Santiago Masarnau (sobre los medios para preservar la Sociedad)

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Junta general celebrada en Madrid el día 13 de Marzo de 1859, primer Domingo de Cuaresma,

En seguida el Presidente del Consejo superior, después de manifestar en nombre de todos sus consocios el debido agradecimiento a los Excmos. Sres. Prelados presentes, por el honor que nos dispensaban al dejar sus muchas y graves ocupaciones por favorecer con su presencia nuestra humilde reunión, y con su venia, dirigió la palabra a la Junta en un (breve discurso, cuyos principales puntos fueron los siguientes:

Señores y hermanos en J. C. — El cuadro estadístico del año próximo pasado hubiera debido presentarse en esta noche, más no ha sido posible terminarle. Podemos desde luego, sin embargo, asegurar que el desarrollo de la Sociedad en España en este año de 1858 ha sido todavía mejor que el que obtuvo en 1857, y no creemos le haya igualado el de ningún otro país. Este desarrollo, Señores, que continúa creciendo y que no podemos calcular hasta dónde llegará, lo decimos francamente, nos hace temblar. Al paso que los beneficios tan grandes que Dios N. S. está derramando sobre nosotros no pueden menos de excitar nuestra más viva gratitud, sentimos también un gran temor de no acertar a agradecerlos y a aprovecharlos, debidamente, de que el mismo desarrollo por ser tan rápido desvíe algún tanto nuestra querida Sociedad de su dirección primitiva, (¡el Señor, no lo permita!)  y nosotros para evitarlo por nuestra parte debemos tener muy presente la última circular que nos dirigió nuestro amadísimo Presidente general, Mr. Gosain (q.e.p.d.) y la cual es poco o nada conocida en España, por no haberse traducido, todavía a nuestro idioma. Creemos por lo tanto que convendrá exponer aquí brevemente algunas de sus ideas principales, que recomendamos mucho a la atención de todos Vds.

Nuestro inolvidable Mr. Gossin, después de consagrarse completamente a la Sociedad por espacio de algunos años, se vio precisado a dejar la Presidencia a causa de achaques y aun enfermedades, que cada vez iban en aumento y es de notar que, a pesar de su extraordinaria modestia, dice en su última circular que cree de tanto interés lo que va a exponer, que reclama la atención que ordinariamente se presta a las últimas palabras de un moribundo, o de un padre que parte para un país lejano, del que no ha de volver. Esto en la pluma de quien conocía tan a fondo nuestra querida Sociedad, ya ven Vds., la fuerza que tiene.

Ahora bien, la circular es extensa, y toda ella de tanto interés, que no es posible extractarla; pero nos fijaremos, al menos por este momento en algunas de sus ideas, para admirar su precisión y conveniencia y grabarlas profundamente en nuestra memoria.

Creo, dice, que la Sociedad de San Vicente de Paúl es uno de los medios de que se vale la Divina Providencia, tanto para socorrer a los pobres espiritual y temporalmente, como para reanimar por todas partes y siempre el espíritu de religión y de concordia. La Sociedad se esfuerza por alcanzar este segundo objeto peleando contra el respeto humano, y haciendo cesar entre los hombres de corazón y de fe todas las prevenciones y las antipatías de todas clases, principalmente las dimanadas de la política, a fin de reunirlos a todos en una sola y misma familia, que marcha acorde a la conquista del cielo por medio de las buenas obras y bajo la doble bandera de la cruz y de la caridad católica.

Una Conferencia de S. V. de P. es un gran bien en todas partes.

Lo es para los pobres, pero lo es todavía más para los que sin ser pobres se hallaban antes de entrar en nuestras filas expuestos a otras muchas miserias, como son el aislamiento, la ociosidad, el respeto humano, la saciedad de los falsos placeres y hasta el disgusto de la vida.

En cualquiera parte en que existe la Sociedad de San Vicente de Paúl, pueden los católicos sinceros y amigos de los pobres darse la mano sobre un terreno, cuya neutralidad es sagrada, que es el de la caridad».

Sigue haciendo otros muchos elogios de la Sociedad, de su organización particular, de su verdadero objeto, etc, y luego añade:

“A pesar de todos los gérmenes de vida que la Sociedad tiene en sí, dos grandes peligros parecen amenazar su existencia.

Es de temer que en vez de permanecer siendo una Sociedad esencialmente religiosa y exclusivamente católica, degenere hasta convertirse al cabo de cierto tiempo en una gran asociación de beneficencia, que ponga todo su cuidado en la sola distribución de socorros materiales.

También es de temer que la uniformidad de nuestras sesiones produzca la monotonía, el fastidio, y acabe por hacer abandonar las Conferencias.

«Para preservar a la Sociedad de estos peligros hay tres medios infalibles, que son.: mucho cuidado en la admisión de socios, la más cordial adhesión a la Iglesia, y el verdadero aprecio de la visita a domicilio.

Ahora bien -añadió el Presidente,- tanto la conversación con los consocios presentes, como la correspondencia con los ausentes, nos están a cada paso probando la necesidad de recomendar todo lo posible esos tres medios preciosos, que Mr. Gossin nos indica y entrar en algunas explicaciones acerca de ellos.

Sobre el primero, la admisión de Socios, diremos, y no nos cansaremos de repetir, que es el punto en que los Presidentes (pues sólo ellos pueden proponer y admitir, aunque advertimos que hay Socios que parece que no lo saben), deben poner el mayor esmero y cuidado. Sean cuales fuesen las recomendaciones, sean cuales fuesen los empeños, por ninguna consideración debe un Presidente proponer a su Conferencia como miembro activo a sujeto alguno un conocerle antes personalmente y haberse cerciorado de que reúne las circunstancias que marca el Reglamenta. Es también de advertir que los miembros honorarios deben reunir las mismas circunstancias que los activos, a excepción de la de salud o la del tiempo disponible para poder asistir a la Conferencia y visitar, y que en los pueblos en que hay Consejo, éste, y no las Conferencias, admite a los socios honorarios.

La admisión de Socios aspirantes, que son no los que aspiran a ingresar, como lo han entendido en algunas partes, sino jóvenes de menos de 18 años, como lo dice el Reglamento, es más fácil que la de los Socios activos, no porque no deban reunir también las circunstanciad de éstos, sino porque su edad y su posición social, comúnmente de hijos de familia, simplifican mucho la averiguación de si las reúnen o no.

Sobre el segundo medio, esto es, la cordial adhesión a la Iglesia también tenemos que decir. Sin duda que la Sociedad se mantiene en España, gracias a Dios, adherida de corazón a la Iglesia. En algunos puntos, sin embargo, y Madrid es uno de ellos, desearíamos que esta adhesión se manifestase algo más. Mr. Gossin dice que debemos adherirnos a la Iglesia del fondo de nuestras entrañas: esta es su misma frase; y ya ven Vds. La fuerza de su significación. Si hemos de seguir, pues, su consejo, nuestro amor, nuestro respeto, nuestra sumisión al Clero en general y a los Sres. miembros de honor en particular, deben ser ilimitados. Les consultaremos a menudo, no precisamente en cosas relativas a nuestra organización particular, que pueden muy bien desconocer, porque sus muchas y graves tareas no les permitirán a veces dedicarse a la lectura de una cosa de tan poca importancia como lo es nuestro humilde Reglamento, sino en todo lo relativo a la moral y en las dudas y dificultades con que no podemos menos de tropezar en materias delicadas, que surgen naturalmente del trato frecuente con los pobres, y sobre las cuales no tenemos carácter ni instrucción suficiente para decidir cosa alguna por nosotros solos.

Debemos Igualmente estar prevenidos contra esa, por desgracia tan generalizada manía (que así se puede llamar), de exagerar las faltas del Clero, y de atribuir todo lo malo que acontece a su poca ciencia y a su escasa virtud. O las faltas del Clero son reales, o son falsas. En el primer caso debemos llorarlas en nuestro interior y pedir mucho a Dios N. S. que las perdone; nada más podemos ni debemos hacer. En el segundo caso, que es el más general, debemos compadecer a los que las propalan y no repetir inconsideradamente sus aserciones. Siempre podremos citar Eclesiásticos de sólida virtud y de profunda ciencia, cuya vida entera desmiente completamente lo que con más malicia acaso de lo que parece, se repite y propala del Clero entero.

Por último el verdadero aprecio de la visita a domicilio es también muy de recomendar y cada vez más, porque a medida que la Sociedad crece y se extiende, van naciendo naturalmente las Obras especiales, a las que es muy fácil aficionarse con extremo, descuidando la Visita a domicilio, que siempre debemos considerar como nuestra Obra fundamental, superior a todas las otras, que a todas puede suplir y por ninguna puede ser suplida. Buenas, buenísimas, son las obras especiales, las escuelas, los talleres, las cocinas económicas, etc. etc.; pero no olvidemos nunca que la vida de nuestra Sociedad está especialmente en la visita a domicilio.

Fijémonos bien en estos consejos’ de nuestro muy querido Mr. Gossin, y no nos olvidemos nunca de la gran importancia de seguirlos. No nos olvidemos tampoco en nuestras oraciones, y particularmente mañana en el Santo Sacrificio de la Misa, de pedir per el alma del que nos los dio, único Presidente general que hasta ahora hemos perdido en la tierra, pues el primero vive todavía.

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