Unidos por la fuerza del Espíritu

Francisco Javier Fernández ChentoEspiritualidad vicencianaLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: Flores-Orcajo · Año publicación original: 1983 · Fuente: CEME.
Tiempo de lectura estimado:

asd«La Iglesia se iba construyendo, progresaba en la fidelidad al Señor y se multipli­caba, alentada por el Espíritu Santo». (Hch 9,31).­

«Bajo el soplo del Espíritu Santo construimos la unidad entre nosotros al realizar la misión, a fin de dar un testimonio fehaciente de Cristo Salvador». C 20,3).

Si Cristo es el fundador de la Iglesia, el Espíritu Santo es «vida y fuerza del Pueblo de Dios y causa de comunión; es vigor de su misión, manantial de sus dones multiformes, vínculo de su admirable unidad, luz y belleza de su poder creador, fuego de su amor» (MR 1). De manera semejante, el Espíritu Santo es el alma de la Congregación y de las pequeñas comunidades vicencianas; no sólo nos mantiene unidos por la fuerza de su amor, además nos comunica la firmeza del apóstol cuando nos abrimos a la misión evangelizadora de la Iglesia.

1. «Más impresa en nosotros la imagen de la Santísima Trinidad».

Las alusiones expresas al Espíritu Santo no son muy abundantes en la doctrina espiritual de San Vicente, pero sí suficientes para estimularnos a la unión, fruto del divino Espíritu. La unidad conlleva la práctica de la caridad, fruto igualmente del Santo Espíritu. San Vi­cente comenta así la unidad:

«Me gustaría que entre nosotros se extendiese esa santa práctica (de vivir unidos): verlo todo bien; que se diga que en la Iglesia de Dios hay una Compañía que hace profesión de estar muy unida; de no hablar nunca mal de los ausentes; que se diga de la Misión que es una comunidad que nunca encuentra nada que criticar en sus hermanos. La verdad es que yo estimaría esto más que todas las misiones, las predicaciones, las ocupaciones con los Ordenandos y todas las demás ben­diciones que Dios ha dado a la Compañía, tanto más cuanto que en nosotros estaría entonces más impresa la imagen de la Santísima Trinidad. Existen Compañías en las que hay quienes se desafían a ver quién es más virtuoso. Pues bien, desde hoy todos los miembros de esta Compañía acepten este desafío». (XI 45-46).

2.«Vivamos siempre juntos en buena inteligencia y perfecta unión».

Puesto que la Congregación consta de clérigos y lai­cos, todos han de formar entre sí un solo cuerpo, ani­mado por un mismo único Espíritu, fuente de santifica­ción. La doctrina paulina es aplicada diestramente por San Vicente a la Compañía:

«Para llegar a la perfección, hay que guardar bien las Reglas, pero sobre todo la que recomienda la santa unión y la caridad mutua entre todos nosotros, especial­mente entre los eclesiásticos y entre vosotros, los her­manos, de forma que vivamos siempre juntos en buena inteligencia y perfecta unión, como miembros que com­ponen un mismo cuerpo. El ejemplo de San Pablo nos hace ver esa unión tan hermosa por medio de la que existe entre el cuerpo humano y sus miembros, y sin que haya ninguna envidia de los unos contra los otros. Pues bien, así es como nosotros hemos de estar unidos también». (XI 405-406).

3. «El Espíritu Santo es el agente principal de la evangelización».

La comunidad vicenciana, unida por la fuerza del Espíritu, está orientada a la evangelización; ahora bien, si el Espíritu Santo ocupa un puesto eminente en la vida de la Iglesia y de la Compañía:

«Puede decirse que el Espíritu Santo es el agente principal de la evangelización: El es quien impulsa a cada uno a anunciar el Evangelio y quien en lo hondo de las conciencias hace aceptar y comprender la Palabra de salvación. Pero se puede decir igualmente que El es el término de la evangelización: solamente El suscita la nueva creación, la humanidad nueva a la que la evange­lización debe conducir, mediante la unidad en la varie­dad que la misma evangelización querría provocar en la comunidad cristiana. A través de El, la evangeliza­ción penetra en los corazones, ya que El es quien hace discernir los signos de los tiempos —signo de Dios—que la evangelización descubre y valoriza en el interior de la historia». (EN 75).

  • ¿Dejo actuar en mí al Espíritu de amor, princi­pio de unión y de vida?
  • ¿Corto toda conversación que puede romper la unidad y la concordia entre los hermanos de co­munidad, motivado por las enseñanzas interio­res del Espíritu?
  • ¿Me dejo impulsar por el Espíritu cuando anun­cio el Evangelio o, por el contrario, actúo por intereses egoístas?

Oración:

«Quiera Jesucristo, el que nos une a todos, derramar hoy este espíritu de unión sobre la Compañía, (para que se haga digna de la misión, que se le ha encomendado en la Iglesia, de evangelizar a los pobres)». (Cf. XI 46).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *