Santiago Masarnau (4C)

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 4C: EL ARTISTA: La muerte de José Melchor Gomis

El 4 de agosto de 1836 falleció en París el gran amigo de Masarnau, José Melchor Gomis. Aquel año había comenzado muy bien para el composi­tor valenciano: un contrato en enero en la Ópera Cómica para dos óperas, una en un acto y otra en tres. La primera de ellas se estrenó el 13 de mayo y fue un éxito, como él mismo dio noticia en carta comenzada el 7 y terminada el 14 del mismo mes, y como lo confirma la lectura de los periódicos franceses de aquellos días. El plazo transcurrido entre el comienzo y el final de la carta se debió al grave estado de salud de Gomis: «he estado —es­cribió— dieciséis días con calentura, sufriendo lo que no es decible; hace otro tanto tiempo que estoy convaleciente, pero no puedo aún tomar fuerzas». Comunicaba a Masarnau la distinción que Luis Felipe le había hecho nombrándole el 30 de abril Caballero de la Legión de Honor. No escribió entonces esta feliz noticia a los amigos porque «las fuerzas me faltaban absolutamente».

Terminaba —después de aclarar que la ópera cuya música tanto había gustado al público se llamada Rock le Barbu— diciendo lacónicamente: «Adiós; no puedo más».

Contaba al morir 45 años, pero —al decir de Esperanza y Sola— tenía todo el aspecto de «un viejo achacoso, decrépito y macilento», resultado de una «crisis laríngea», de contrariedades en su vida privada y de un trabajo agotador para que se le reconociera su talento musical y ocupar un sitio entre los grandes. Murió solo, y llamando la aten­ción de sus vecinos el ningún ruido que se percibía en su vivienda, «abierta a viva fuerza la puerta de ella, encontraron al célebre compositor tendido en el lecho y con señales evidentes su cadáver de haber muerto algunas horas» antes. Dejó escritas tres partituras: La Damnée, Botany-Bay y Le Favori».

La noticia del fallecimiento de Gomis llegó pronto a Madrid y llenó de aflicción a Masarnau. Apenas enterado escribió a Andrés Borrego una carta en la que, en cierto modo, hacía valer sus derechos para ocuparse de su necrología:

Mi muy estimado señor don Andrés Borrego: Estoy escribiendo un artículo sobre Gomis, nuestro desgraciado compatriota muerto últimamente en París. La antigua e íntima amistad que a él me unía, la continuada correspondencia en nuestras ausencias, y hasta la circunstancia de haber vivido con él años, me suministran datos de sobra. Yo creo, por lo tanto, que si alguno presenta algo traducido de algún perió­dico extranjero, etc., convendría suspender su publicación hasta que tuviese efecto la de mi artículo, que trataré de enviar lo más luego que me sea posible.—Siempre de usted afmo. y ss., S. de Masarnau.-8/8/36.—Calle de Hortaleza, n. 39.

La respuesta no se hizo esperar. El mismo día, y desde la redacción de «El Español», a donde Masarnau había remitido su carta, Borrego le con­testó en los siguientes términos:

Mi estimado amigo y señor: Celebro muy mucho que se ocupe Vmd. de un artículo sobre nuestro malogrado Gomis. Yo mismo pensaba haber propuesto a Vmd. lo oportuno que me parecía hacer algo sobre él.

Su prevención de Vmd., aunque muy acerta­da, era inútil, pues no hubiera admitido un artículo traducido teniendo el gusto de contar con su inteligente pluma de Vmd.

Deseo se mantenga Vmd. bueno y mande cuanto sea de su agrado a éste su afmo. amigo y s.s.q.s.an.b., Andrés Borrego.—Lunes, 8 de agosto de 1836.

No se conoce ninguna respuesta a esta carta de Borrego, pero es probable que Masarnau le remi­tiera, dada la buena voluntad del director de «El Español», una nota anunciando un próximo ar­tículo necrológico, según parece desprenderse de la siguiente carta de Borrego:

Amigo y señor Masarnau: Comprendo y res­peto su aflicción de Vmd. con motivo de la pérdida del artista y amigo.

Escriba Vmd. a su comodidad el artículo so­bre el malogrado Gomis. Hoy mismo insertaré la notita que me acompaña.

Allá va, por si algo le sirve, lo que hasta ahora tan dicho los periódicos franceses.—De Vmd. siempre afmo. amigo y ss.q.s.m.b., An­drés Borrego.—Miércoles 10 de agosto».

Los periódicos franceses no se anduvieron remi­sos en sus comentarios sobre Gomis. Esperanza y Sola transcribe alguna parte de los que publicaron «Le Siécle» y «La Gaceta musical de París». El primero, firmado por Viardot, le retrataba así: «Gomis tenía un entendimiento lleno de fuego y de las más felices ocurrencias. Su conversación era original y picante como sus composiciones. Tenía, además, un alma hermosa, noble y tierna; era alti­vo sin menosprecio; generoso sin apariencia; ama­ble, servicial y reconocido; hombre de una rectitud inalterable, de una franqueza sin igual, que sor­prendía al pronto, y hería, quizá, a las almas mez­quinas, pero que luego seducía y se hacía estimar como una cualidad preciosa y rara. Gomis no ha hecho nada, ni dicho, ni pensado mal; era bueno en toda la extensión de esta palabra, que se ha hecho demasiado común».

Las palabras que sobre Gomis insertaba la «Ga­ceta musical» se debieron al «severo y adusto» Berlioz, y cualquiera que sea el sentido que se les quiera dar resultan fuertes, aunque no, desde lue­go, para Gomis:

Gomis ha hecho bastante para que su patria se gloríe de haberlo dado a luz, y se aflija de no haber adivinado el mérito de tal hijo. Si alguna cosa puede, sin embargo, mitigar la aflicción de la España al saber la muerte de Gomis, son, sin duda, las lágrimas sinceras que el ilustrado pú­blico francés vierte sobre su tumba, y el home­naje que rinden a su memoria los artistas de todas las escuelas».

Es muy posible que la nota a que alude Borrego haber recibido de Masarnau y que pro­metió incluir en «El Español», sea la que apare­ció en el número del día 12 de agosto y que dice así:

Nuestro compatriota don José Melchor Go-mis, el célebre compositor, ha muerto en París a fines del pasado a consecuencia de una cruel enfermedad que por espacio de dos años y medio le ha estado atormentando. La nueva de esta muerte prematura nos ha traspasado de dolor. No sólo lloramos en Gomis al autor de tantas y tan bellas producciones; lloramos a un amigo de corazón, a un compañero de años. Nadie extra­ñará, pues, que no nos sea dado en estos prime­ros días conservar la serenidad necesaria para escribir la noticia circunstanciada de su vida y composiciones, que con más datos que otro al­guno podemos trazar. Ya lo hemos intentado, pero en vano. Dejemos pasar algunos días para cumplir con esta especie de obligación. El tiem­po destruye hasta el dolor.—S. de M.

Masarnau cumplió su palabra. Un extenso artí­culo (Necrología. Gomis) apareció en «El Español» del día 21 de agosto de aquel mismo año, en la última página:

Para cumplir la oferta que hicimos en «El Español» del 11 del corriente, vamos a dar una breve noticia de la vida y obras de nuestro be­nemérito y desgraciado compatriota Gomis. El haberse formado un nombre europeo con sólo su pluma y en países extranjeros bien justifica el dictado de benemérito, y no le conviene menos el de desgraciado que le atribuimos, no tanto por fallecer a una edad de razonables esperan­zas de vida, porque esto no sabemos si sea afortunado o desgraciado, cuanto por las amarguras de que ha estado toda ella sembrada, a causa tal vez de haberle tocado en suerte un corazón de­masiado afectuoso, sensible y tierno. Sí, tan es­timables prendas pueden muy bien acarrear gra­vísimos disgustos al mortal que las posee, mien­tras que al de sentimientos opuestos suele a veces prosperar en fruto de su negra envidia y desalmada ambición. Contraste es éste capaz de afligir al más virtuoso si al reflexionarlo olvida por un momento que el objeto de nuestra crea­ción no es ni puede ser limitado a esta existen­cia. La fama que alcanzaron algunas produccio­nes de Gomis excitaron la envidia de muchos; además, su excesiva franqueza y un exterior algo brusco disgustaban a la generalidad que juzga del fruto por la cáscara, mientras que sólo el reducidísimo número que penetraba en su estrecho cuarto podía interesarse en sus desgra­cias y adversa suerte. Algunas veces, mientras el público entusiasmado aplaudía estrepitosamen­te el nombre de Gomis, el que esto escribe en­jugaba las lágrimas del más profundo dolor que el que lo llevaba vertía en el seno de la amistad. Era tan íntima la que nos profesábamos, que entre los dos no había secretos.

A lo largo del artículo, Masarnau daba una bre­ve noticia de la vida de Gomis hasta llegar a París lleno de esperanzas; relataba sus primeros trabajos para abrirse camino, aprender el idioma y sobre­vivir, el éxito de su Método de solfeo y canto. Se iba mejorando gradualmente la perspectiva de su suer­te en París, «cuando el cumplimiento de la pala­bra, soltada acaso sin el debido examen, pero que como todas las suyas era de honor, le obligó a partir para Londres a principios del año 26». Ya se vio antes cómo, quizá para evitar a Masarnau los difíciles principios de París, cuyas penalidades y angustias tenía experiencia, dado que por la di­ferencia de edad se había constituido casi como protector y guía, le había convencido de la ventaja de Londres sobre la capital de Francia; daba cuen­ta de su producción musical, de su trabajo (cancio­nes, estudios de instrumentación, su inclinación y partituras para el teatro, sus éxitos). «Pero el ver­dadero campo para el genio de Gomis era el teatro de la gran ópera». Antes había escrito partituras para ópera, algunas con éxito, tales como Reve-nant, el Portefaix, Rock-le-Barbu, dejó «bellísimas particiones (¿partituras?) en sus cartapacios. Tales son la Damnée, ópera destinada al teatro Teydeun; Botany-Bay y dos actos de Lénore, escritas ambas para la grande ópera, y Le Tavori, que ya empezó a ensayarse en este teatro el año 30». Cuando por fin tenía al alcance de la mano la realización del sueño de su vida: un magnífico argumento del mejor poeta (éste, el argumento o libreto había hundido la obra las veces anteriores) que podía conducirle, por fin, a la fama, y en cuya música había comenzado a trabajar con todo entusiasmo, sucedió lo peor: «Agravándose la enfermedad que tanto le había hecho padecer por espacio de dos años y medio, le hundió en la miseria. Cayó, como ha dicho muy bien un amigo suyo, en el umbral del genio: 11 est tombé sur le senil du temple». Masar-nau terminaba su artículo, para que no se creyera que su elogio se debía a la amistad, reproduciendo las palabras que su amigo el tenor Viardot le había dedicado, y parte de las cuales se citaron antes».

Sin duda, Gomis fue el más íntimo amigo que jamás tuvo Masarnau, más aún quizá que los her­manos Federico y Pedro Madrazo, o que Eugenio de Ochoa o cualquier otro. Su muerte le afectó sensiblemente y no quiso que le faltara su homena­je a tantos años de amistad. También «El Semanario Pintoresco Español», de Mesonero Romanos, publicó una extensa nota necrológica sobre Go-mis, con datos tomados probablemente del artícu­lo de Masarnau, y un retrato del fallecido músico en el número de 4 de septiembre.

Pero no fue ésta la única relación que tuvo Masarnau con el fundador y director del «Semanario Pintoresco». En el AHN, en la repetida Sec­ción de Diversos, hay dos breves cartas de Meso­nero a Masarnau, cuyo tenor es el siguiente:

Señor de Masarnau.—Amigo mío: Contando con la bondad de usted lo he de merecer que si tiene un retrato de la Malibrán se lo facilite al dador para que lo copie Madrazo, pues está empezándolo, y yo deseo darlo el domingo con su artículo biográfico.—Dispense usted y manda a su atento y s.s.q.b.s.m. R. de Mesonero».

Masarnau le proporcionó el retrato solicitado, y Mesonero acusó recibo (y a juzgar por lo que dice, Masarnau debió proporcionarle más datos).

Señor don Santiago de Masarnau.—Mi apre­ciado amigo: Queda en mi poder el retrato y demás que tiene la bondad de remitirme, y le agradezco en extremo, obligándome a devolvér­selo enseguida que Madrazo saque la copia. De­seo que usted me proporcione ocasiones en que complacerle y acreditarle. Es su afectísimo ami­go y s.s.q.b.s.m., Ramón de Mesonero Roma-nos.—Hoy 23.—No tengo necesidad de ofrecer a usted esta su casa, calle Angosta de San Bernar­do, n. 27, pues sabe que es suya.

María García de Malibrán había nacido en 1808 y murió en 1836, a los 28 años, después de haberse casado en Nueva York con Malibrán, del que se separó al poco tiempo. La biografía de la cantante apareció, con un dibujo (seguramente tomado del retrato del que se hace mención en las cartas ante­riores) en el número de 23 de octubre de 1836, lo que permite fechar la segunda carta de Mesonero en septiembre de aquel año, y la primera poco antes.

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