1623. Luisa de Marillac tiene la premonición de la pequeña Compañía. Ella misma lo contará así: «El día de Pentecostés de 1623, en San Nicolás des Champs, durante la Santa Misa o haciendo oración en la iglesia, en un instante mi espíritu fue iluminado sobre sus dudas. Fui advertida de que debía permanecer con mi marido y que vendría un tiempo en que podría hacer voto de pobreza, castidad y obediencia; y que estaría con personas de las que algunas harían lo mismo. Entendí entonces que estaba en un lugar para socorrer al prójimo, pero no podía comprender como sería, porque debería haber allí yendo y viniendo».
1788. En París, tras elegir al P. Juan Felix Cayla de la Garde como noveno sucesor de Vicente de Paúl, la XVI Asamblea General de la Congregación de la Misión iniciada el 30 de mayo, prosigue sus trabajos durante quince sesiones. Sus decretos serán comunicados a la Compañía por el nuevo superior general en su carta de 8 de septiembre de 1788. La «irregularidad sostenida» que, con la complicidad de sus superiores, reinaba en algunas casas, lleva al P. Cayla a hablar de «reforma que debe asentarse sobre una base sólida». Y esta base, es para la Asamblea, ante todo la juventud. Por eso los delegados aprueban el reglamento para los seminarios, propuesto por el propio P. Cayla, compuesto por veinticinco artículos que se refieren tanto a la formación de las almas como a la de las inteligencias. Se emiten también doce decretos para todos los miembros de la Congregación que tratan, entre otras cosas, de la práctica de la oración, la pobreza en los objetos personales y los vestidos, la estrecha colaboración que debe existir entre un superior y su procurador para la administración temporal de la casa, la instrucción de los hermanos coadjutores y el personal doméstico, etc. El P. Cayla da a conocer también que «para atender el deseo general sobre la redacción de los decretos y las circulares, la Asamblea ha encargado a cuatro personas distinguidas por sus luces y su celo dicha tarea. Cuando el trabajo esté acabado y sea aprobado por el superior general y su consejo, se enviará un ejemplar a cada casa».
1939. En Roma, en la fiesta de la Santísima Trinidad, se da lectura, en presencia del soberano pontífice Pío XII, al decreto que declara que se puede proceder con toda seguridad a la beatificación de Justino de Jacobis, primer vicario apostólico de Abisinia. De este modo, la causa introducida en Roma el 12 de julio de 1904, concluye felizmente en el centenario de la llegada de Jacobis a Abisinia, ya que desembarcó en Adoua el 29 de octubre de 1839.
1953. En París, la capilla de la Casa Madre de la Congregación de la Misión, es, por vigésima vez, el marco de una consagración episcopal. Se trata de la de Mons. Alfonso María Víctor Fresnel, que con el título de Obispo de Cataqua, va a suceder a Mons. Antonio Sévat en el Vicariato apostólico de Fort-Dauphin. Mons. Fresnel, natural de la diócesis de Rennes, pues nació el 1 de agosto de 1897 en Chantepie, fue ordenado sacerdote paúl el 20 de septiembre de 1924 y en el momento de su consagración ha pasado treinta años en Madagascar, siendo el visitador desde hace cuatro años. Su consagración es realizada por el Arzobispo de Cartago, el paúl Mons. Carlos Alberto Gounot, al que asisten otros dos paúles: el Arzobispo de Hangchow, Mons, Juan José Jorge Deymier, y el Obispo de Sidyma, Mons. Pablo León Cornelio Montaigne.