Hace dos años publicamos en los ANALES una reseña histórica de la Casa de San Lázaro; y en el número primero del presente año hemos publicado otra del Colegio de los Buenos Hijos; y prometimos publicar otra de la Casa Central en París desde el año 1817, calle de Sévres, 95: ésta es la que a continuación ponemos.
Es cosa sabida que San Vicente entró en el Colegio de los Buenos-Hijos en 1625, y que en 1632 trasladó su Comunidad a San Lázaro, de donde fue arrojada y dispersada por la Revolución en 1789. En 1817 dicha Comunidad se halló en posesión de una nueva Casa, cuya fecundidad no había de ser menor que la de la primera, y es la actual Casa Central situada en la calle de Sévres, número 95.
Vamos, pues, a referir cómo se encadenaron los sucesos, qué serie de vicisitudes unen el pasado con el presente, que fue lo que sucedió desde la salida de la antigua Casa de San Lázaro en 1789, hasta la entrada en la de la calle de Sévres en 1817.
Después del saqueo de la Casa de San Lázaro y cuando más arreciaba la tempestad revolucionaria, el Superior General se vio obligado a alejarse de Paris. Desde el norte de Francia pasó a refugiarse en el Palatinado, y últimamente fue a parar a Roma, donde murió en el año 1800.
Al Sr. Cayla, que era entonces el Superior General, sucedieron los Vicarios generales encargados del gobierno de la Congregación.
Un decreto de Napoleón restableció en 1804 la Congregación de la Misión; pero durante el período del Imperio, y especialmente durante la administración del muy digno Vicario general, Sr. Hanon, no cesaron de ofrecerse dificultades, y la familia de San Vicente de Paúl no hizo más que preparar su verdadera reorganización. El Sr. Hanon murió en 1816 y le sucedió el Sr. Verbert.—En la Vida del Sr. J. B. Etienne, Superior General, escrita por el Sr. Ros-set, encontramos los siguientes datos referentes a los sucesos de que venimos hablando:
«La Congregación aún no tenía en París (Julio de 1817) un local donde establecerse de una manera conveniente. En espera de otra cosa mejor, se había alquilado el primer piso de una casa situada en la calle de Cherche-Midi y algunos misioneros se hospedaban en casa del Sr. Dubois, Sacerdote de la Misión, que ocupaba entonces el curato de Santa Margarita, donde fue recibido el Sr. Grappin, primer Misionero de la nueva generación. El Sr. Verbert, desde el primer momento en que fue nombrado Vicario general, pensó en poner término a tan precaria situación, para lo cual pidió al Gobierno una casa donde la Congregación pudiera establecer su segunda cuna. Como la casa de San Lázaro no había sido enajenada, podía reclamarla, según los términos del Concordato, y el mismo Luis XVIII reconoció el derecho que sobre este punto tenía la Congregación; mas por varias razones que da a conocer el Sr. Etienne en su Memoria sobre el restablecimiento de la Congregación, no pudo efectuarse la restitución y el señor Verbert se vió obligado a aceptar en cambio el antiguo hotel de Lorges, calle de Sévres, 95, que fue adquirido por cuenta del Estado con destino a la Congregación de la Misión. El 9 de Noviembre se tomó posesión de esta Casa, e inmediatamente se comenzaron las obras de reparación más urgentes, con una suma de 90.00o francos que abonó el Gobierno. El hotel de Lorges comprendía: 1º el cuerpo principal del edificio con dos pisos, situado entre el patio y el jardín; 2.°, otro cuerpo de un solo piso que daba a la calle de Sevres, lo mismo que existe hoy, unido por ambos costados al cuerpo principal mediante dos edificios que servían de cuadra, cochera y henil; 3.°, un ala de un solo piso y muy pequeña, situada donde está hoy el Refectorio. El jardín, menos espacioso de lo que es actualmente, estaba limitado a la derecha según se entra por un taller que más tarde se adquirió para construir el ala que está enfrente al refectorio; el patio de suave pendiente que está en el extremo opuesto del jardín no formaba entonces parte del mismo.
La reducida Comunidad se instaló como pudo en este local estrecho, incómodo y mal distribuido, donde se dispusieron, no sin mucha dificultad, Capilla, habitaciones para los Misioneros, sala para el Seminario interno, Refectorio, Biblioteca, Enfermería, etc. La imposibilidad de acomodar esta Casa a las necesidades de la Comunidad fue por mucho tiempo un obstáculo al restablecimiento de la regularidad primitiva; pero de todas las privaciones era la más sensible no poder disponer de un lugar a propósito para colocar el Santísimo Sacramento. La única pieza que se pudo transformar en Capilla era lugar de paso, y no pareció conveniente reservar el Santísimo en ella. Únicamente se decía allí Misa y se practicaban los actos de Comunidad.
Fácilmente se puede imaginar la– pobreza en que se hallaba esta nueva Casa Central de la Congregación. El señor Etienne la pinta con una sola palabra: era el establo de Be-hin—nos dice en su Memoria.—Las Hijas de la Caridad de París y de la Provincia vinieron en socorro de los Misioneros proporcionándoles poco a poco los muebles de primera necesidad, distinguiéndose entre otras la Superiora del Hospital de Incurables, Sor Mayran, y su compañera Sor Hinglaire, cuyos nombres dejó señalados el Sr. Etienne al respeto y gratitud de las futuras generaciones.
También los Misioneros contribuyeron, en la medida de sus fuerzas, a los gastos de instalación de la Casa Central, llevando al seno de la renaciente familia muebles, ropa blanca, libros, ornamentos, vasos sagrados, etc. Hubo algunos que entregaron las economías hechas durante el destierro con el pensamiento de aplicarlas algún día al restablecimiento de la Congregación. Otros, a quienes las enfermedades ó los años impidieron que se reunieran con sus compañeros, enviaron al menos sus modestos ahorros, dando con este tributo voluntario una prueba de su afecto sincero a la Congregación.
II
El edificio conocido por el nombre de Hotel de Lorges, calle de Sévres, está situado enfrente al Hospital de Incurables, que se llama en el día Hospital de Laénnec.
En el plano de jaillot, Recherches sur París, 1775 (Bib. Nat., imp. Lle7 6030.c 5C vol., barrio de Luxem-bourg) se reconoce este edificio tal cual acabamos de describirlo. Formaba parte de la misma manzana de casas que hoy, la cual se halla situada, en un sentido, entre la calle de Sévres y la de Vieilles-Tuilleries (hoy Cherche-Midi); y en otro, entre la calle de Saint-Maur (hoy del Abbé Gré-goire) y la de Saint-Romain. En el plano de 1775, en el ángulo que forman en la calle de Sévres y la de Saint-Maur, aparecen las Escuelas de Caridad, y muy cerca, ocupando parte del solar que hoy corresponde al número 93, había un cuartel de guardias francesas.
Vamos a dar algunas indicaciones acerca de las calles de Sévres y Cherche-Midi y sus contornos, según las descripciones de París del siglo XVIII; pues siempre agrada conocer la historia de los lugares que se han frecuentado y cuyo recuerdo se conserva con gusto.
Las calles de Sévres y Cherche-Midi, entre las cuales está situada la Casa Central de la Congregación de la Misión, parten ambas de la Croix-Rouge, donde se juntan formando un ángulo agudo. En el libro titulado Les Rues et environs de París (in 12, París, 1757), atribuído a Renou de Chevigné, se lee que a mitad del siglo XVIII París, menos extenso que hoy, estaba dividido en 20 barrios, como hoy está dividido en 20 distritos. Los lugares de que nosotros hablamos se hallaban en el barrio de Luxemburgo, que estaba limitado al Oeste por las calles de Bussy, de Four y de Séve, inclusivemente.
La calle de Séve (ó Sévres) iba desde la encrucijada de la Cruz Roja hasta la barrera de Sévres, el lugar, poco más o menos, en que hoy corta a esta calle el bulevard de los Inválidos. La calle de Cherche-Midi, que comenzaba también en la encrucijada de la Cruz Roja, cambiaba dos veces de nombre según iba bajando; en el lugar donde se abre la calle de San Plácido tomaba el nombre de Viejas-Tullerias, que conservaba hasta la calle de San Román, y aquí tomaba el de calle del Petit Vaugirard hasta el fin, es decir, hasta el molino y camino deVaugirard. La gran calle de Vaugirard se extendía un poco más arriba, paralela, lo mismo que hoy, a la de Cherche-Midi. (Description de París, t. VII, p. 380 y siguientes).
Recorramos primero con el autor de la Descripción de París, Piganiol de la Force (in 12, París, 1765, t. VII, página 363), las calles de Cherche-Midi y Sévres.
Según acabamos de indicar, parten ambas calles de la encrucijada de la Cruz Roja, donde desembocan otras cinco calles, lo que basta para demostrar— continúa nuestro autor—que aquí se podría formar una hermosa plaza si se quisiera embellecer este barrio, como se han embellecido otros que distaban mucho de merecerlo tanto. En el ángulo que formaban ambas calles estaba la Iglesia y Convento de los Premonstratenses reformados.
La calle del Cherche-illidi se llamó más tarde del Chasse-Illidi y después volvió de nuevo a llamarse del Cherche-illidi. Esta calle, que en un principio formaba parte de la calle de las Viejas Tullerías (llamada así porque en ella había muchos tejares) se llamó después—dice el autor de la Descripción del Cherche.Midi, que según Sauval era el nombre de una bandera que él afirma haber visto allí, en la cual se representaba un reloj de sol y mucha gente que buscaba el medio día a las catorce. Esta bandera—añade el mismo—era tan graciosa, que fue reproducida muchas veces en los almanaques, dando ocasión al proverbio francés: «Busca el medio día a las catorce», que corresponde al proverbio español: «Busca cuatro pies al gato.» Damos a esta explicación el valor que tenga. «No obstante, añade el autor, hoy ha prevalecido el nombre de Chasse-Midi.» Esto era,, como se ve, para ceder otra vez el puesto al nombre de Cherche-Midi, que es el que actualmente lleva dicha calle.
Volvamos a la encrucijada de la Cruz Roja, para bajar por la calle de Sévres como hemos bajado por la del Cherche-Midi. La calle de Séve, dice la Descripción de París, antiguamente de Sévre—hoy de Sévres—se llamó así del pueblo de Sévle, llamado de Sévre en otro tiempo, al cual conducía. En este distrito, y a orillas del Sena, está instalada la célebre fábrica de «porcelana de Sévres». No se puede dar un paso en esta calle—dice la descripción—sin encontrar algún Convento ó Comunidad.
En efecto, a la derecha se encontraba, desde luego, el Convento de la «Abadía de la Madera» que actualmente (1907) se está derribando para abrir paso al boulevard Raspail. Llegaba este Convento hasta la calle de la Chaise.
El espacio comprendido entre la calle de la Chaise y la calle del Bac, estaba ocupado por el Hospicio de las Casitas y el Cementerio de S. Sulpicio. El Hospicio de las Casitas fue fundado por el motivo siguiente: «Habiendo el Rey de Francia Carlos VIII paseado sus armas victoriosas por el reino de Nápoles—dice la Descripción—contrajeron sus tropas una enfermedad hasta entonces, según se dijo, desconocida en Francia.» El Parlamento decretó la fundación de un hospicio para curar dicha enfermedad, y después de varios ensayos se estableció en 7557 en el lugar indicado el Hospicio de las Casitas. En él había un médico que prestaba sus servicios a los variolosos, enfermos pobres, locos é idiotas, y, más tarde, también a los ancianos de ambos sexos que allí se refugiaban. El nombre de Hospicio de las Casitas se le dió por estar rodeado de casitas muy bajas, donde encontraban alojamiento las pobres viudas y los ancianos, también viudos, que vivían de las limosnas de la Gran Agencia de los Pobres, así como los locos é idiotas.»
Más tarde se llamó este establecimiento «Los Menages» por razón de las habitaciones ó casitas en que se instalaban a su gusto, como en familia, grupos de ancianos. Nos hemos detenido en la descripción de esta casa, porque las Hermanas de la Caridad prestaban sus servicios en las enfermerías de la misma. Hoy ocupa este local el jardín y almacenes del Bon Marché.
Bajando a mano derecha, después de la calle del Bac, se encontraba el Hospital de Incurables. La idea de este Hospital se remonta a Margarita Rouilli, esposa de Santiago Le Bret, consejero del Chatelet, la cual quiso que se erigiera con el título de Hospital de Pobres Incurables de Santa Margarita, dejando al efecto los fondos necesarios (1632). Un Sacerdote, Juan Joulet, señor de Chatillon,’ legó para el mismo fin una parte de sus bienes y en 1635 fueron recibidos algunos pobres incurables en el establecimiento recientemente construido. Las donaciones de unmnúmero considerable de bienhechores, entre los que figura en primer lugar el Cardenal Francisco de la Rochefoucauld, permitieron dar a esta obra mayor amplitud. «Los enfermos de este hospital—dice la Descripción de París—en 1765 reciben los caritativos cuidados que les prodigan las Sirvientes de los pobres, fundadas por San Vicente de Paul.» (p. 411) Ejercieron este caritativo ministerio hasta el año 1880, época de la secularización de los hospitales de París. El Hospital de Incurables es conocido ahora por Hospital de Lainnec, nombre de un célebre médico del siglo XIX.
En la Nueva descripción de la Ciudad de París, publicada por Germán Brice (París, 1725, p. 414 y sig.), después de hablar del Hospital de Incurables fundado para los enfermos incurables de ambos sexos, el autor añade lo que sigue, refiriéndose al edificio que en el siglo XIX había de ser Casa Central de la Congregación de la Misión: «La gran casa que está al otro lado de la calle es notable por la diversidad de departamentos altos y bajos de que se compone y por la amplitud de su jardín, el cual, sin embargo, podía estar mejor distribuido. Esta casa, que en 1719 ocupaba el Conde de Roussy, pertenece al Hospital de Incurables, así como otras muchas del vecindario, que producen buenas rentas.»
Después del Conde de Roussy ocupó esta casa el Duque de Lorge, como consta de un plano de la misma con la fecha del año 1763, en el que se leen las siguientes líneas manuscritas: «Plano de la casa perteneciente al Hospital de Incurables, situada en la calle de Sévres y habitada por el Duque de Lorge» (Arch. Nat., t. 21, 4-5.)
He aquí un acta (Arch. Nat., íbid) referente al mencionado plano, tomada de una fotografía del original: «El presente plano duplicado ha sido firmado y rublicado, con ocasión de un arrendamiento verificado en presencia de los infrascritos Notarios, hoy trece de Mayo de mil setecientos sesenta y tres, por los Sres. Directores y Administradores del Hotel Dieu y del Hospital de Incurables. quienes a nombre de dicho Hospital han celebrado el contrato con el muy alto y poderoso Señor, Monseñor Luis de Durfort, Duque de Lorge, Teniente General de la Armada real, M. (?) del señor Delfín, Comandante de la provincia de Guyena, Gobernador de la ciudad y castillo de Rhedón, barón de Quintín, Vizconde de Pommeril, Señor de Van-court, C. Heritage y otros lugares, y la muy alta y muy poderosa dama la Sra. María Margarita Buteau de Marzán, Duquesa de Lorge, su esposa, dama de la Señora Delfina. El presente duplicado para los Señores Duque y Duquesa de Lorge.
En París, trece de Mayo de 1763.
EL DUQUE DE LORGE.
BUTAULT DE MARSÁN, DUQUESA DE LORGE. Firmas de los Administradores y Notarios.»
Tal es el edificio que el Gobierno francés dio a los Lazaristas o Sacerdotes de la Congregación de la Misión, en vez de la Casa de S. Lázaro, que había convertido en prisión y quiso conservar. (Real decreto de Luis XVIII, 3 de Diciembre de 1817).
III
A medida que la Comunidad se iba reorganizando con la vuelta de los ancianos que antes de la revolución a ella pertenecían, y la entrada de los sujetos que deseaban pertenecer, era necesario pensar en instalarse de un modo más perfecto. La falta de Capilla, como hemos indicado, era uno de los mayores inconvenientes; por eso se pensó desde luego en edificar una. Gracias a la benevolencia del Ilustrísimo Sr. Frayssinous, Obispo de Hermópolis, Ministro de asuntos eclesiásticos, el Estado adquirió el inmueble Thie-rry, que llevó el núm. 93 de la calle de Sévres (Real decreto de 14 de Junio, 1826) é hizo donación de él a la Congregación, en vista de los servicios por ella prestados a Francia en las Misiones extranjeras y los que con el tiempo le había de prestar. El Sr. Boujard, a la sazón Vicario general de la Compañía, puso la primera piedra de la Capilla, que inauguró al año siguiente el Sr. Wailly, que acababa de ser nombrado Superior General.
El Sr. Rosset nos da en la Vida del Sr. Etienne los siguientes detalles a propósito de esto (pág. 35): «El breve pontificio por el cual fue nombrado el Sr. Wailly, Superior General de la Congregación de la Misión y de las Hijas de la Caridad, data del 16 de Enero de 1827; pero retardaron su ejecución algunas dificultades imprevistas, por las que el Sr. Wailly no pudo entrar hasta el mes de Julio en el ejercicio de sus funciones y dirigir a la Congregación su primera carta circular. Dióse prisa a organizar el gobierno de la Compañía y nombró al Sr. Etienne Procurador general y Secretario general a un mismo tiempo de la Congregación, doble título que conservó y cuyos cargos desempeñó hasta que fue elegido Superior General en 1843».
Gracias a la actividad que supo imprimir a las obras, se terminó la construcción de la Capilla, y el I.° de Noviembre de 1827 el Excmo. Sr. Quelen bendijo la nueva Capilla, donde la piedad de los Misioneros, por tanto tiempo sin asilo, ansiaba dar gracias a Dios y tributarle un culto más solemne y menos indigno de su infinita Majestad. El Amigo de la Religión daba cuenta de la ceremonia en las siguientes líneas, que vamos a reproducir (núm. del 3 de Noviembre de 1827):
«El día de Todos los Santos, el Ilmo. Sr. Arzobispo bendijo la nueva Capilla de la Congregación de la Misión, calle de Sévres. El Prelado llegó a las nueve de la mañana, siendo recibido a la puerta por el Superior General al frente de toda la Comunidad, dirigiéndose procesionalmente desde allí a la Capilla, que bendijo con las ceremonias de costumbre, celebrando inmediatamente la Santa Misa. A esta ceremonia asistieron un gran número de Hijas de la Caridad y fieles de distintos barrios. La Capilla es sencilla, pero elegante; el Coro bastante capaz para contener a la Comunidad, y la nave destinada al público puede contener aun a muchas personas. Está dedicada bajo la invocación de San Vicente de Paúl, cuyos restos contenidos en una caja serán colocados detrás del Altar.» Para complemento de esta relación diremos que al terminarse la ceremonia el piadoso Arzobispo quiso dar una muestra de afecto a los Hijos de San Vicente, regalándoles el alba y ornamentos de que se había servido para celebrar el Santo Sacrificio.
A medida que la familia religiosa se multiplicaba y se iban desarrollando sus obras, especialmente en las Misiones extranjeras del Oriente y Extremo Oriente, era indispensable ensanchar el edificio de instalación.
La Congregación fue poco a poco adquiriendo con dinero propio, según las circunstancias, porciones de terreno que le permitieron disponer algunas clases para los estudiantes, una Enfermería para los ancianos y enfermos, etcétera. He aquí el resumen de las adquisiciones hechas: en 1853, el terreno correspondiente al núm. 97 de la calle de Sévres; en 1854, la propiedad de Saudrans, calle de Cherche-Midi, 88; en 1859, los números 92, 94 y 96 de la misma calle, puestos en venta por la Asistencia pública; en 1875, el núm. 90, propiedad de Flamand. Para hacer estas adquisiciones se obtuvieron decretos de autorización con las fechas siguientes: 31 de Octubre de 1855, lo de Enero de 1859, 13 de Noviembre de 1859 y 8 de Marzo de 1879.
El Sr. Rosset, refiriendo la Vida del Sr. Etienne (página 500), da cuenta de estas adquisiciones realizadas felizmente por él. «En esta época del Sr. Etienne—dice se completó la construcción de la Casa Central, principiada desde hacía cuarenta años».
«En 1827 el Sr. Etienne, a la sazón Procurador General, había hecho construir toda la parte del edificio que comprende la Capilla, cierto número de habitaciones para los estudiantes y el dormitorio para los Seminaristas. Hacia el año 1846 emprendió, del lado del jardín, una nueva construcción, en la que se dispusieron un amplio Refectorio, sala de Oración, algunas habitaciones y un Oratorio particular para el Seminario. El antiguo hotel de Lorges, engrandecido y transformado de este modo, sirvió durante algunos años de morada a la Comunidad.
„Una cosa apenaba todavía al Sr. Etienne: la caja de las reliquias de San Vicente, que había sido colocada sobre el Altar mayor, era de difícil acceso, y el Altar mismo muy vulgar. Para remediar este inconveniente mandó erigir un Altar de notable belleza en 1854, por detrás del cual dos tramos de escalera permiten a los Misioneros acercarse con facilidad a las reliquias del Santo y satisfacer su piedad orando en su presencia.
“Sin embargo, como el personal iba en aumento cada día, no tardó en sentir la necesidad de un local más amplio para responder a todas las necesidades de una Casa Central. Por esta razón en 1857 se compró el amplio taller que colindaba con el lado derecho del jardín, y sobre este solar mandó construir el Sr. Etienne el ala del edificio que está enfrente al Refectorio.
Más tarde, en 1864, hizo reedificar el ala derecha del patio de entrada y añadir dos naves laterales a la Capilla, que había llegado a ser pequeña para tanta gente. En esta ocasión se modificó la fachada principal para acomodarla a las otras edificaciones, y se coronaron todas estas obras con un campanario, que da a todo el edificio el aspecto de una casa religiosa.
Ya no le quedaba por hacer al Sr. Etienne más que un local apartado para hospedar a los ejercitantes y a los Misioneros que estuviesen de paso en casa, lo cual realizó en 1869, mandando levantar un edificio sencillo que lleva el núm. 93 de la calle de Sévres. Entonces fue cuando quedó terminada por completo la restauración de la Casa Central.
El mismo hombre que restableció el espíritu primitivo de la Congregación consiguió levantarla también de sus ruinas materiales después de cuarenta años de constantes esfuerzos, mereciendo de este modo la gratitud de todos los Misioneros. Por eso el venerable Sr. Vicart, al manifestarle en 1.° de Enero de 1878 los deseos de la Comunidad, pudo decirle: «Nosotros nos complacemos en mirar a usted como a nuestro segundo fundador, y si algún día se le quisiera negar este título, si la Congregación llegara a olvidar lo mucho que le debe, las piedras mismas se levantarían contra nosotros y nos acusarían de ingratos». (Rosset. Vida del Sr. Etienne, pág. 502).
¿Quién podra contar el número de fervorosos apóstoles que han salido de la Casa Central de la calle de Sévres de París?
Apenas se había instalado en ella la Congregación, cuando ya comenzaron a salir hombres apostólicos para las Misiones de Levante, a fin de sostener las obras de Constantinopla, Salónica, Trípoli de Siria, Antura, hoy tan florecientes, y más tarde las de Persia; de ella salieron los apóstoles que, a costa de su sudor y a veces también de su sangre, como el Bienaventurado Juan Gabriel Perboyre, comunicaron nueva vida a las Misiones de China, donde sostiene hoy nuestra Congregación siete Vicariatos Apostólicos; de ella salieron las colonias de Misioneros que fundaron las florecientes Provincias de la América del Sur y América Central.
Mientras que España enviaba obreros evangélicos a Méjico y a sus colonias de las Antillas y Filipinas; Irlanda a sus colonias de Australia; Italia y Francia a les Estados Unidos de la América del Norte, la primera al Ilmo. Señor Andreis, muerto en olor de santidad, y la segunda al Ilustrísimo Sr. Odín, Vicario Apostólico de Tejas y más tarde Arzobispo de Nueva Orleans, de la Casa Central salían colonias de Misioneros para el Brasil en 1852; para Chile en 1853; para el Perú en 1857; para Buenos Aires y la Argentina en 1859; para Guatemala en 1862; para Colombia y el Ecuador en 1870. Y en los últimos tiempos, ¿de dónde, sino de esta misma Casa han recibido el personal y los recursos para organizar poco a poco su propia vida las provincias de Madagascar en Africa, Bolivia en América, y más cerca de nosotros Portugal, Bélgica, Holanda y Dinamarca?
La Casa Central de la calle de Sévres, como la de los Buenos Hijos y la de San Lázaro, aparece, para aquellos que la han habitado, circundada de una luminosa aureola, aureola que se forma del afecto y gratitud de los que, habiendo vivido en ella, han recibido aquí esa vida apostólica que después han llevado, lo diremos sin reparo, «hasta los confines del mundo».
ANALES 1907