¿Qué podemos aportar los vicencianos a la tarea evangelizadora de la Iglesia?

Francisco Javier Fernández ChentoFormación Vicenciana1 Comment

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Autor: Celestino Fernández, C.M. · Año publicación original: 2012 · Fuente: Boletín Provincial de la C.M. de Madrid, Junio-Septiembre 2012.
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De entrada, quiero dejar muy claro que éste no es un artículo completo y acabado. Se trata, más bien, de una especie de esbozo, de borrador, de «lluvia de ideas». Y, evidentemente, se trata también de mi propia opinión que no es ni mejor ni peor que otras opiniones. Por eso, la expongo en esta sección del Boletín Informativo que, como su nombre indica –»Tribuna abierta»–, es un espacio de libre y respetuosa opinión.

Se trata de ver si los vicencianos tenemos algo que decir en el campo universal de la evangelización. Evidentemente, la evangelización es urgencia, minis- terio y mandato universal para toda la Iglesia. El Papa Pablo VI, en la exhortación apostólica Evangelii Nun- tiandi, nos dice: «Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar» (nº 14).

De suyo, no podemos hablar de una «evangelización vicenciana», en cuanto tal, ni de una evangelización ig- naciana o franciscana o dominicana. Porque el vasto campo de la evangelización es de todos los cristianos y para todos los cristianos. Es la tarea de toda la Iglesia, poniendo el énfasis en el artículo «la», no una de tantas tareas.

El arcoiris es un conjunto de variados colores, de ahí su belleza. Es un conjunto de colores que no es de ningún color, sino de todos. Y cada color contribuye a embellecer el conjunto. Podríamos decir que de lo que se trata es de encontrar ese color netamente vicenciano que contribuye a embelle- cer el arcoiris de la evangelización. O sea, qué puede aportar a la evangelización universal y de todos el carisma vicenciano.

Por eso, me atrevo a pergeñar unas claves o líneas específicamente vicencianas que nos aproxi- men a lo que pudiera ser hoy nuestra contribución genuina a la nueva y urgente evangelización.

Marco general vicenciano

Tendríamos que partir de un telón de fondo o marco general. El mismo San Vicente de Paúl nos lo proporciona, el 6 de diciembre de 1658, en una conferencia a los misioneros que, precisamente, trata sobre «la finalidad de la Congregación de la Misión»: «Dar a conocer a Dios a los pobres, anun- ciarles a Jesucristo, decirles que está cerca el reino de los cielos y que ese reino es para los po- bres» (SVP, XI, 387). (Es curioso que esta frase de San Vicente apenas la hemos citado o empleado los sacerdotes de la Misión. Sin embargo, las Hijas de la Caridad la han recogido en sus Constitucio- nes, tanto en las anteriores como en las renovadas).

Esta frase, para mí, constituye el mejor resumen de lo que debe ser el cariz vicenciano de la evangelización. Y nos lleva a las grandes resonancias de la Evangelii Nuntiandi (el Documento más completo sobre la evangelización en el mundo actual).

Desde este marco general deben inspirarse, orientarse y articularse todas nuestras acciones evangelizadoras, y también hacia este marco general deben confluir todas nuestras actitudes y disposiciones.

Este marco general nos presenta lo fundamental de la inspiración vicenciana: Dios, Jesucristo y los pobres. Son también las tres columnas que sustentan la espiritualidad y la praxis de Vicente de Paúl y de sus seguidores: — La primacía de Dios: Dios es lo primero, es el absoluto. Nosotros somos cauces de la bondad de Dios. — La centralidad de Cristo: toda la vida de Vicente de Paúl es cris- tocéntrica y la cristología de Vicente de Paúl no es teórica, sino viva y existencial. «Cristo debe ser la vida de nuestra vida y la única pretensión de nuestros corazones». — La pasión por los pobres: No sólo preocupación. «Los pobres, que no saben qué hacer ni a dónde ir, que se multiplican todos los días, constituyen mi peso y mi dolor».

El evangelizador vicenciano (El emisor)

  • Persona con profunda experiencia de Dios.
  • Persona identificada con Cristo, evangelizador de los pobres. De tal forma que San Vicente de Paúl dice a los sacerdotes de la Misión: «¡Qué dicha, padres, hacer siempre y en todas las cosas la voluntad de Dios! ¿No es esto hacer lo que el Hijo de Dios vino a hacer en la tierra, como ya hemos dicho? El Hijo de Dios vino a evangelizar a los pobres; y nosotros, padres, ¿no hemos sido enviados a lo mismo? Sí, los misioneros han sido enviados a evangelizar a los pobres. ¡Qué dicha hacer en la tierra lo mismo que hizo nuestro Señor, que es enseñar el camino del cielo a los po- bres!» (SVP, XI, 209-210). Son innumera- bles los textos que encontramos en las conferencias de San Vicente de Paúl con el mismo o muy parecido contenido.
  • Persona con firme y convencida pertenencia a esta vocación específica vi- cenciana.
  • Persona que se esfuerza por leer el querer de Dios en los «signos de los tiempos», y que se esfuerza en leer estos «signos de los tiempos» en referencia a las necesidades y acontecimientos que tienen que ver con los pobres.
  • Persona llena de celo (virtud vicenciana), con todo lo que conlleva de tensión por la evangelización.
  • Persona que siente la obligación y la urgencia de estar formado permanente y continuamente.

El destinatario (El receptor)

  • Los pobres (sin más adjetivos)
  • Los necesitados de formación cristiana y que, además, son pobres.
  • Los pobres a los que nadie llega y nadie quiere atender.

El mensaje

  • El Dios vivo y verdadero revelado por Jesucristo. Y si vamos al Evangelio, vemos que se trata del «Buen Dios». Es decir, Dios como Padre, como Amor, como misericordia, como perdón gra- tuito, como protector y defensor de los pobres. Mons. Oscar Arnulfo Romero, comentando una frase de San Ireneo de Lyon, decía: «Gloria Dei pauper vivens».
  • Jesucristo salvador y liberador. Jesucristo encarnado, que se hace el último, el siervo, que nos sirve su vida, su muerte y su resurrección. Jesucristo que se presenta como el Mesías ungido por el Espíritu para liberar a los cautivos, romper los cepos, liberar a los pobres… Jesucristo que nos trae el Reino y ese Reino es, principalmente, para los pobres.
  • La caridad, el amor afectivo y efectivo como centro neurálgico del creyente.
  • El camino de salvación, que es Jesucristo ciertamente, pero plasmado en el sacramento del pobre (Mt 25, 31-46).

La actividad evangelizadora

  • Con unas características que nos recuerdan las Constituciones de la Congregación de la Misión en el nº 12: preferencia clara y expresa por el apostolado entre los pobres: su evangelización, en efecto, es señal de que el Reino de Dios se acerca a la tierra (cfr. Mt 11,5); atención a la realidad de la sociedad humana, sobre todo, a las causas de la desigual distribución de los bienes en el mundo, a fin de cumplir mejor con la función profética de evangelizar; alguna participación en la condición de los pobres, de modo que no sólo procuremos evangelizarlos, sino también ser evangelizados por ellos; verdadero sentido comunitario en las obras apostólicas…
  • Evangelización integral, de palabra y de obra. «Si hay alguno entre vosotros que crean que están en la Mi- sión para evangelizar a los pobres y no para cuidarlos, pa- ra remediar sus necesidades espirituales y no las temporales, les diré que tenemos que asistirles y hacer que les asis- tan de todas las maneras, nosotros y los demás… Hacer esto es evangelizar de palabra y de obra; es lo más perfec- to; y es lo que Nuestro Señor practicó…» (SVP, XI, 393).
  • Uniendo las tres acciones evangelizadoras de la Iglesia (culto, liturgia y servicio) con el vínculo de la caridad, y verificarlas con el compromiso efec- tivo a favor de los pobres.
  • Promoviendo el laicado, impulsando el laicado, acompañando al laicado, formando al laica- do en todo lo referente al compromiso vicenciano.
  • Formando y siendo formados en la Doctrina Social de la Iglesia, como traducción actual del espíritu vicenciano (y más que en la Doctrina Social de la Iglesia, también en toda la cadena de ense- ñanzas sociales de la Iglesia desde los primeros años del cristianismo).
  • Impulsando lo que hoy se conoce como «misión compartida» en y con la Familia Vicenciana.
  • Organizando la caridad de tal forma que sea el distintivo de nuestras parroquias, de nuestros centros… (Me decía, hace unos años, un obispo que los vicencianos teníamos que distinguirnos por ser los expertos en caridad, y que en todas las Diócesis los encargados de Cáritas tenían que ser los vicencianos).

Metodología

  • Sencillez, cercanía, humildad, encarnación, inculturación… Lenguaje de hoy y para hoy, con realismo, pisando la tierra, sin abstracciones teológicas o angelicales… Lo cual no quiere decir super- ficialidad, mediocridad ni chabacanería.

Conclusión

Evangelizar desde el compromiso con los pobres, desde el servicio caritativo es lo más genuino de las claves vicencianas de la evangelización, es lo que más y mejor podemos aportar los vicencianos a la nueva evangelización. Como escribió un vicencianista: «La opción por los pobres se convier- te en el eje fundamental de la nueva evangelización, capaz de hacer visible y creíble la gratuidad amorosa de Dios y de suscitar la civilización del amor».

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