San Vicente de Paúl y la Caridad (IV)

Mitxel OlabuénagaFormación VicencianaLeave a Comment

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EVOLUCIÓN DE LA MISIÓN

Sin que lo haya previsto, el Señor Vicente comienza por ver incrementarse considerablemente su grey.

Felipe-Manuel de Gondi le confía primero una vasta parroquia que nunca ha tenido titular: la cárcel de las Galeras. Pide a Luis XIII le nombre capellán general de las Galeras (8 de febrero de 1619). Vicente va de inmediato a visitar a sus pobres feligre­ses, en París, en Marsella (1622). Hasta les predica una misión en su territorio, las Galeras, en Burdeos (1623). Aprovechando por lo demás su viaje, llega hasta Dax, Pouy, Buglose, y da un adiós supremo a su familia.

No puede dudar más de su misión: los pobres son sus señores. Pueden disponer de él y él debe obedecerles. En el transcurso de una misión en Montmirail y en Marchais (1621-1622), un protes­tante rebelde a todas las argumentaciones se lo ha vuelto a decir a su manera: La Iglesia de Cristo no puede abandonar a los pobres, pero… hay diez mil sacerdotes en París. En los campos se pierden los pobres en una ignorancia espantosa (xi, 34). Dos retiros, uno en Soissons, el otro en Valprofonde, le han terminado de con­vencer irrevocablemente. Es pues, ahora, cuestión de construir una institución sólida y estable.

Obtiene en París el diploma dé licenciado en derecho y puede así recibir su nombramiento de Principal del Colegio des Bons-Enfants (1.° de marzo de 1624). Se pone así un local a disposición suya. El 17 de abril de 1625, en su mansión de la rue Pavee, parro­quia de San Salvador, Felipe-Manuel de Gondi y Francisca-Margarita de Silly, su esposa, firman el contrato que pone inme­diatamente 37.000 libras a disposición del Señor Vicente de Paúl.

Se funda la Congregación de la Misión.

Como si la Señora de Gondi no hubiese vivido más que para esta firma, se extingue el 23 de junio de 1625. Aquí como en Chátillon, lo esencial está hecho. El arzobispo de París aprueba la Congre­gación de la Misión el 23 de abril de 1626 y Vicente se ingenia en seguida para obtener las aprobaciones romanas.

NUBES EN EL CIELO DE PARÍS Y DE ROMA

De pronto, en estos años de 1626-1628, el horizonte parece fruncirse. La pequeña tropa misionera se juega su suerte. En París, el Señor de Gondi entra en el Oratorio. No habla ya sino de retirar el dinero que ha servido para la fundación misionera. Jean Du Vergier de Hauranne, le disuade con suavidad de ello. Arde la alerta. En Roma, donde no se disimula ya la oposición del Cardenal de Bérulle, las Congregaciones Romanas rehúsa por dos veces aprobar la pequeña Compañía (22 de agosto, 25 de septiembre).

¿RESPONSABILIDAD DEL CLERO?

Contrariado, pero invariable en su designio, Vicente no deja por eso de misionar. Se pregunta por lo que Dios quiere que haga. Si los pobres del campo pasan tan fácilmente al protestantismo ¿no es, como lo ha visto en Chátillon, debido a los pastores responsables de su instrucción? A decir verdad, el clero es culpable, de que está sin formación y con mucha frecuencia, también él, en ignorancia. Ya la Señora de Gondi le había indicado cómo un sacerdote ignoraba la fórmula de la absolución. El mismo, Vicent lo ha comprobado. Sin los sacerdotes nada se hace en la Iglesia. El porvenir del Cristianismo depende del sacerdocio. Tal es convicción del Señor Bourdoise, del Señor de Saint-Cyran y esa es también la del Señor Vicente.

LOS EJERCICIOS DE BEAUVAIS

¿Se podría cambiar a sacerdotes atados por un beneficio, endurecidos en la pereza? No podía soñarse. Una sola acción posible: seleccionar los candidatos al sacerdocio, exigirles antes de la ordenación un mínimo de celo y asegurarles un poco de instrucción. Mons. Pottier, Obispo de Beauvais, no pensaba de otro modo. Un día de julio de 1628, conversa con el Señor Depaul, le confía sus preocupaciones, le pide venga en el mes de septiembre a predicar el retiro de los ordenandos. Los «Ejercicios» tuvieron un éxito considerable. De inmediato se adoptó la fórmula en París y a los retiros de ordenandos correspondieron los retiros de eclesiásticos. El Prior del vasto convento de Saint-Lazare-lés-Paris, y asimismo el arzobispo de París, pensaron en los ordenados cuando hicieron uno y otro entrar al Señor Vicente y a sus misioneros en el vasto Priorato (8 de enero de 1632). Un favor no viene nunca solo. Al comienzo del año 1633, Roma aprobaba la Congregación de la Misión y la bula Salvatoris nostri del 12 de enero de 1633 mencionaba la obra principal de la Misión: los ordenandos.

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