PRESENTACIÓN DEL TEMA
La simple formulación del tema puede resultar pretenciosa si se considera fuera del contexto en que se encuentra. Más aún, si con ello se entendiera que se quiere abarcar el estudio completo de su contenido. Para evitar ese peligro, convendrá tener en cuenta, al menos, dos acotaciones.
Por una parte, el tema a tratar, se encuadra dentro de una visión panorámica de la experiencia espiritual de san Vicente, en sus distintas vertientes y dimensiones. Al ser sólo uno de los enfoques (ciertamente central), entre quince, con que se aborda el tema general de esta XXXV Semana Vicenciana: La experiencia espiritual de San Vicente de Paúl, queda claro que ha de entenderse dentro del conjunto. Desde el principio me he fijado en lo específico de la aportación que se me encomendó, dando por conocidos aspectos colaterales y dejando a otros temas, en conexión, su campo propio, a fin de evitar reiteraciones o simples repeticiones.
Por otra parte, a la hora de abordar el tema, usaré el método experiencial, que nos permita adentramos en la vida y experiencia personal de san Vicente. Naturalmente partiré de la vida, obra y doctrina espiritual del Santo, pero la atención preferente la dirigiré a su experiencia espiritual personal. Se trata de adentramos en su vivencia de fe, sus motivaciones profundas, el amor que determina y dirige toda su vida.
Nosotros no gozamos de la oportunidad que tuvieron sus contemporáneos, que pudieron conocerlo personalmente, escuchar sus palabras y percibir su espíritu que irradiaba el amor de Dios y el fuego de la caridad. El Hermano Bertrand Du Courneau, secretario particular de san Vicente, le profesaba una verdadera veneración y consideraba sus «consejos y enseñanzas» como un «maná del cielo», cuyos gustos habían atraído a personas de toda condición y sexo.
Bossuet se admiraba de su fuerza de comunicación para adentrarse en el corazón de los oyentes y llevarlos hasta Dios. En carta al Papa Clemente XI del 2 de agosto de 1702, declara: «Cuando, interesados, le escuchábamos hablar en algunas conferencias, sentíamos realizarse en él la palabra del Apóstol: «si alguno habla, que sus palabras sean como palabras de Dios»». En cierta manera llegaba a envidiar el privilegio de los misioneros, que tenía la suerte de vivir con él y poder escucharlo cada día: «Qué dichosos son ustedes al poder ver y oír todos los días a un hombre tan lleno del amor de Dios».
El mismo san Francisco de Sales, que tuvo ocasión de conocerlo en su estancia en París de 1618 a 1619, pudo apreciar su santidad. Llegó a decir de Vicente de Paul que «no conocía a nadie que fuese tan digno y tan santo sacerdote como el señor Vicente». Lo confirma la elección que Francisco y la Madre Chantal hacen de Vicente para Director del monasterio de la Visitación recién fundado en París, a pesar de que, según apunta Luís Abelly, «había por aquellos días en París varios sacerdotes sabios, virtuosos y de más edad que el señor Vicente».
Con todo, también nosotros tenemos la oportunidad de conectar con su espíritu, si nos movemos dentro de la misma unción que el Espíritu Santo derrama en los que leen o escuchan con fe. Así se lo manifestaba un oyente a san Francisco de Sales.
Su palabra llena de unción del amor de Dios y la expresión de dulzura cautivaban al auditorio. Como el mismo Francisco mostrase su extrañeza, ya que él usaba un lenguaje sencillo, le contestó un interlocutor: «¿Pensáis que son las bellas palabras lo que buscan en vos? Les basta con veros en el púlpito. Os verían hacer una corta plegaria y esto les bastaría. Vuestras palabras corrientes, abrasadas del fuego de la caridad, traspasan los corazones». Más tarde, Vicente usaría el «pequeño método», al que se sometió el mismo Bossuet, y le supondría parecidas expresiones por parte de los asistentes a las Conferencias de los Martes. Uno de los obispos asistentes le declaró abiertamente: «No sé qué unción del Espíritu Santo tienen vuestras palabras, que conmueven a todos … una sola, salida de vuestra boca, surtirá más efecto que todo lo que nosotros podamos decir».
Gracias a la clarividencia del Hermano Ducorneau, también nosotros podemos escuchar hoy, a través de sus escritos, los «consejos y enseñanzas» del Santo. El Hermano Ducorneau estaba convencido que la santidad de muchos santos era conocida especialmente por sus escritos. Según él, la santidad de san Vicente no necesitaba ese recurso «ya que ha derramado su olor por toda la Iglesia con sus obras de caridad». Sin embargo, él pidió que se conservasen por escrito sus palabras, «ya que están tan empapadas de devoción que…, nunca podrá imaginarse hasta donde llega su amor a Dios y al prójimo y su inclinación a las virtudes, si se ignoran los términos y el esmero con que él recomienda su práctica»’.
Para eso es necesario que nos acerquemos a la experiencia espiritual de san Vicente desde la fe, que nos da la luz adecuada para acercarnos al interior de su experiencia. En este sentido, aunque no gocemos de la proximidad cronológica que tuvieron sus contemporáneos, sí podemos tener la proximidad existencial. Cuando nos mantenemos en esa sintonía de la fe, ocurre, sin duda, lo que el mismo san Vicente había experimentado: las palabras del que habla desde la fe «van siempre acompañadas de una cierta unción celestial que se derrama secretamente en el corazón de los oyentes.
José Mª López Maside
CEME 2010