Vicente de Paúl, Documento 017: Sermón De San Vicente Sobre El Catecismo

Francisco Javier Fernández ChentoEscritos de Vicente de PaúlLeave a Comment

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Author: Vicente de Paúl .
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No subo al púlpito para dirigiros un sermón según costumbre, sino para deciros unas cuantas cosas sobre el catecismo ya que el señor conde así lo desea, con el permiso del señor párroco…, a fin de tratar un poco de las cosas de la fe, mientras él esté aquí, sabiendo que Dios no solamente ha puesto a los señores para que cobren los censos y las rentas de sus súbditos, sino para administrarles justicia, mantener la religión, hacer que amen, sirvan y honren a Dios y conozcan su santa voluntad.

Aun cuando la finalidad de toda predicación consiste en llevar las almas al cielo, todos los que han escrito algún tratado sobre esto señalan tres maneras: una para enseñar, otra para exhortar y la otra mixta, para enseñar y exhortar al mismo tiempo. Cuando se trata de enseñar, se toman como materia las cosas de la fe; cuando se trata de exhortar, se escoge como tema la virtud y el vicio; cuando se buscan las dos cosas, enseñar y exhortar, se enseñan las cosas que pertenecen a la fe y se incita a amar la virtud y aborrecer el vicio. La primera forma es para los que no saben lo que necesitan saber; la segunda, para los que saben, pero tienen necesidad de ser buenos; la tercera, para los que no están bien instruidos y necesitan apartarse del vicio y animarse a la virtud. La primera se llama catequizar y atiende a los niños y a los infieles; la segunda y la tercera se preocupa de los católicos que son ya mayores y tienen cierta instrucción.

Nosotros no trataremos de las dos últimas formas, ya que tenéis ordinariamente otros sermones para este fin, sino que hablaremos de lo primero, de catequizar, esto es, de instruir a los niños, aunque estamos seguros de que también los mayores sacarán mucho fruto. Quicumque crediderit, etcétera. Sine fide impossibile est cuicumque placere Deo. Quicumque vult salvus fieri, ante omnia opus est ut teneat catholicam fidem.

El catecismo es ese librito que veis, donde se contiene lo que el cristiano está obligado a saber y a creer, y que se ha escrito para la instrucción del pueblo, para que sepa lo que tiene que saber y hacer. Enseña quién es el que merece el título de cristiano, la finalidad para la que ha sido creado el hombre, cómo existe un solo Dios en tres personas y tres personas en un solo Dios, los mandamientos de Dios y de su iglesia, los sacramentos y el ejercicio del cristiano; en fin, todo lo que estamos obligados a saber, reducido todo ello a un pequeño volumen y con un método tal que es posible aprenderlo en poco tiempo.

La finalidad para la que se escribió al principio fue la de instruir a los infieles; pero poco después fue necesario utilizarlo con los mismos cristianos y que los hombres de iglesia se lo enseñaran a los niños, ya que los padres y padrinos y madrinas que están obligados a enseñarles las cosas de la fe no cumplen con esta obligación como es debido, y muchos se sienten impedidos a su vez por no haber sido instruidos; de esta forma, la mayor parte de las almas va por el camino de la perdición. Quicumque non crediderit, condemnabitur 5.

Y no creáis que se trata de una cosa nueva en la iglesia. Orígenes, que vivió antes del año 200, en tiempos de Severo, enseñaba el catecismo. San Basilio, que vivió en tiempo de Juliano el apóstata, el año 350; san Ambrosio, bajo Teodosio, en el 320; san Agustín, bajo Arcadio y Honorio, en el 400; y san Cirilo de Alejandría, en el 430, bajo Valentiniano lll, todos ellos enseñaron el catecismo, lo mismo que yo lo hago hoy, y escribieron sobre ello libros enteros, porque después de considerar que los cristianos eran unos espirituales y los otros carnales, y que los carnales que se dedicaban mucho a las cosas del cuerpo y poco a las del alma necesitaban esta enseñanza tanto como los niños pequeños. Pero ¿qué digo? Nuestro Señor, el Hijo de Dios, ¿no insinúa él mismo que se instruya a los niños y que se les catequice de alguna manera cuando en el capítulo 19 de san Mateo predica a los judíos y a los apóstoles que querían impedir que los niños se acercasen a él? Les reprende entonces y les dice: Sinite parvulos venire ad me et nolite prohibere eos, talium est enim regnum coelorum. Y abrazándoles, les bendecía. Les pone ángeles de la guarda: Angeli eorum semper vident faciem Patris 7. Los hace herederos del cielo: Talium, etcétera. Impone un castigo muy duro a quienes los escandalizan. El que los recibe a ellos, lo recibe a él mismo. Esas son las prerrogativas que les ha dado a los niños, si hacemos caso del evangelio. Amen, amen dico vobis, nisi conversi fueritis et efficiamini sicut parvuli isti, non intrabitis in regnum coelorum. Quicumque se humiliaverit sicut parvulus iste, major erit in regno coelorum. Qui autem susceperit unum parvulum in nomine meo me suscipit. Qui autem scandalizaverit unum de pusillis istis, expedit el ut suspendatur mola asinaria in collo ejus.

La necesidad todos la conocéis; os hago jueces a vosotros y que me digáis si todos saben lo creer. ¿No es verdad que la ignorancia es tan grande que es posible encontrar personas cristianas y católicas que, si se les pregunta si saben los mandamientos de Dios, tienen que responder que no han ido nunca a la escuela, o dicen todo lo más que saben leerlos en los libros de horas? ¡Qué ignorancia tan grande! ¡Qué ceguera la que ha difundido el demonio hasta el punto de que un cristiano no sepa en lo que cree!

Aunque sólo fuera verdad que vemos a los hugonotes, nuestros enemigos, cómo nos han quitado las armas de las manos para destruirnos, no deberíamos volver a cogerlas para defendernos de ellos? Y ya sabéis cómo e]los tienen tanto interés en aprender y en enseñar. Enseñan el catecismo todos los domingos, después de comer, a sus hijos, de forma que no hay uno solo de ellos que no sepa dar razón de su fe y no dispute sobre ello con tino y hasta con pertinencia (?). Los que han sido mordidos por un áspid, cogen al mismo áspid, lo aplastan sobre la herida y de esta forma recobran la salud. Los hugonotes se sirven del catecismo para destruir nuestra fe. Volvamos a coger nosotros el catecismo y aplastémoslo sobre la herida.

Su utilidad es infinita. En primer lugar, el catecismo nos enseña la fe. Nos hace poner nuestra esperanza en Dios en las adversidades. Nos hace amar y temer a Dios y a nuestro prójimo. Nos da firmeza contra las tentaciones del demonio, nos asegura contra los enemigos de la fe y finalmente nos obtiene el paraíso.

Y sobre todo, padres y madres, estad seguros de que vuestros hijos serán así más obedientes de lo que son.

¿Cómo creéis que Italia ha conservado la pureza de la fe sino por el catecismo? ¿Y España? ¿Y cómo han aceptado la fe en Canadá, Perú y el Brasil, sino por el catecismo? Por otra parte, ¿cómo creéis que puede conservarse la fe en Francia donde hay hugonotes, como en La Rochelle, sino por el catecismo? ¡Qué cosa tan digna de un gran pueblo! Hay en La Rochelle unos 1.500 católicos, y todos los demás son herejes. Aquellos católicos no sabían en lo que creían hace quince o dieciséis años, hasta que Dios envió allá a un buen doctor, que empezó a catequizar a los niños e hizo cosas tan buenas que, poco a poco, por la gracia de Dios y de aquel pequeño catecismo que entregó al pueblo, lo instruyó tan bien que yo mismo me lleno de vergüenza cuando me encuentro entre ellos y veo que me aventajan tanto en caridad.

Se me replicará: «¿Qué tenemos que ver nosotros con ese catecismo? Somos cristianos, vamos a la iglesia y oímos misa y vísperas; nos confesamos por Pascua; ¿qué más necesitamos?». Yo no he visto en toda la sagrada Escritura que le baste a un cristiano con oír misa y vísperas y confesarse; lo que he leído allí es que todo el que no cree en lo que pertenece a le fe, no puede salvarse. Además, ¿qué fruto saca de la misa el que no sabe qué es la misa, ni de la confesión el que no sabe en qué consiste?

La disposición que se necesita por vuestra parte es la que necesita una botella para poder conservar bien el líquido. Primero es necesario que la botella esté limpia, entera y bien tapada. Vuestros corazones son las botellas, y la doctrina cristiana el licor. Lo mismo que la botella que está sucia por dentro no puede conservar puro el líquido, tampoco el hombre soberbio, comodón y obstinado podrá conservar pura la doctrina. Si la botella está rota, el licor se derramará; lo mismo vosotros, cuando estáis en el catecismo pensando en otra cosa, sois como una botella rota y no podéis retener lo que se os enseña. Por tanto, es necesario que los que quieran aprender renuncien a los vicios y a los pecados, que son como las suciedades del alma, y en poco tiempo podrán dar gracias a Dios por haber aprendido todo aquello, que no querrán olvidar por nada en el mundo.

Así pues, exhorto a los padres y a las madres que están aquí presentes y que tienen hijos a que los envíen y vengan incluso ellos mismos, pensando en la pena que algún día os daría al veros condenados vosotros y vuestros hijos, por no saber lo que se necesita saber, a pesar de haber tenido un medio tan fácil.  El orden que voy a seguir para enseñar será tan fácil que todos serán capaces de entenderlo, tanto los ignorantes como los sabios, tanto los pequeños como los grandes, desechando toda clase de cuestiones vanas e inútiles y cualquier investigación superflua.

Es como cuando un doctor le pregunta a un niño si es cristiano. El niño responde que sí, por la gracia de Dios. Vosotros, queridos niños, cuando decís que sí por la gracia de Dios, decís que es solamente Dios el que os ha hecho cristianos, por su gracia, sin que lo hayáis merecido vosotros, y que no es vuestro padre el que os ha hecho cristianos, sino que se lo debéis solamente a Dios, que os podía haber hecho nacer de padres paganos. Así os dais cuenta de que no es tampoco la doctrina de un hombre lo que os hace cristianos, sino Dios. Gratia Dei sum id quod sum.

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