París, 10 mayo 1647.
Padre:
La gracia de Nuestro Señor sea siempre con nosotros.
No puedo dejar de escribirle, a pesar de que no tengo nada muevo que decirle. Por la presente le encomiendo de veras el cuidado de su salud y la del padre Blatiron; es lo mismo que hice en mi carta anterior y lo que seguiré haciendo mientras tema que sus excesivos trabajos les sigan agobiando. Realmente, padre, ningún favor puede usted hacerme mayor que éste. Debe bastarle el pensar que Dios lo quiere, ya que de su buena salud depende el progreso de muchos. Así se lo pido continuamente a Nuestro Señor, pidiéndole que le siga concediendo sus favores y consuelos a su querida alma, a la que abrazo con cariño.
Ayer recibí carta del padre Guérin, de Túnez. Dios le bendice extraordinariamente. Me dice que los de Argel también están bien. No puedo expresarle cuánto consuela y anima a toda la Compañía lo que sabemos de su pequeña familia.
También tenemos noticias de los padres de Irlanda. Me dicen que sus mayores obstáculos son la guerra y la pobreza del país; sin embargo, en una misión que han dado ha sido tan grande el concurso del pueblo que no bastaban para las confesiones, a pesar de que son cinco o seis confesores, ya que vinieron muchos de los lugares vecinos a escuchar la palabra evangélica, y algunos de unas diez leguas de lejos, estuvieron esperando cuatro o cinco días para poder confesarse. Los encomiendo a las oraciones de todos ustedes; pidan especialmente por mi pobre alma en sus santos sacrificios.
Soy únicamente, en el amor de Nuestro Señor, su muy humilde servidor.
VICENTE DEPAUL,
Indigno sacerdote de la Misión.
Dirección: Al padre Martin, sacerdote de la Misión, en Génova.