Vuestra difamación no ha tenido lugar sin una especialísima providencia de Dios; Dios lo ha permitido así para su gloria y para vuestro bien: para su gloria, para que seáis conformes con su Hijo, que fue calumniado hasta el punto de ser tratado como seductor, ambicioso y poseído del demonio; para vuestro bien, para que podáis satisfacer a la justicia de Dios por otros pecados que podáis haber cometido y que quizás no conocéis, pero que Dios conoce muy bien.