Vicente de Paúl: Patrón y Cliente

Francisco Javier Fernández ChentoVicente de PaúlLeave a Comment

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Author: Guy Norman Hartcher, C.M. · Translator: Máximo Agustín, C.M.. · Year of first publication: 2008 · Source: Vincentiana, Julio-Agosto 2008.
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Para comprender al Sr. Vicente de Paúl como evangelizador y tra­bajador por los pobres debemos comprender el mundo socio-político en el que vivió. Fue un trabajador de la caridad política, a la vez liberada y restringida por el mundo político Francés de su tiempo. Su vida y trabajo sostienen la hipótesis de que el carisma vicenciano es revolucionario en sus fines, pero que sus métodos trabajan dentro de las estructuras sociales existentes, apuntando a transformarlas en el servicio de los pobres. Dos elementos de la sociedad de Vicente encuadran el mundo en el que vivió. Son la naturaleza fundamental­mente jerárquica de la cultura y el sistema de patronato que sumi­nistraba esa cultura, con un sistema operativo que iba a reemplazar el feudalismo ya casi difunto por entonces.

Una sociedad fundamentalmente jerárquica

Como con la mayor parte de las sociedades jerárquicas, el naci­miento era el principal indicador en el mundo de Vicente. La situa­ción de un individuo en la sociedad quedaba fijada por quiénes eran sus padres. De nada servían cuáles fueran sus realizaciones, esa per­sona quedaba marcada de por vida por su status de nacimiento. El encasillamiento operaba en ambas direcciones. Las familias nobles que habían perdido el crédito o perdido tierras y fondos podían con­tar todavía con su status al menos durante dos generaciones. Los campesinos que habían logrado elevarse, por talento o fortuna, a posiciones más altas de la sociedad eran una rareza y podían verse sometidos a hostilidad abierta y oculta, críticas y discriminación. Cuando el Cardenal Mazarino1 se burlaba de Vicente por sus pobres vestidos en la corte2 estaba haciendo varias cosas a la vez. Iba ganando puntos frente a un oponente a veces, en los interminables juegos políticos en busca de dominio. Estaba «poniendo en su sitio» a alguien que representaba una visión política consistente que Maza­rino compartía tan sólo ocasionalmente. Pero la oculta realidad era que Vicente era un campesino — una vez campesino, campesino siempre — y por lo tanto un blanco legítimo. Y desde luego que Vicente no sólo lo admitía sino que se presentaba como tal con entera espontaneidad.3

Parte de la razón por la que un campesino era un blanco era que la sociedad entendía el orden social como un orden divino. La per­cepción era que cada persona estaba colocada por dios en el lugar que mejor les serviría en su búsqueda del Cielo. Así que cada per­sona debería trabajar por su salvación en el contexto en que Dios los había situado.4

El Sistema de Patronato

La Iglesia operaba dentro de la estructura político-social que era feudal y Cristiana. Los Obispos juraban fidelidad a los reyes y a su vez tenían vasallos eclesiásticos y seglares quienes juraban a los Obis­pos. Al propio tiempo la estructura feudal de la Iglesia corría paralela a la civil, y en esto, su propia esfera, esa estructura particular se apli­caba a los elementos tanto espirituales como materiales. La crisis de las Investiduras5 del siglo XI había dejado claro lo que se debía al César y lo debido a Dios — si bien siempre hubo ocasiones de esta­llidos en luchas de intereses competitivos. Pero hablando en general el modelo político dentro de la Iglesia y entre la Iglesia y la sociedad secular había cesado a finales de aquel siglo.

Pero Vicente vivió siglos después, en medio del periodo de transi­ción durante el cual un feudalismo moribundo quedó desplazado gradualmente por el temprano estado moderno. Francia fue el estado pionero en el que ocurrió esa transformación. Y el instrumento socio-político por el que esa transición llegó a realizarse fue la rela­ción patrón-cliente,6 sistema que es a la vez una supervivencia y un sucesor del sistema feudal. Dentro del sistema feudal cada señor era también un vasallo — al menos en teoría. Excepto en el más ínfimo nivel, cada vasallo tenía vasallos.7 Y por supuesto los derechos y deberes les eran leídos con toda claridad a todos los participantes. Cuando la balanza se inclinó hacia el centro y el rey adquirió más poder, se necesitaron diferentes mecanismos para el ejercicio de esos poderes. Esto no era nada nuevo en el siglo de Vicente. A pesar de todo la burocratización necesaria para el desarrollo del primer estado moderno no había evolucionado aún hasta el punto de poder llevar todo el peso. Así que se necesitó un sistema de gobierno intermedio.

El sistema de patronato llenó ese vacío. No es exagerado decir que los patrones y sus clientes dirigieron todos los niveles de la sociedad Francesa. Como los antepasados de los reyes habían tenido vasallos para ejecutar sus órdenes, así también los reyes del siglo XVII tenían clientes para hacer frente a sus necesidades. La familia real tenía familias de clientes, lo mismo que clientes individuales, que servían a cambio de protección y ascenso. Algunas relaciones de éstas duraron generaciones como lo había hecho el vasallaje. En otros casos un particular con talento sería «adoptado» como cliente; ese servicio podía durar toda una vida, pero podía durar tan sólo breve tiempo.

Los clientes de más alto nivel naturalmente se convertían en patrones de los clientes suyos propios, extendiendo poder y protec­ción a su clientes a cambio del servicio.8 Un cliente con suerte, que podía haber comenzado desde un puesto muy humilde, realizando tareas bajas para el patrón, podía escalar puestos, adquiriendo riqueza, regalos, poder y sirviendo al patrón de manera cada vez más significativa. Las recompensas que el cliente recibía eran también los instrumentos con los que ese cliente podía trabajar por los intereses del patrón a un nivel más alto. Y por supuesto si el cliente lo conse­guía, o bien sus tareas eran reducidas por el patrón a un nivel en el que podía tener éxito (y con ello, mantener su posición) o podría ser descartado, en la manera que no lo podría haber sido un vasallo. El clientelismo era un status mucho menos formal (y mucho menos claro) de lo que lo había sido el vasallaje. Las obligaciones del cliente no estaban escritas, y variaban a cada instante.

La evolución del sistema de patronato en este periodo fue rá­pida. Los esfuerzos de la corona, en especial durante el reinado de Luis XIV, y los de una corte particularmente capaz, encabezados por el Cardenal Mazarino, aseguraron que aparecieran constantes variaciones en el método básico. Gradualmente se dejaron ver los pri­meros pasos de una burocracia, y cuando esto sucedió, descendió en proporción la necesidad de clientela.9

La participación de Vicente de Paúl en el sistema de patronato no incluyó elementos de parentesco. Parece ser que nunca promovió los intereses de su familia de este modo. En cuanto a las esperanzas que tenía su familia al principio de su carrera, sus convicciones no le per­mitieron servirles de ayuda cuando su carrera se había desarrollado hasta el punto que podía haberlos beneficiado. Como cliente se vio a menudo favorecido de relaciones parentales entre sus distintos patro­nes — los de Gondi por ejemplo.10

Otro aspecto del sistema que necesita ser examinado en términos de la participación de Vicente es el papel de la clientela en tender puentes entre lo local y lo nacional,11 económica y políticamente. Familias e individuos que eran muy poderosos en sus propias provin­cias podían todavía estar faltos de influencia en la corte. Verdad que a la nobleza regional que eran dominante en su región le podía faltar influencia en los niveles más estratificados del gobierno real. Asegu­rarse semejante influencia podía tener lugar en ambas direcciones. Un noble regional podía adquirir un cliente en la administración real que podía actuar como conducto de información para él o para ella y que pudiera ejercer influencia en interés de ellos. Alternativamente él o ella podían adquirir un patrón, en la persona del rey, un miembro de la familia real, o uno de los ministros reales. Para alguien de los más distantes lugares del reino, establecer la correcta conexión podría ser difícil, así el papel de corredor llegó a ser importante.12 La tarea del corredor fue doble. Él o ella13 pasaban información arriba y abajo de la escala del patronato, y a menudo más importante, hacían recomendaciones en cuanto a la política y al personal. Un cliente que pudiera recomendar una acción política que resultara un éxito ganaba notablemente en influencia, y con frecuencia en forma de recompensas y promociones. Un cliente que recomendara a un can­didato idóneo para un puesto particular, y cuyo candidato resultara bueno, no sólo se ganaba más influencia con el patrón. él o ella tam­bién lograban que a un protegido suyo le dieran el puesto. Ese nuevo cliente de su patrón común contraía una deuda con el corredor, una deuda que el corredor podía reclamar en información o bien otros servicios en fecha posterior. De esta forma el talento que en el mundo moderno podría llamarse «contacto» estaba estrechamente relacionado con los talentos que necesitaba el afortunado corredor en el sistema de clientela.

Entre otros papeles desempeñados por el Consejo de Conciencia estaba el de corretaje. El Consejo era consultivo para la Reina, y tenía que ver en los asuntos religiosos de importancia general para ella y para el reino. Pero el nombramiento de Obispos y Abades y Abadesas era una de sus responsabilidades con más carga política y religiosa. Aunque Mazarino era el Presidente del Consejo y varios obispos figuraban entre sus miembros, Vicente parece haber estado entre sus miembros más influyentes, a causa de la consideración que tenía la Reina con él, su confesor. La intención de Vicente en el Con­sejo era favorecer la reforma de la Iglesia y la calidad de su dirección. Suya era la innovación por la que el Consejo adoptó criterios según los cuales se podían hacer los nombramientos, tales como la regla que un candidato al episcopado debía llevar un año por lo menos de sacerdote.14

No era sólo la postura espiritual de Vicente la que le hizo el miem­bro más respetado del Consejo. Sus conexiones por todo el reino, y los informes de sus cohermanos que trabajaban en diferentes provin­cias en las misiones de parroquias hacían suponer que tenía conoci­miento, bueno y malo, de candidatos de todo el reino, más bien que tan sólo de los candidatos cuyas familias tenían conexiones con la corte. Su trabajo en el Consejo sirve también como ejemplo intere­sante del modo como se fue transformando gradualmente el sistema de clientelismo en una burocracia semipermanente. El estableci­miento de criterios generales para nombramientos y la puesta en práctica de esos criterios son indicadores del profesionalismo cre­ciente del gobierno del reino, y por consiguiente del paso del sistema de clientes.

El compromiso de Vicente en la casa de la Reina Ana de Austria como cliente de un miembro de la familia real que tenía patronato que conceder, le dio un puesto de posible influencia. Los miembros de su casa eran a la vez sirvientes y cumplidores de su voluntad. Por medio de ellos, ella mantenía un nivel de independencia del Cardenal y del rey. El largo compromiso en la casa de una de las grandes fami­lias, la de los de Gondi, le colocó en un puesto para ejercer influencia a través de ellos y a través de sus parientes y aliados.

Patronato en la vida de Vicente

Es de notar particularmente que el clero comenzaba frecuente­mente sus carreras en las casas de mujeres nobles. Richelieu mismo empezó su ascenso al poder y prominencia cuando fue nombrado gran limosnero en la casa de Ana de Austria.15 Le llevó algún tiempo y considerables maniobras antes de poder usar ese nombramiento y entrar en la casa de María de Médicis, posición que le acercaba más a los centros del poder. Vicente de Paúl comenzó como uno de los secretarios en la casa de Margarita de Valois, primera esposa de Enrique IV.16 Aunque Margarita ya no era Reina, todavía era una figura poderosa en la vida política y social francesa, y el éxito de Vicente en asegurarse un puesto en su corte fue su primer paso acertado dentro de la escena nacional. Se aseguró el puesto a través de un corredor, si bien hay discusiones sobre quién fue éste, si el Sr. Antoine de Clerc de la Fôret o, según Abelly, el Sr. Charles du Fresne, secretario de la Reina.17 Éste fue un paso maestro hacia una carrera con futuro.

Entretanto Vicente había pasado la crisis de fe que transformó su vida y había adoptado al Cardenal Pedro de Bérulle como su guía y patrón. Presumiblemente fue la transformación de fe la que llevó a Vicente a trasladar su clientelismo de Margarita de Valois al Carde­nal. De Bérulle era por cierto una de las figuras espirituales más sig­nificativas de la escuela espiritual francesa; se puede deducir que era el padre de la escuela de espiritualidad por sus escritos, su introduc­ción de las Carmelitas reformadas en Francia, el grupo del clero reformador que él mismo reunió de sus cercanías, y su fundación en París del Oratorio, una versión francesa del Oratorio italiano de Felipe Neri.18

Por medio de su patrón, el Cardenal, Vicente fue párroco de la parroquia de Clichy-la-Garenne, una próspera ciudad campestre en la que ejerció el ministerio pastoral por primera vez. Y luego, apenas un año después, a instancias de su patrón, Vicente dejó la parroquia para ser tutor de los hijos de Francisco Manuel de Gondi,19 Marqués de las Golden Isles, Conde de Joigny, Barón de Montmirail, y General de las Galeras, y de su esposa Francisca Margarita de Silly. Por el resto de su vida siguió siendo cliente de la familia de los de Gondi. En los primeros años de Bérulle continuó teniendo influencia sobre él, pero muy pronto comenzó Vicente a influir en la Señora de Gondi, y poco después en su esposo también. Los beneficios le llovieron encima20 — recompensas para el afortunado cliente cuyo trabajo es reconocido por el patrón. Pero para entonces ya era un hombre dis­tinto. Tanto que cuando tuvo su revelación en Folleville en 1617, sus relaciones personales se habían cambiado en ambición por el Evan­gelio. Y por supuesto no fue sólo Vicente quien se quedó de piedra por la ignorancia de la gente que arriesgaban su salvación no confe­sando sus pecados. La Sra. de Gondi quedó más fuertemente impre­sionada. Así el famoso sermón de misión del 25 de enero de 1617, desde cuya fecha Vicente insistió en que había comenzado la misión, y en la que descubrió la meta de su vida de predicar el evangelio a los pobres del campo, comenzó el proceso del que ocho años más tarde se fundó la Congregación de la Misión. Pero este trabajo de fundación fue en sí un trabajo de sus patrones. Los fundadores de la Congregación fueron legalmente Felipe Manuel de Gondi y la Sra. Francisca Margarita. Las inspiraciones para la fundación fueron la Sra. de Gondi y Vicente. El contrato y la financiación, y las prime­ras oportunidades todas corrieron a cargo de los de Gondis. Mientras Vicente fue director de la Congregación de por vida, él seguía siendo tutor de los niños de los de Gondi y más tarde capellán de la familia de Gondi. Claro ejemplo del modo como Vicente iba a usar del sis­tema de patronato por el resto de su vida. Como las necesidades de los pobres le llamaban, así él alistaría a sus propios patrones y a otros patrones auxiliares para el servicio de aquellos pobres. La Duquesa de Aiguillon,21 la sobrina del Cardenal Richelieu, se convir­tió en patrón secundario a largo plazo para el trabajo de la Misión. Sus fondos y ayuda siempre estaban al alcance de la mano, conver­tidos en recursos a medida que el trabajo de la Misión se iba exten­diendo por Francia en los 1630 y 1640.

La familia de de Gondi22 misma demuestra el uso eficaz del sis­tema de patronato. Italiano en origen, el primer antepasado francés de Felipe Manuel, su bisabuelo Antonio, que había comenzado la vida como un banquero florentino, aseguró las fortunas de la fami­lia cuando fue nombrado Administrador del joven Delfín Enrique III al principio del siglo XVI. Al hacerlo se convirtió en un cliente de la Reina Catalina de Médicis. Su esposa reforzó la relación llegan­do a ser la institutriz real. Las carreras de sus otros dos hijos indi­can el talento con el que sus padres habían servido a su patrón, y el continuo desarrollo de la familia a través de las próximas po­cas generaciones, indica que los talentos y juicio eran heredados en la familia.23

El nieto mayor de Antonio, Alberto llegó a ser Marqués, General de las Galeras y Mariscal de Francia, y más tarde en su vida Du­que de Retz. En diferentes épocas fue gobernador de tres Provin­cias distintas.24 En un paso hacia la promoción de la familia, que es demasiado simétrico para no ser deliberado, el segundo nieto de Antonio, Pedro fue Obispo de Langres, y más tarde Obispo de París. Suficientemente comprometido en la política real para ser confidente de Enrique IV, se le confiaron las negociaciones con el papa Cle­mente VIII para conseguir el perdón por su pecado de herejía. Lue­go negoció para Enrique la anulación de su matrimonio con Mar­garita de Valois. Como recompensa de estos éxitos llegó a ser Carde­nal de Retz.

Alberto tenía diez hijos. En una carrera en marcha siempre ascen­dente, su hijo Carlos, segundo Duque de Retz, casó con un miembro de la familia real, Margarita de Orléans. Felipe Manuel heredó los títulos secundarios de Marqués de las Golden Isles y Conde de Joigny, así como la carrera militar y el Generalato de las Galeras.

El ala eclesiástica de los «negocios» de familia se continuó con los otros dos hijos de Alberto. Enrique fue obispo Coadjutor de su tío Pedro en 1596, le sucedió y luego fue el primer Cardenal de Retz. Su hermano más joven Juan Francisco, profesó como Capuchino y suce­dió a Enrique como Obispo de París en 1623. Llegó a ser el primer Arzobispo de París cuando la sede fue promovida a Metropolitana.

Cuando Vicente se convirtió en cliente del General de las Galeras, la familia de Gondi se clasificó entre los Grandes Señores del reino.

Aun cuando Felipe Manuel entró en el Oratorio de de Bérulle en 1627 después de la muerte de su esposa, continuó ejerciendo influencia a favor de la familia, a favor de su cliente, Vicente de Paúl, y a favor del Oratorio de su superior el Cardenal.

Desde el punto de vista de Vicente, aún tras la muerte de la Sra. de Gondi y el retiro de Felipe Manuel, como cliente de la familia, podía aún ejercer influencia. De particular importancia para el desa­rrollo de la Congregación de la Misión, las Damas de la Caridad y las Hijas de la Caridad, era la influencia que podía ejercer dentro de la Archidiócesis de París. Una serie de aprobaciones para las diferentes Reglas y demás documentos legales fueron fácilmente obtenidos de Juan Francisco, y después de Juan Francisco Paul, el segundo Carde­nal de Retz y Arzobispo Coadjutor de París desde 1643. Vicente había sido tutor suyo como de los demás hijos de Felipe Manuel. Juan Francisco Paul puede ser considerado como uno de los fracasos de Vicente. Su ambición, sus maniobras políticas y sus relaciones sexua­les le hacían un príncipe-obispo a la antigua usanza más que al estilo reformado del Concilio de Trento. No obstante, la relación de su familia con Vicente y el interés de Vicente en él y los esfuerzos a favor suyo aseguraban que el Arzobispo continuaba actuando como patrón de Vicente y apoyaba sus obras a cambio del clientelismo de Vicente.

El apostolado de Vicente entre los esclavos de la galera era uno de los más nobles y de los más frustrantes de sus muchas iniciativas apostólicas. Fue también uno en el que los trabajos del clientelismo son rápidamente visibles. Vicente mismo fue nombrado Capellán de Real de las Galeras en 1619 y siguió en el puesto durante toda su vida. El nombramiento fue hecho directamente por el General de las Galeras que era desde luego el patrón de Vicente. Las galeras eran una de las principales armas de la influencia militar francesa en le Mediterráneo, y a medida que transcurría el siglo y los conflictos con España y los problemas producidos al comercio Mediterráneo por los corsarios de del norte de África crecieron, la importancia de las gale­ras creció también. Los remeros de las galeras eran criminales sen­tenciados al remo por un periodo de tiempo. Mientras crecían las necesidades de la flota, las sentencias se alargaban y se aplicaban a más clases de crímenes para asegurar que la flota dispusiera de sufi­cientes remeros. Las condiciones eran tan severas que el servicio en las galeras era muchas veces equivalente a una sentencia de muerte.

Según su estilo acostumbrado Vicente se movió inicialmente muy despacio y gradualmente hasta que hubo calado la extensión del pro­blema y vislumbró su solución. Antes de 1639 sus esfuerzos eran fragmentados y apuntaban a las mejoras de las peores situaciones a las que se enfrentaban los prisioneros25 de manera que sus esfuerzos simplemente no hicieron sino aumentar la lista de los que de los que trabajaban por los convictos.

Luego en 1639 un enorme legado (6000 libras) de la propiedad del Sr. Corneil, Presidente del Ministerio de Finanzas, y destinado a ali­viar las condiciones de los esclavos de galeras, proporcionó el recurso inicial y el ímpetu con vistas a un asalto mayor a todo el problema. Primero las Hijas de la Caridad fueron enviadas a cuidar del bienes­tar material de los convictos, que fue un trabajo bien peligroso y difí­cil. Luego se organizó en Marsella una misión a gran escala para todas las galeras a la vez. Cinco vicentinos dirigidos por el fiel cola­borador de Vicente, Sr. Francisco du Coudray, fueron ayudados por Jesuitas y Oratorianos, el Obispo y clero de la diócesis. Pero esto, eran ejercicios en el manejo de la crisis. El próximo estadio, siguien­do la pauta usual de Vicente, fue mejorar permanentemente la situa­ción. Así que dos proyectos de construcción ocuparon la primera mitad de 1640 — la construcción de un hospital para los convictos en Marsella, y la fundación de una casa de la Misión para proporcionar ayuda espiritual a los esclavos de galera, incluyendo misiones cada cinco años. El puesto de Capellán Real, con derecho a nombramiento de capellanes para las galeras, fue otorgado a perpetuidad al Supe­rior de la Congregación de la Misión, y delegado por Vicente al sacer­dote encargado de la casa de Marsella.26 El trabajo continuó siendo difícil y peligroso. Las Hijas de la Caridad y los Vicentinos y algunos del clero que asistieron a la misión inicial (incluido el Obispo de Marsella) murieron de varias pestes y enfermedades contagiadas por los convictos.

Esto en cuanto al problema. ¿Qué tuvo que ver el sistema de patronato con ello? El nombramiento inicial de Vicente fue un acto de directo patronato por Felipe Manuel, General de las Galeras. El trabajo subsiguiente de nombrar capellanes fue también un trabajo de patronato — Vicente como patrón nombraba clientes suyos del clero para los puestos. Algunos eran Vicentinos, otros sacerdotes del clero local. Una variación significativa en la operación acostumbrada del sistema ocurrió después del retiro de Felipe Manuel, cuando los de Gondi perdieron el puesto de General de las Galeras, contra la facción liderada por el Cardenal Richelieu, quien se lo pasó a su so­brino el Duque de Richelieu. En el normal desarrollo de los sucesos, la Capellanía Real también habría cambiado de manos a favor de un cliente del Duque. Pero por entonces Vicente había conseguido sufi­ciente status de manera que podía reclamar conexiones con todas las partes de la lucha política y patronal. En la reconstrucción de los edificios para los esclavos de las galeras y su cuidado Vicente actuó como coordinador, y comprometió patrones de todos los bandos de la escena aristocrática. Y asi la reina contribuyó con fondos como lo hizo la duquesa de Aiguillon y, probablemente a través de su agencia, el mismo Cardenal. Con la corona, el primer ministro del Rey, el par­tido del Cardenal, y la oposición representada por el propio Vicente y apoyada por el Cardenal de Retz, quien no había empezado aún a perder poder, Vicente había reclutado a los mejores jugadores para llevar a cabo la gran obra. Así Vicente, una vez más, tomó el modelo predominante y lo acomodó a una forma que podía llenar sus espe­ranzas en él y en bien del Evangelio

Los escritos sobre Vicente a veces parecen dar por supuesto que era un agente independiente, responsable sólo ante el Papa y el Rey. Pero los ejemplos que he citado (y pueden encontrar eco en sus demás actividades cuando se analizan de cerca) demuestran que estaba enredado en un sistema socio-político de cooperativa. Su habilidad para usar los sistemas estructurales del gobierno y de la sociedad en apoyo de sus metas revolucionarias, es lo que le hizo tan formidable. Sus hijos e hijas espirituales tienen que aprender sus habilidades de análisis cuidadoso y de compromiso en los sistemas políticos y sociales equivalentes del siglo XXI.

  1. Para relaciones entre Vicente y el Cardenal Mazarino véase JOSÉ MARÍA ROMÁN, St. Vincent de Paul: A Biography, Londres 1999, pp. 137-140.
  2. Ibid., p. 540.
  3. ROMÁN, op. cit.
  4. La mejor inteligencia del Ordo social — el clásico de GEOGE DUBY, The Three Orders: Feudal Society Imagined, Chicago 1980, especialmente pp. 66-75.
  5. UTA-RENATE BLUMENTHAL, The Investiture Controversy: Church and Monarchy from de Ninth to the Twelfth Century, Philadelphia 1988, especial­mente pp. 106-134.
  6. Un ejemplo claro y específico de las obras de esa relación se puede ver en DAVID S. LUX, Patronage and Royal Science in Seventeenth Ccentury France, Ithaca 1989, pp. 9-22.
  7. ROBERT BARTLELETT, The Making of Europe: Conquest, Colonisation and Cultural Change 950-1350, Londres 1994, pp. 45-47 y 50-55.
  8. Un buen análisis del trabajo de clientelismo político es «Patronage and Politics During the Fronde», de SHARON KETTERING en French Historical Studies 14, Nº 3, 1986, pp. 409-441.
  9. SHARON KETTERING en «Patronage and Politics During the Fronde», p. 437 de Patronage. Notar en el mismo lugar el aserto de Lawrence Stone de que un proceso similar estaba ocurriendo en Inglaterra al mismo tiempo.
  10. Nótese que la tensa relación de Vicente con el Cardenal Mazarino surgió de los conflictos y rivalidades de Mazarino con la facción que contaba a los de Gondi entre sus partidarios.
  11. Las actividades del Conde de Alais actuando por cartas para asegurarse ayuda para sus clientes y amigos (notar la imprecisa terminología — «amigo» y «cliente» ambos usan «amigo») a quienes faltaba influencia en la corte — p. 140 en «Friendship and Clientage in Early Modern France» de SHARON KETTERING en Patronage.
  12. «The Historical Development of Political Clientelism», VII, 425-426 de KETTERING en Patronage.
  13. Y esposas, madres y hermanas con frecuencia actuaban como sponsors y brokers — y no sólo dentro de la familia. Véase «The Patronage Power of Early Modern French Noblewomen», V, 817-841, de SHARON KETTERING en Patronage.
  14. ROMÁN, op. cit., p. 544.
  15. ELIZABETH MARVICK en The Young Richelieu, 173-175.
  16. SHARON STONE en «The Patronage Power of the Early Modern French Noblewomen», op. cit., p. 830.
  17. ROMÁN, op. cit., p. 94.
  18. ROMÁN, op. cit., pp. 96-98.
  19. PUJO, op. cit, pp. 47-50.
  20. La parroquia de Gamches en Rouen, y una canonjía de Ecouis.
  21. ROMÁN, op. cit., pp. 292-294.
  22. ROMÁN, op. cit., pp. 107-109.
  23. Para un excelente, y completo, árbol de familia de Gondi durante cinco generaciones véase la guarda J.H.M. SALMON en Cardinal de Retz: The Anatomy of a Conspiratorm Londres 1969.
  24. Provenza, Metz y Nantes.
  25. Los Misioneros condujeron Misiones a favor de los presos en París antes de que fueran enviados al sur a las galeras. Él intentó varias negociaciones para facilitar visitas por diferentes grupos caritativos, y dos veces aseguró mejores cuarteles en París para los que esperaban traslado a Marsella.
  26. ROMÁN, op. cit., pp. 497-502.

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