Sor Lorenza Díaz Bolaños, Religiosa Guiense Y Mártir

Francisco Javier Fernández ChentoHijas de la CaridadLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: Sor María Ángeles Infante, HC. · Año publicación original: 2006 · Fuente: "Iglesia al Día", diciembre 2006, enero y febrero 2007.

Agradecimiento a Sor María Angeles Infante Barrera, autora de la "Positio super martyrio" de Sor Lorenza.


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Nacida el día de San Lorenzo y bautizada el día de la Virgen

A veces, las fechas del calendario y el santoral son premonitorias de una vida y de una muerte. Doña María del Pino Bolaños tuvo su primer parto el 10 de agosto de 1896, festividad de San Lorenzo diácono y mártir. La criatura era una niña y de acuerdo con su esposo Juan Dolores Díaz, le pusieron por nombre Lorenza. Y Lorenza fue el San Lorenzo del siglo XX. Como el santo español tuvo una vida de diaconía o servicio a los pobres y enfermos, y una muerte martirial, derramando su sangre por Jesucristo.

Los padres esperaron cinco días para bautizar a su primera hija. Esperaron al día 15, solemnidad de la Asunción de la Virgen, fiesta patronal de Santa María de Guía. El día de la madre María era engendrada en la madre Iglesia la niña Lorenza. En el seno de ambas madres espirituales crecería y maduraría su fe y su caridad. Conviene, pues, que conozcamos el texto literal de la partida de bautismo de Lorenza:

«(Al margen: Lorenza Díaz y Bolaños). En la Parroquia de Santa María de Guía, Diócesis y Provincia de Canarias a quince de Agosto de mil ochocientos noventa y seis. Yo el infrascrito Doctor Cura Ecónomo de esta Parroquia bauticé solemnemente a una niña, que nació el día diez de los corrientes a las dos de la tarde, a quien pusieron por nombre Lorenza, hija legítima de Juan Dolores Díaz y María del Pino Bolaños, naturales y vecinos de esta Parroquia, en donde fueron casados: abuelos paternos María del Socorro Díaz; maternos Francisco Agustín Bolaños y Tomasa Delgado difunta, todos de esta naturaleza; fue su padrino Juan Francisco Padrón Moreno, casado, de esta vecindad, a quien advertí sus obligaciones y espiritual parentesco. Siendo testigos Manuel García y Maximiniano Osorio, ministros de esta Parroquia. Y para que conste lo firmo.

Fecha ut supra. = Dr. Juan Navarro (rúbrica)» (Archivo Parroquial Nuestra Señora de Guía, Gran Canaria. Libro 27 de Bautizos, folios 34‐34 v., nº 119).

Los padres de Lorenza se habían casado justamente nueve meses antes de su nacimiento. Los datos están en la partida, que dice así:

«(Al margen: Juan Dolores Díaz con María del Pino Bolaños Delgado). En la parroquia de Santa María de Guía diócesis y provincia de Canarias a trece de Noviembre de mil ochocientos noventa y cinco: Yo Don Juan Miranda Cura ecónomo de dicha Parroquia casé por palabras de presente y velé a Juan Dolores Díaz, soltero, jornalero, de veintiun años de edad y de esta naturaleza y vecindad; hijo ilegítimo de María del Socorro Díaz de esta vecindad, con María del Pino Bolaños también soltera y de esta misma naturaleza y vecindad, de treinta y un años de edad, hija legítima de Francisco Bolaños Toledo y Tomasa Delgado de los Santos de esta vecindad, habiendo precedido la dispensa de dos proclamas que les fue concedidas por el Muy Iltre. Señor Provisor y Vicario General, Gobernador eclesiástico de la Diócesis, y todas las demás virtualidades y requisitos necesarios para la validez de este contrato sacramental de cuyo acto fueron testigos Juan Francisco Padrón y Francisco González de esta vecindad. Y para que conste extendí la presente que firmo. Fecha ut supra // Juan Miranda (rúbrica)» (Archivo Parroquial Nuestra Señora de Guía, Gran Canaria. Libro 12 de Matrimonios, folios 70 v. y 71, nº 218).

Confirmada por el Padre Cueto el día de San Felipe Neri

El Sacramento de la Confirmación lo recibió la niña Lorenza el 26 de Mayo de 1900, festividad de San Felipe Neri, de manos del obispo fray José Cueto, el pastor bueno y padre de los pobres que dejó huella de santidad entre los canarios. Fue su madrina doña María del Socorro Díaz. San Felipe Neri es santo de especial devoción en el municipio. Una ermita y un barrio de la costa guiense llevan el nombre del fundador del Oratorio. Se le representa con un corazón en llamas, recordando su gran caridad. Repetía con frecuencia: «Si queremos dedicarnos totalmente a nuestro prójimo, no podemos reservar para nosotros ni tiempo ni espacio». Y el lema que acompaña su iconografía dice así: «Cucurri cum dilatasti cor meum» (volé cuando ensanchaste mi corazón). La Providencia quiso que los carismas del Padre Cueto y de San Felipe Neri inundaran a Lorenza desde su más tierna infancia mediante el sacramento del Espíritu. Desde aquel momento su corazón comenzó a dilatarse de amor y de gracia hasta volar en pocos años hacia lo más alto de la santidad.

Vida familiar y vocación religiosa de sor Lorenza

En el capítulo anterior hablamos del nacimiento, bautismo y confirmación de Sor Lorenza. También del matrimonio de sus padres Juan Dolores Díaz y María del Pino Bolaños. En este segundo artículo nos detendremos en su vida familiar y en su ingreso en las Hijas de la Caridad.

Familia cristiana, pobre y de emigrantes

Cuatro hermanos tuvo Lorenza: Manuel, Blasina, Juan Jesús y José Ignacio. Gracias al testimonio de estos dos últimos conocemos muchos detalles de la vida personal y familiar de Lorenza. Eran muy pobres, de tal modo que vivían en cuevas o casas cuevas de los altos de Guía, a quince kilómetros de la ciudad. El padre y su hijo Manuel eran jornaleros eventuales. Ante esta situación tan precaria, ambos emigraron a Cuba. Lorenza, que entonces tenía doce años, asumió las tareas de la casa para ayudar a su madre que se puso a trabajar en el campo. Pero su tarea fue también educativa y catequética. El testimonio del hermano menor José Ignacio, oficial de la administración de Justicia de Las Palmas de Gran Canaria, es, a la vez, conmovedor y elocuente:

«Lorenza era el brazo derecho de mi madre en el cuidado de todos nosotros. Vivimos en nuestra infancia en unas condiciones muy precarias; tanto es así que se trataba de cuevas. Primero en una cueva sola, después en otra con una casa de obra adosada y posteriormente en otra cueva de las mismas características, hasta que nos alquilaron una casa en forma de «ele». Viviendo en la segunda de las cuevas, mi hermana, junto con mi madre, nos daba clase clases de primaria y nos enseñaban la doctrina y el catecismo. Mi hermana también nos enseñó a rezar con gran piedad y ella era quien dirigía el rosario…Mi hermana Lorenza se dedicaba a la enseñanza primaria de los niños de aquel entorno y a las tareas de casa … Muchos días entre semana y siempre los domingos se recorría quince kilómetros de ida y quince de vuelta, por caminos pedregosos y polvorientos, únicos que existían para ir a la Santa Misa…»

En el barrio de San Juan

Gracias al esfuerzo de todos, doña Pino y sus hijos pudieron conseguir una casa en el barrio de San Juan, a pocos kilómetros de la ciudad. De esta época habla el testimonio de su hermano Juan Jesús. Es una hermosa descripción o retrato de las virtudes de Lorenza dentro del hogar familiar:

«Su expresión era de humildad perenne, nunca tuvo un mal gesto para su madre, hermanos ni vecinos; deseosa de hacer el bien y ayudar al necesitado. Una tía enfermó grave y ella primero y Blasina después, fueron auténticas enfermeras de aquella. Nunca faltaron a Misa en los domingos y días de guardar, y cuando vivíamos en San Juan, barrio más cercano a la ciudad, diariamente salvo raras excepciones, acudía a Misa, teniendo como norma casi constante, reunir y llevar a la Virgen las mejores flores de su pequeño y modesto jardín, que cuidaba con especial esmero. Para ella no había más satisfacción que poder leer, hablar o comentar libros y pasajes de la vida de Cristo y de los santos. Pero todo ello sin alharacas, al contrario, en la intimidad familiar, recogida siempre y concentrado su ánimo en el amor de Dios.»

Entre los libros que Lorenza leía con asiduidad estaba «Camino Recto», de San Antonio María Claret. El santo estuvo en Canarias en los años 1848 y 1849. La misión de Santa María de Guía tuvo lugar desde el 14 de agosto al 7 de septiembre de 1848. El obispo de Canarias Buenaventura Codina, de la Congregación de los padres paúles, que había llegado a la isla acompañado del misionero apostólico Claret, dijo de aquella misión en Guía «que dio un gran impulso a la piedad de los fieles». Esa piedad es la que había recibido la familia Díaz Bolaños de sus antepasados y que Lorenza siguió transmitiendo a sus hermanos y vecinos.

El hospital de «San Roque» de las Hijas de Caridad

Lorenza, cada vez que bajaba a la ciudad de Guía para asistir a Misa, no dejaba de visitar el Hospital de San Roque, regentado por las Hijas de la Caridad. Allí consolaba a los enfermos y convivía con las religiosas. Allí surgió su vocación. Allí decidió darse totalmente a Dios para servir a los pobres. Ingresó primero en el colegio de San Agustín de Las Palmas, donde ayudaba a las hermanas y estudiaba, al mismo tiempo que se afianzaba su vocación. Guiada y acompañada por Sor Pilar Rodríguez, comenzó el postulantado en el Hospital de San Martín, a pirncipios del año 1921. Más tarde, su hermana Blasina, seguiría sus pasos e ingresaría también en la Compañía de Hijas de la Caridad.

(Fuentes: » Positio super martyrio», por Sor María Ángeles Infante; imprenta Güerra, Roma 2000, cap. VI – «Amor que vence la muerte» de Sor Matilde de Inés, editorial CEME, Salmanca 2004; cap. XVII)

Vida religiosa y martirio de sor Lorenza

En el hospital de San Martín de Las Palmas hizo el postulantado la joven Lorenza DíazBolaños. Tres meses fueron suficientes para discernir su vocación y pedir el ingreso en la Compañía de Hijas de la Caridad. «Ninguna hermana tuvo la menor queja de ella y cuando se fue a la Península, todas decíamos de ella: será una buena Hija de la Caridad.»

Enfermera en el Instituto de Reeducación Profesional de Inválidos del Trabajo

Sor Lorenza se trasladó a Madrid en abril de 1921 para hacer el seminario de formación.A los seis meses fue destinada al Instituto de Reeducación Profesional de Inválidos del Trabajo, ubicado en Carabanchel Bajo. Este centro había sido fundado y encomendado a la Hijas de la Caridad por la reina regente doña María Cristina en 1887. La comunidad estaba formada por 16 hermanas y era la Hermana Sirviente Sor Josefa Santonja. A Sor Lorenza se le asignó el servicio del quirófano y atención a los enfermos intervenidos quirúrgicamente. Ella era la encargada de organizar las clínicas, quirófano, gabinete de radiografías y fisioterapia, con los adelantos más modernos de aquella época. Estudió enfermería y obtuvo el título en la escuela de enfermeras del Hospital Militar de Carabanchel. Más tarde realizó un curso intenso en Cádiz para especializarse como practicante de quirófano, asistiendo a todas las operaciones como instrumentista, oficio que desempeñaba con tal serenidad y acierto, que los doctores no querían más ayudante que a ella. El testimonio escrito de Sor Concepción González es muy elocuente: «Joven y con muchos ánimos de trabajar, se entregó con todo su ser al servicio encomendado …. Podíamos decir que muy pronto Sor Lorenza fue la supervisora del centro.»

A los cinco años de vocación emitió por primera vez sus votos el día 1 de mayo de 1926. Al año siguiente, en 1927, su hermana Sor Blasina, terminado su seminario fue enviada al Asilo de Ciegos de Madrid y, poco después, fue destinada a la misma comunidad de Sor Lorenza. La Providencia quiso que se reencontraran las dos hermanas y que juntas vivieran en la nueva familia de las Hijas de la Caridad. La conducta de Sor Lorenza, en palabras de la Visitadora Provincial Sor María Sanz, «era la de una verdadera Hija de la Caridad. Amaba a Dios; ese amor lo reflejaba en su conducta con los pobres a quienes servía con amor y solitud maternal. Era incansdable en el trabajo. Con las hermanas muy deferente, alegre y recogida al mismo tiempo.»

Amenazas de un celador

En los años previos a la guerra civil de 1936 algunos celadores y enfermos hostigaron abiertamente a las Hermanas; este es el acaso de Sor Lorenza Díaz Bolaños. El testimonio es de una compañera de comunidad que la conoció y convivió con ella. Un celador simulando estar enfermo se desnudó ante ella para provocarla. Sor Lorenza le pidió que se cubriese y le guardase respeto. Su serenidad y firmeza, fiel a su voto de castidad, irritó al joven que le dijo: «Pronto me las pagarás». Como él no hiciese caso, se lo dijo al Director médico, quien le llamó la atención. El celador enfadado repitió su amenaza, que pronto cumpliría. Su hermana Blasina, encargada de la despensa, también sufrió afrentas y ofensas. Sor Lorenza la invitaba a la paciencia, al perdón y a sufrir todo por amor a Dios y a la religión.

Persecución y martirio.

Las Hijas de la Caridad fueron expulsadas del Instituto de Reeducación de Inválidos el 23 de julio de 1936, quedando el centro en manos de enfermeras laicas. Después de solicitar refugio en varios lugares, lo encontraron en la calle Lope de Vega, nº 13, muy próxima a la vivienda de la Casa Central. Los dueños eran conocidos de las Hermanas y allí fueron acogidas Sor Lorenza y su hermana Sor Blasina. Hacían vida de catacumbas, celebrando la fe clandestinamente y ayudando con prudencia en cuanto podían a los hospedados y refugiados. Allí estuvieron hasta el 16 de noviembre. Sor Blasina que pudo luego huir a Valencia y regresar a Las Palmas, refirió en el proceso el prendimiento de su hermana y de Sor Josefa Gironés: «Los milicianos se presentaron en casa a hacer un registro entre los que venía uno que había sido enfermero en la Casa de Inválidos, que por su mala conducta fue reprendido varias veces por mi hermana Lorenza. Al día siguiente, que era el mismo día en que estaba ardiendo el Noviciado de las Hijas de la Caridad de la calle Jesús, volvieron los milicianos entre los que no venía el citado enfermero y, en cambio, entre ellos venía el miliciano conocido por el nombre de » El Campesino». Se llevaron a Sor Lorenza y luego a Sor Josefa Gironés que estaba refugiada en el número 11 de la misma calle. «Las sacaron engañadas diciéndoles que necesitaban enfermeras y en Las Vistillas las mataron por ser buenas Hijas de la Caridad.»

Sus cuerpos se pudieron recuperar en 1941 trar haber sido identificadas las fosas del cementerio del Este en que fueron enterrados después de su asesinato. Sus cuerpos fueron llevados entonces a la cripta que tiene la Compañía de las Hijas de la Caridad en el cementerio de San Isidro. Cuando se terminó el proceso diocesano fueron trasladados a una pequeña capilla ubicada en el lateral de la iglesia de la Casa provincial de la calle José Abascal, donde se conservan y veneran actualmente. Dios quiera que sean pronto beatificadas y que Sor Lorenza sea la primera mujer canaria que suba a los altares.

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