El padre Vicente espera noticias de los misioneros de Génova y de Madagascar. Aun cuando fueran malas, no habría que desanimarse: Dios tiene sus planes. Carta de la reina de Polonia.
Nuestro bienaventurado padre empezó esta charla encomendando a las oraciones de la compañía a nuestros misioneros de Génova, de los que dijo que no había recibido ninguna noticia; la razón de esto es, nos dijo, que por el momento no hay ninguna oportunidad para escribir, ya que se ha roto el comercio entre esta ciudad y las demás, por causa de la peste, que muestra toda su furia. ¿Estarán muertos o vivos? En cualquier estado en que se encuentren, se los encomiendo a ustedes y pido a los sacerdotes que no tengan obligación de celebrar por otra intención, que lo hagan por esa pequeña familia, y a nuestros hermanos que se acuerden de ellos durante la santa misa y en sus comuniones.
También les encomiendo a todos a los de la compañía que están en Madagascar. Hemos sabido que ha llegado un barco a Nantes, pero como no hemos recibido ninguna noticia y ninguna carta, estamos esperando que alguien nos diga la situación de nuestros hermanos que están allí. ¿Estarán muertos? ¿Vivirán todavía? No lo sabemos. En cualquier estado que estén, roguemos a Dios por ellos. Y aunque fuese verdad que habían muerto, ¿habría que abandonar por ello esta obra, esa tierra que ellos y cuantos les precedieron ya han empezado a roturar? ¡No, Jesús mío, no! ¡Ni mucho menos! ¿Pues qué, dirá quizás alguno, no será que Dios no quiere ya servirse de nosotros, ni allí, ni en Génova, puesto que permite que mueran en esos sitios tantos y tan buenos obreros? La compañía está todavía en la cuna, y sin embargo Dios permite que mueran tantos y tan buenos obreros Padres y hermanos míos, no nos extrañemos de esto; por el contrario, consolémonos al ver que Dios quiere tratar a la compañía como trató a la Iglesia al principio, cuando acababa de nacer. ¡Qué admirables e incomprensibles para los hombres son los designios de Dios! Vemos cómo el mismo Hijo de Dios era la columna de la Iglesia, y sin embargo he aquí que el Padre eterno quiere que muera. ¿Qué es lo que hace? Escoge a un grupo de personas, a unos apóstoles para establecerla por todo el mundo y esos apóstoles, que eran el sostén de aquella misma Iglesia, quiere Dios que mueran también y que sean todos mártires; y después de ellos, suscita otros. Al ver todo esto, cualquiera hubiera creído que la voluntad de Dios era abandonar la Iglesia y dejarla completamente arruinada; pero fue todo lo contrario, porque la sangre de los cristianos fue la semilla del cristianismo por toda la tierra, y se cuentan hasta treinta y cinco papas seguidos que fueron todos ellos mártires uno después de otro. Veíais hoy a uno, y lo mataban; mañana había otro, y también a éste lo degollaban y Dios suscitaba otro; lo mismo pasaba con éste, y se presentaba uno nuevo. Y así, padres, es como Dios se portaba al comienzo de la Iglesia. Fijaos, por favor, en esta manera de proceder de Dios, que estableció y robusteció su Iglesia por medio de la destrucción y de la ruina, por así decirlo, de los que la sostenían y eran sus principales apoyos.
Os digo todo esto, hermanos míos, para que os dispongáis a recibir las noticias que lleguen, sean cuales fueren, plenamente conformes con la voluntad de Dios, y no os extrañéis si nos dicen que han muerto los dos de Génova, que han fallecido todos los que estaban en Madagascar, y no se os ocurra pensar que por ello hemos de abandonar Génova o Madagascar. ¡Dios mío, ni mucho menos! No podemos abandonar esos sitios; por el contrario, esto debe ser un motivo para que no lo hagamos, ya que fue ésta la forma como se portó Dios al comienzo de la Iglesia, y es esto una señal de que su divina Majestad, que obra de este modo, desea seguir estableciéndola en estos países.
Igualmente encomiendo a vuestras oraciones al buen padre Desdames, ese buen siervo de Dios, que tanto ha sufrido. ¿Sabéis que la reina de Polonia me ha hecho el honor de escribirme ella misma, por su propia mano? Aquí está su carta; no hay peligro en que os la lea; ya veréis cuánto os consuela lo que vais a oír.
El padre Vicente hizo que leyera esta carta uno de los hermanos; en dicha carta, fechada en el último mes de julio, su majestad le cuenta al padre Vicente las generosas acciones y los actos heroicos de virtud que ha practicado el padre Desdames.
Una vez leída la carta, dijo a la compañía: ¿No es maravilloso todo esto? ¿Qué les parece, padres? ¿qué os parece, hermanos míos? Fijaos un poco, por favor, cuánto vale un hombre que está animado del espíritu de Dios. ¡Qué de cosas lleva a cabo! ¡Bendito sea Dios por todo! Por una parte, tenemos muchos motivos de aflicción; por otra, no faltan los motivos de consuelo. Hoy nos enteramos de que la compañía ha recibido algún daño en algún sitio, por ejemplo, una confusión; mañana sabremos que en otro lugar Dios ha obrado maravillas por medio de ella; actualmente, por ejemplo, nos escriben del Piamonte que Dios da tanta bendición a las misiones que dirigen allí nuestros hermanos que, al no poder dar abasto a todos los pueblos que acuden en masa, se han visto obligados a tomar consigo a algunos sacerdotes seculares que han podido encontrar; y como tampoco ha bastado con estos, han tenido que recurrir incluso a los religiosos.