En cada retiro llegamos a la comprobación de nuestra falta de fervor. Es que toda vida que no está polarizada en la Eucaristía no tiene estabilidad. ¿Tenemos auténtica Fe en la Eucaristía? ¿Pensamos con frecuencia en esa presencia tan cercana? ¿Cuáles son nuestras disposiciones hacia Ella?
Nos acostumbramos rutinariamente a esa presencia, y en realidad debería ser nuestro más firme y constante punto de apoyo. Unámonos al Santo Sacrificio de la Misa: será dar gloría a Dios, uniendo a la Víctima divina cada una de nuestras renuncias. La Comunión de la mañana es la que establece el contacto para el resto del día.
Nos hallamos en este mundo para ofrecer sacrificios —nuestra lucha diaria— renovados sin cesar.