donde se agita más armonioso el mar;
a España vengo, iay!, toda jubilosa
buscando amores que sé he de encontrar…»
Tras El se nos fué con la misma sencillez que siempre se nos presentaba.
Con la misma paz que la vimos siempre, nos dejó.
Con el semblante tan ecuánime que la caracterizaba, aparecía después de muerta.
Sor Rafaela Echevarría Alvarado, que tan hondamente pasó por la Casa de Huérfanas del Puerto de Santa María, tan hondamente supo captarse en sus 65 años de vida en ella una sólida y bien cimentada simpatía entre cuantos tuvimos el, gusto de tratarla.
La hemos conocido en el cénit de su vida larga, fecunda, de arraigada siembre y aún de recogida cosecha…
Tan sólo hace desde hace unos años, tenía los 91 bien cumplidos, una lesión a la vista le impidió, y aún no del todo, su innata e incansable actividad.
Pretender, aunque sea a grandes rasgos, hacer una breve biografía, de nuestra respetable y querida Sor Rafaela, de esta insigne y virtuosa Hija de la Caridad, es algo que no puede encerrarse en los estrechos límites de unas líneas que hoy ofrendamos como póstumo homenaje a la que derramó a manos llenas el bien.
De Juana Díaz (Puerto Rico) por su nacimiento, ingresó en la Compañía de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Pata, en Madrid, el- 29 de abril de 1898, y en octubre del mismo año ancló en este Puerto de la Virgen, que durante 65 años ininterrumpidos ha sido testigo de sus desvelos y de sus «andanzas– a velas desplegadas. Al igual que Santa Teresita del Niño Jesús, sin moverse de su Palomarcico Carmelitano ha- merecido por la Iglesia ser proclamada Patrona de las Misiones, Sor Rafaela cultivó todas las actividades propias de una Hija de la Caridad.
Y aquí está el Puerto que puede decirnos muchísimo de nuestra Sor Rafaela, nuestra biografiada, más la copia del acuerdo adjunto demuestra muy elocuentemente cuanto llevamos consignado y pudiéramos decir.
Hace unos años, la Junta Local de Protección de Menores hizo suya la idea que elevó al Excelentísimo Ayuntamiento—de proponer a nuestra esclarecida portuense- 65 años años de convivencia creo que son suficiente para reconocerla como nacida en este Puerto de la Virgen–para la Cruz de Beneficencia, idea que no llegó a realizarse: indudablemente el Señor quiso premiar por Si los valimientos de esta sencilla y humilde Hija de la Caridad.
Su vasta y fecunda labor de apostolado se la conoce y señala por esta característica: cabeza y corazón, que resume y encierra cuanto de ella pudiéramos hablar y nos indica su amplitud y su bondad.
Todo, permítasenos la repetición, con suma sencillez, como la que distingue a las grandes almas que a su paso por el mundo nos van dejando una estela que nos marca un camino a seguir y un ejemplo a imitar.
Por permisión divina e indudablemente por el piadoso y sentido afecto que al vínculo de la hermandad une, entrego su alma al Señor nuestra Sor Rafaela, rodeada de una Comunidad que la veneraba, la respetaba, estimaba y quería, gracia que nuestro amorosísimo Jesús le concedió como premio a una dilatada vida consagrada totalmente a su servicio.
Y las bendiciones, favores y perfumes celestiales que por mediación de la Visita Domiciliaria de la Milagrosa por ella fundada puedan darse en los hogares—están casi al cumplirse los 25 años de su existencia—seguirán derramándose en los mismos en el silencio, paz y remanso de este Puerto de Santa María, al que un día lejano arribó de otro Puerto Rico la que en España encontró «los amores que buscaba ansiosamente».
Catalina Vázquez Panadero
(De «Información del lunes». Cádiz, 17-1-1964)








