Vicente es nombrado capellán general de las Galeras. Esta realidad le acercará a una nueva forma de miseria».
Por este tiempo se encuentra Vicente de Paúl con san Francisco de Sales. Ambos se estiman y se comprenden al instante. Francisco de Sales, antes de ausentarse de París, no duda en confiar a Vicente su fundación (1610): la Visitación.
Siguen las misiones y junto a ellas la fundación de cofradías que van adquiriendo nuevas formas ante las diversas situaciones de miseria: niños pobres sin educación, ancianos, adultos sin trabajo, huérfanos, viudas hasta los llamados pobres vergonzantes, los arruinados por las guerras.
Vicente va reafirmándose en su opción. Lo resaltará el mismo años más tarde para animar a sus misioneros en la vocación.







