San Vicente de Paúl, un cumplidor de las máximas evangélicas (II)

Mitxel OlabuénagaFormación VicencianaLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: .
Tiempo de lectura estimado:
  1. EL MENSAJE DE SAN VICENTE SOBRE LAS EVANGÉLICAS
  2. DÓNDE SE HALLAN

El texto bíblico de referencia es el Sermón del Monte. El santo acude a él con frecuencia, lo que confirma su cono­cimiento de la Escritura. Y aunque la interpretación es la de su tiempo, extrae de la Escritura el fundamento justo para su pro­puesta espiritual. De las ‘máximas’, luego, el santo hace una exposición detallada, sea a los Misioneros (de manera amplia), sea a las Hermanas. El c. II de las Reglas Comunes a los Misio­neros (en adelante: RC) suministra un largo elenco, y de él dará el santo una explicación ahondada en las Conferencias que imparta a los Misioneros, desde el 14 de febrero de 1659. Esta­mos en la última etapa de la vida de Vicente, y este hecho nos hace entender cómo en su exposición, al igual que antes en el texto de las Reglas, está todo su pensamiento, maduro y bien consolidado. Diez serán las Conferencias dedicadas a este tema. Encontramos además una llamada a los ‘máximas’ en las Reglas de las HH de la C, artículo 5, la cual se corresponde con la Con­ferencia n. 72, del 2 de noviembre de 1655. Es sobre todo hablando a los Misioneros como el santo expone su pensamien­to según un esquema adoptado, con sus tres puntos: qué son; las razones, y en fin los medios de observarlas. En cambio con las Hermanas mantiene un estilo familiar, basado en el diálogo, con aportación directa de las Hermanas mismas.

  1. ALGUNAS CUESTIONES RELATIVAS A LAS MÁXIMAS EVANGÉLICAS

Hemos dicho que las encontramos recomendadas como itine­rario espiritual en el c. II de las RC. En la Conferencia 120, la primera del comentario a este capítulo, el santo intenta explicar qué cosa es, según él, una ‘máxima’: se trata de un principio que no necesita pruebas, pero que es a su vez la con­clusión que fluye de un principio; o también una sentencia y un dicho importante que mira a la práctica de alguna virtud o a la huida de algún vicio. El santo tiene presentes todos estos mati­ces. Afirma además que están todas ellas en el Nuevo Testamento, y de modo particular en el Sermón del Monte, conforme a lo ya registrado. Distingue luego entre máximas que son preceptos o mandamientos absolutos, y que en consecuencia Iodos practican, y otras que se aconsejan, los tradicionales con­sejos evangélicos. Es también posible que algunos consejos lleguen a ser obligatorios, cuando se hace voto de observarlos explícitamente.

  1. CUÁLES SON LAS MÁXIMAS EVANGÉLICAS

Para el santo son muchas, y están todas en el Evangelio. Que­riendo concretar su pensamiento, indica algunas que sintonizan más con el espíritu de la Misión. Éstas podrían reducirse a tres: el amor a la pobreza, el sacrificio de los placeres, y la sumisión a la voluntad divina. Bajo este aspecto coinciden con los tres cotos clásicos: pobreza, castidad, obediencia. En otra perspecti­va san Vicente habla de cinco virtudes propias de los misioneros: humildad, sencillez, mansedumbre, mortificación y celo por las almas; el santo recomienda éstas de modo particular en la vida práctica, al objeto de realizar de la mejor manera el apostolado, aparte de ser necesarias para recorrer el camino de la perfección propia. Si volvemos al e. II de la RC, el elenco se hace tanto más largo y puntual.

He aquí, pues, todas las máximas evangélicas según san Vicente:

— Buscar el Reino de Dios

  • Mostrarse conformes con la voluntad de Dios
  • Ser sencillos como la paloma y sagaces como la serpiente
  • Ser mansos
  • Ser humildes
  • Practicar la mortificación
  • Vivir en indiferencia
  • Ejercitar la uniformidad
  • Vivir la caridad fraterna
  • Hacer buen uso de las calumnias.
  1. LAS MÁXIMAS DEL MUNDO

Pero el santo se preocupa de poner en guardia respecto de lo que propone el mundo y su lógica, tendente a buscar la satisfac­ción de los deseos y las expectativas humanas. Sin negar que pueda haber buenas máximas humanas, advierte que estas están fundamentadas en la experiencia, tras comprobar sus efectos, mientras que de las de nuestro Señor conocemos su infalibilidad por su espíritu, que nos da su conocimiento y que nos hace ver cuáles son sus divinas consecuencias. También de estas máximas del mundo san Vicente adereza un elenco, y son:

  • La prudencia humana
  • El deseo de aparecer
  • Pretender que todos se atengan siempre a nuestro juicio
  • La búsqueda de la satisfacción propia
  • La insensibilidad a la gloria de Dios y a la salvación del prójimo.

La confrontación de estos dos elencos permite captar mejor la especificidad de unas y otras máximas: la elección operativa es aquella que lleva a realizar el proyecto de vida que el Señor propone a cada uno, de modo particular a los Misioneros y a las Hermanas. Podemos reconocer, en el primero, las cinco virtudes que constituyen el espíritu propio de los misioneros: humildad, sencillez, mansedumbre, mortificación y celo por las almas; y las tres propias de las Hijas de la Caridad: humildad, sencillez y caridad. Según otra perspectiva, podrían indicarse las tres prin­cipales de este modo: la sencillez, que mira a la relación con Dios; la humildad, que mira a la identidad de uno mismo; la mansedumbre, que tiene que ver con el prójimo. De ese modo queda implicado todo el horizonte, humano y espiritual, de cada persona.

Mario di Carlo

CEME, 2011

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *