Acostumbramos de tiempo en tiempo a dar noticias biográficas de algunos principales bienhechores de la Congregación. Ninguna persona goza de mayor derecho que la Señora de Gondi, cuyo nombre se encuentra con el del Sr. Gondi debajo del tratado de fundación de la Congregación de la Misión, y por cuya influencia Mons. de Gondi, Arzobispo de París, procuró a San Vicente de Paúl la Casa de los Buenos Hijos, cuna de la Congregación de la Misión. La presente reseña está tomada de las Vidas de las Señoras francesas célebres en el siglo XVII por su piedad y abnegación por los pobres. (Por el Abad G. T. I. Carrón.) Un volumen en 8.° (Louvain, 1826); pág. 239.
Nació Francisca-Margarita de Silly en Picardía en el año 1580. Fue hija de Antonio de Silly, Conde de la Rochepot, Barón de Montmirel, fue Gobernador de Anjou y Embajador en España. Su madre fue María de Launoy, de que quedó huérfana en la juventud. Su padre pasó a segundas nupcias, casando con Juana de Cossé, viuda de Gilberto Gouffier, Duque de Roaunois. Está buena madre no descuidó en lo más mínimo la educación de las hijas de Silly, Francisca-Margarita y una hermanita suya. Procuró formarlas en la virtud y en la piedad. Destinaba la mayor para el joven Duque de Roaunois, que Juana de Cossé había tenido en su primer matrimonio; pero este enlace no tuvo lugar, y la señorita de Silly casó con Felipe Manuel de Gondi, Conde de Joigny, General de las Galeras y el tercero de los hijos del Duque de Retz.
Ella era digna de pertenecer a una familia tan distinguida por su piedad; el Señor de Gondi era un gentilhombre de gran valor y muy honrado. Sirvió a cuatro reyes con gran fidelidad, distinguiéndose principalmente en una expedición contra Argel y en las guerras contra los protestantes. Tuvo de su esposa tres hijos: Pedro, más tarde Duque de Retz; Juan-Francisco de Paula, que fue Cardenal, y otro que murió en la primera edad. La Condesa de Joigny, que tenía firme propósito de educar a sus hijos en los sentimientos de religión de que ella estaba llena, deseaba con todo su corazón confiar su educación a una persona de probada virtud; para conseguirlo acudió al P. Be-ralle, Fundador del Oratorio, que por su virtud, más que por su nacimiento, gozaba de la confianza y consideración de todas las personas más distinguidas en la ciudad y Corte de aquel tiempo. Deseaba que él le diese uno de los santos Sacerdotes de su Congregación para educar a los Señores de Retz.
El Señor de Berulle puso los ojos en Vicente de Fall’, entonces Párroco de Clichy, cerca de París, cuyo cargo él, por vía de ensayo, le había hecho aceptar. La Providencia lo ordenó así para poner a Vicente de Pauli en relación con las personas más distinguidas por su nacimiento y disponerle para el importante papel que había de desempeñar durante su vida. Hacia el 1613 fue cuando el Santo Sacerdote entró en la Casa de Gondi. Los cuidados que tomó por sus discípulos fueron perfectamente secundados por la piadosa Condesa de Joigny. Aunque joven, era su. ocupación principal los deberes de la religión y el orden de su casa. Y si Vicente estaba satisfecho de los ejemplos y proceder de tan cristiana señora, ella lo estaba mucho más, y se felicitaba por haber recibido en su casa a un hombre de tan alta y rara virtud. El espíritu de religión, de paz y de caridad entró con él en el palacio de Gondi; se hizo útil a los amos y a los criados; dio saludables consejos al General de las galeras en muchas e importantes ocasiones, e impidió que se dejase llevar de su sentimiento en una ocasión en que el falso honor del mundo le arrastraba a uno de esos combates singulares que la humanidad y la razón no reprueban menos que la ley de Dios.
Conoció bien pronto la Condesa de Joigny el valor del tesoro que había adquirido. Apenas hacía un año que estaba Vicente en su casa, cuando resolvió tomarle por su director. Como ella buscaba a Dios con sinceridad, no la asustaron en lo más mínimo el gran celo y perfección del virtuoso preceptor de sus hijos, y así hizo que el P. Berulle le mandase se encargara de la dirección de su conciencia.
Bajo la dirección de un hombre tan lleno del espíritu de Dios, hizo los más rápidos progresos en el bien. Repartió grandes limosnas a los pobres. Tenía especial cuidado de los que habitaban sus tierras; visitaba a los que estaban enfermos; tenía a honra el servirlos: componía las discordias de sus vasallos; cuidaba de que los oficiales hicieran justicia, y no admitía sino a los hombres juiciosos y honrados. Deseaba con toda su alma que Dios fuera servido y honrado en sus dominios, y trabajaba en ellos en unión de San Vicente, que la acompañaba en sus viajes, cuando el general de las galeras se veía obligado a permanecer en la Corte, o prestaba su servicio a la Armada. Habiendo conocido con gran sentimiento la ignorancia y apatía de la gente del campo acerca de las cosas de la religión, estableció en sus tierras de Folleville las Misiones, y más tarde, en todos sus dominios.
Estaba ocupada en su santificación y la de los demás, cuando tuvo una pena, tanto más sensible, cuanto que le vino de donde menos lo esperaba. San Vicente se retiró del palacio cuando menos lo pensaban. Acaso la consideración en ‘que era tenido afligía su humildad; acaso también temiera el que se apoderase de él algo humano, con la confianza que tenía en él la Condesa de Joigny. No podía ella pasar sin sus consejos, y con dificultad él hubiera logrado que acudiese a otro Sacerdote. Había experimentado que él solo sabía tranquilizar las inquietudes de su conciencia y devolver la paz a su alma. Vicente de Baúl, desprendido de todo, temió ser, sin querer, un obstáculo a] desasimiento que quería inspirar a la generala de las galeras, y así marchó a esconderse en el fondo de la Bresa, donde se encargó de la Parroquia de Chatillón-les-Dombes. Gran pena experimentó la señora de Gondi con esta separación; lo sintió por sí misma, por sus hijos y por sus vasallos. Procuró interesar en su favor al P. Berulle, cuyo ascendiente en el espíritu de Vicente conocía. Escribió a Vicente muchas cartas, representándole el bien que podía hacer en su casa, en sus tierras, y la necesidad que tenía. de sus consejos. Proponíale para impresionarle los motivos propios que le sugería su espíritu. Hizo que le escribiesen en este mismo sentido muchas de las personas que le conocían. Pero no consiguió tan pronto lo que. tanto deseaba. La Providencia, que había conducido a Vicente a Chatillón-les-Dombes, quería darle tiempo para obrar allí el bien, para el cual le había traído, y así, hasta después que el Santo Sacerdote reformó esta Parroquia y estableció en ella el orden y la piedad, no volvió, aunque nuevamente instado, a la casa de Gondi; esto tuvo lugar el 24 de Diciembre de 1617. No tuvo entonces más que una inspección general sobre la educación de los hijos del General de las galeras, pudiendo consagrarse enteramente al celo, ora en el ministerio, ora con obras de caridad.
La Condesa de Joigny, que con tanta dificultad había conseguido su vuelta, le proporcionó medios de trabajar en la salvación de las almas. Mientras que Vicente hacía las Misiones en sus dominios, ella le ayudaba en cuanto podía. Aunque de salud débil y aun enfermiza, trabajaba mucho por el prójimo. Él exhortaba a los campesinos de sus dominios a aprovecharse de las instrucciones que se les dirigían. Visitaba a los enfermos, consolaba a los afligidos, repartía limosnas, favorecía el establecimiento de las Asociaciones de Caridad que Vicente había erigido por primera vez en Chatillón y que instituyó por sí mismo en más de treinta Parroquias dependientes del señor de Gondi. Mout-mirel, en donde la Generala de las galeras residía ordinariamente, experimentó el bien de su presencia y de la del virtuoso Director que le acompañaba ordinariamente en sus viajes. Desterró de ellos la ignorancia, el vicio y la miseria. Iguales bienes obraron en Folleville, Villepreux y Joigny. Se establecieron en ellos Cofradías de hombres y mujeres para socorrer a los pobres y alivio de los enfermos.
Los bienes que las Misiones de Vicente proporcionaron a los pueblos donde las hizo, movieron a la Condesa de Joigny a procurar su perpetuo establecimiento; y por Acta del 17 de Abril de 1625, ella y su marido dieron cuarenta mil francos para fundar las Misiones, que debían hacerse cada año en sus dominios. Este fue el último acto de caridad de la Señora de Gondi. Apenas había terminado esta fundación, cuando cayó enferma. Comprendió pronto su peligroso estado, y dio gracias a Dios por dos cosas: primera, por haber provisto a las necesidades de sus vasallos; segunda, por ser asistida en sus últimos momentos por aquel santo Sacerdote, en quien había puesto toda su confianza. Esto era lo que había siempre deseado, y consideró este beneficio como una gracia. Si había experimentado más de una vez el talento de Vicente para aliviar sus penas interiores, felicitábase entonces por tener tal alivio en el último trance. Dirigida y alentada por un tal guía, hizo a Dios el sacrificio de su vida, y vió con alegría la disolución de su cuerpo. Al morir recomendó a Vicente el cuidado de su esposo e hijos, exhortando a éstos a seguir sus consejos. Quería también que el Santo nunca abandonase su casa; pero la Providencia ordenó otra cosa. El 23 de Junio de 1625 fue cuando la piadosa Condesa pasó a mejor vida. fue enterrada en la iglesia de las Carmelitas de la calle de Chapon, en París.
Su esposo, que había tenido mucha parte en sus buenas obras y que los cargos no le habían hecho olvidar lo que debía á, Dios, se conmovió tanto por la pérdida que sufrió, que tomó la resolución de retirarse enteramente del mundo. En efecto, renunció los honores y títulos y entró en la Congregación del Oratorio, en donde recibió las Órdenes sagradas y vivió durante treinta y cinco años practicando las virtudes cristianas y sacerdotales. Murió en Joigny el 29 de Junio de 1662. Se conserva en su Congregación la vida manuscrita.
He aquí, para completar la relación que se acaba de leer, algunas indicaciones que se hallan en la lista general de la colección tan conocida de nuestros lectores San Vicente de Paúl, su vida y sus escritos, acerca del Señor y Señora de Gondi: Gondi (Felipe Manuel de), Conde de Joigny, General de las galeras. Búsquese: San Vicente es nombrado preceptor de sus hijos (1613) I, 49.—San Vicente le disuade de un duelo, 54; VIII, 23.—Su dolor por la partida de San Vicente. Carta llena de fe que él escribió con este motivo a su esposa (Septiembre 1617), 66.—Otra carta alegrándose con la esperanza que tiene de ver al Santo, 74.—San Vicente funda en las tierras del General numerosas Cofradías de caridad. (1618), 77.—Hace nombrar a San Vicente Limosnero Real de las galeras (1619), 91.—En unión de su señora y hermano el Arzobispo de París, procura a San Vicente el Colegio de los Buenos Hijos para que funde en él una Congregación de Sacerdotes (1624), 104.—Contrato de la fundación hecha por él y por su señora para el estable-miento de la Congregación de la Misión (1625), 105; XI, 434.—San Vicente va a Provenza para anunciarle la muerte de la Señora de Gondi (1625), I, 110.—Deja el mundo y se retira a la Congregación. del Oratorio, 112.
Su celo por la fundación de Escuelas, IV, 40.—El Santo le escribe-acerca de un niño expósito de Villaprenx. Dificultades que le ocasiona la legislación de aquel tiempo tocante a los niños expósitos, VI, 456.—Él apoya las diligencias que se hacen para el nombramiento de la Superiora de•uu Monasterio de Poissy, VII, 265.—Viéndose San Vicente próximo a su fin, le da su último adiós, 597.—Jamás habló mal de los ausentes, VIII, 16.—Su amor a la pobreza, X, 263.—San Vicente se propone la continuación y conservación de una buena obra en Montmirail, XI, 54. Su muerte (1662), I, 112. Gondi (Francisca-Margarita de Silly, Baronesa de Montmirail, Señora de), esposa del precedente. Sus virtudes. Se pone bajo la dirección de San Vicente de Paúl (1613), I, 49, 51; III, 316.—La estima que tenía del Santo, I, 55.—Pide a San Vicente que predique en Folleville un sermón sobre la Confesión general y desea que se hagan Misiones de tiempo en tiempo en sus tierras (1617). Hace una donación por testamento a San Vicente con este fin, 58, 60.—Su des consuelo por la partida del Santo. Carta que escribe acerca de esto a una persona de confianza, 66. Carta al mismo San Vicente, 69.—Al volver San Vicente le recibe como a un ángel del Cielo, 75.—Establece en sus tierras numerosas Cofradias de Caridad. Quiere inscribirse la primera entre las sirvientes de los pobres en la Cofradía de la Caridad de Montmirail (1618), después, como primera Asistenta, 77; XI, 402.—Ella coopera al fruto de las Misiones con su celo y la visita de los pobres (1620), I, 86.—Procura a San Vicente el Colegio de los Buenos Hijos (1624) y hace con su marido un contrato de fundación para el establecimiento de la Congregación de la Misión (1625), 104, 105; XI, 434. Sus virtudes. Jamás habla mal de otras personas, III, 255; VIII, 16.—Sufre los defectos de todo el mundo, VIII, 284.—Su sencillez y prudencia, 394.—Cómo deposita sus penas a los pies del Crucifijo y se encuentra consolada, IX, 435. Su muerte (23 Junio 1625); su elogio, I, 109.







