En la Carta Apostólica del 21 de noviembre de 2014 a todas las personas consagradas, que lanzó en el Primer domingo de Adviento, el Papa Francisco señaló los OBJETIVOS, las EXPECTATIVAS y los HORIZONTES del Año de la Vida Consagrada. Este mes reflexionamos sobre las expectativas mencionadas en el mensaje Papal, vistas desde la perspectiva espiritual de las Hijas espirituales de San Vicente y de Santa Luisa.
#1. Estamos llamados a experimentar y demostrar que Dios es capaz de colmar nuestros corazones y hacernos felices, sin necesidad de buscar nuestra felicidad en otro lado; que la auténtica fraternidad vivida en nuestras comunidades alimenta nuestra alegría; que nuestra entrega total al servicio de la Iglesia, las familias, los jóvenes, los ancianos, los pobres, nos realiza como personas y da plenitud a nuestra vida.
“Mi corazón todavía lleno de gozo por la inteligencia que me parece le ha dado nuestro buen Dios de estas palabras: ¡Dios es mi Dios!”. (Santa Luisa, C. 348).
Sí, la vida consagrada no crece cuando organizamos bellas campañas vocacionales, sino cuando los jóvenes que nos conocen se sienten atraídos por nosotros, cuando nos ven hombres y mujeres felices. Tampoco su eficacia apostólica depende de la eficiencia y el poderío de sus medios. Es vuestra vida la que debe hablar, una vida en la que se trasparenta la alegría y la belleza de vivir el Evangelio y de seguir a Cristo.
#2. Espero que «despertéis al mundo», porque la nota que caracteriza la vida consagrada es la profecía. Como dije a los Superiores Generales, «la radicalidad evangélica no es sólo de los religiosos: se exige a todos. Pero los religiosos siguen al Señor de manera especial, de modo profético». Esta es la prioridad que ahora se nos pide: «Ser profetas como Jesús ha vivido en esta tierra… Un religioso nunca debe renunciar a la profecía»
“Las Hijas de la Caridad tienen la preocupación constante por la promoción de la persona en todos las dimensiones de su ser. Por eso se ponen a la escucha de sus hermanos y hermanas para ayudarles a tomar conciencia de su propia dignidad y a ser ellos mismos los agentes de su promoción. Dan a conocer las llamadas y las aspiraciones legítimas de los más desfavorecidos, que no tienen la posibilidad de hacerse oír”. (C. 24e)
“El profeta recibe de Dios la capacidad de observar la historia en la que vive y de interpretar los acontecimientos: es como un centinela que vigila por la noche y sabe cuándo llega el alba (cf. Is 21,11-12). Conoce a Dios y conoce a los hombres y mujeres, sus hermanos y hermanas. Es capaz de discernir, y también de denunciar el mal del pecado y las injusticias, porque es libre, no debe rendir cuentas a más amos que a Dios, no tiene otros intereses sino los de Dios. El profeta está generalmente de parte de los pobres y los indefensos, porque sabe que Dios mismo está de su parte”.
“No hemos de considerar a un pobre campesino o a una pobre mujer según su aspecto exterior, ni según la impresión de su espíritu… Pero dadle la vuelta a la medalla y veréis con las luces de la fe que son ésos los que nos representan al Hijo de Dios, que quiso ser pobre… ¡Qué hermoso sería ver a los pobres, considerándolos en Dios y en el aprecio en que los tuvo Jesucristo!” (S.V. X/4, 165).
#3. Los religiosos y las religiosas, al igual que todas las demás personas consagradas, están llamadas a ser «expertos en comunión». Espero, por tanto, que la «espiritualidad de comunión», indicada por san Juan Pablo II, se haga realidad y que vosotros estéis en primera línea para acoger «el gran desafío que tenemos ante nosotros» en este nuevo milenio: «Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión». Estoy seguro de que este Año trabajaréis con seriedad para que el ideal de fraternidad perseguido por los fundadores y fundadoras crezca en los más diversos niveles, como en círculos concéntricos”.
La comunión se practica ante todo en las respectivas comunidades del Instituto.
“Me ha parecido que para ser fieles a Dios, debíamos vivir en gran unión unas con otras, y que así como el Espíritu Santo es la unión del Padre y del Hijo, así también la vida que voluntariamente hemos emprendido debe transcurrir en esa unión de los corazones”. (Santa Luisa, E. 53).
También espero que crezca la comunión entre los miembros de los distintos Institutos.
Al mismo tiempo, la vida consagrada está llamada a buscar una sincera sinergia entre todas las vocaciones en la Iglesia, comenzando por los presbíteros y los laicos, así como a «fomentar la espiritualidad de la comunión, ante todo en su interior y, además, en la comunidad eclesial misma y más allá aún de sus confines».
”Respetando las situaciones particulares, asumen la causa de los pobres y colaboran con los que defienden sus derechos, siguiendo las orientaciones de la Iglesia” (C. 24e).
“Colaboran con las fuerzas vivas de la pastoral del lugar y hacen lo posible por promover un laicado responsable”. (E. 9b)
# 4. Espero de vosotros, además, lo que pido a todos los miembros de la Iglesia: salir de sí mismos para ir a las periferias existenciales. «Id al mundo entero»…
No os repleguéis en vosotros mismos, no dejéis que las pequeñas peleas de casa os asfixien, no quedéis prisioneros de vuestros problemas. Estos se resolverán si vais fuera a ayudar a otros a resolver sus problemas y anunciar la Buena Nueva. Encontraréis la vida dando la vida, la esperanza dando esperanza, el amor amando.
“Tenéis una vocación que os obliga a asistir indistintamente a toda clase de personas: hombres, mujeres y niños y en general, todos los pobres que os necesiten”. (S.V. 6 de enero de 1658).
Espero de vosotros gestos concretos de acogida a los refugiados, de cercanía a los pobres, de creatividad en la catequesis, en el anuncio del Evangelio, en la iniciación a la vida de oración.
#5. Espero que toda forma de vida consagrada se pregunte sobre lo que Dios y la humanidad de hoy piden.
[…] nadie debería eludir este Año una verificación seria sobre su presencia en la vida de la Iglesia y su manera de responder a los continuos y nuevos interrogantes que se suscitan en nuestro alrededor, al grito de los pobres.“Tenéis que estar dispuestas a servir a los pobres por todas partes a donde se os envíe…y en general, en todos los lugares en que tengáis que asistir a los pobres, pues tal es vuestro fin”. (S. V. 18 de octubre de 1655).
“Sólo con esta atención a las necesidades del mundo y con la docilidad al Espíritu, este Año de la Vida Consagrada se transformará en un auténtico kairòs, un tiempo de Dios lleno de gracia y de transformación”.