SOBRE LAS AMONESTACIONES
Necesidad de las amonestaciones para evitar la ruina de la compañía. El padre Vicente invita a los demás a que le amonesten.
Os aseguro que los que no advierten al superior de los defectos que han notado en algunos de la compañía, en detrimento y desorden de la misma compañía, son ellos mismos culpables de esta ruina y desorden y partícipes del pecado de los otros. Hemos de ver con agrado que el superior conozca nuestros defectos por medio de los otros, para que nos corrija, bien en privado o bien en público. Esto no sólo no está en contra de la ley y de la palabra de Dios, sino que está en conformidad con esta ley y esta palabra divina, tal como ha declarado el papa, asistido de varios doctores, a petición de san Ignacio de Loyola. El mismo Jesucristo corrigió y reprendió a veces públicamente a los que le seguían (1). Yo mismo he de ver bien que me amoneste mi asistente, que es el padre Portail y que, si no me corrijo, mi superior proceda contra mí; pues bien, mi superior es toda la compañía reunida. Sí, si no me corrijo de algo escandaloso y que vaya en daño y destrucción de la compañía, si enseño algo contrario a la doctrina de la Iglesia, la compañía tiene que reunirse y castigarme luego con todo el rigor que sea necesario, incluso expulsándome de ella, avisando al señor obispo de París o escribiendo a Roma, al papa, que son también mis superiores, para que pongan remedio. Hemos de hacer siempre todo lo que podamos para llevar siempre la virtud hasta lo más alto que sea posible y a lo que la compañía pueda llegar, no ya por nuestro esfuerzo, sino con la ayuda de Dios y nuestras frecuentes oraciones.







