«Después de esto fue caminando de pueblo en pueblo y de aldea en aldea proclamando la buena noticia del Reino de Dios; le acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María Magdalena, de la que había echado siete demonios, Juana, la mujer de Cusa, intendente de Herodes, Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes». (Le 8,2-3).
1.- Los misioneros tendrán especial cuidado de las asociaciones de laicos fundadas por San Vicente o que dimanan de su espíritu, pues como tales tienen derecho a que les asistamos y fomentemos. 2.- Si bien los misioneros deben estar preparados para prestar dichos servicios, sin embargo, que haya algunos más versados en este cometido. 3.- Procúrese que esta animación tenga una dimensión espiritual, eclesial, social y cívica. (E.7)
A San Vicente le gustaba citar el texto de San Lucas arriba indicado cuando hablaba del apostolado de la mujer; unas veces se refería a las Señoras de las Caridades (X 957) y otras a las Hijas de la Caridad (XI 392). San Vicente dio un nuevo impulso al apostolado de los seglares en el ámbito de la caridad. Sus primeras obras fueron las Cofradías de la Caridad de mujeres, de hombres y mixtas. Otras Asociaciones, como la Sociedad de San Vicente de Paúl, animada por Ozanam, han aparecido en la Iglesia inspirándose sus fundadores en el espíritu de San Vicente de Paúl. El Estatuto 7 establece que los misioneros deben seguir animando los grupos vicencianos que existan o que puedan existir en la Iglesia.
1.«Somos las mujeres laicas de la familia vicenciana».
Así se describen a sí mismas las mujeres que constituyen la Asociación internacional de la Caridad (AIC): «Estamos en la Iglesia porque estamos bautizadas. Somos miembros de las Caridades porque el Señor nos ha llamado, como mujeres laicas, al ejercicio de la caridad». Las Caridades son para San Vicente un verdadero don de Dios a la Iglesia, y el pertenecer a ellas una verdadera vocación:
«La vocación es la elección que hace Dios de unas cuantas almas para utilizarlas en alguna obra buena, enviándoles luego las luces para el entendimiento, por medio de las cuales les hace comprender sus designios, y mueve su voluntad para abrazar esta buena obra. Si algunas personas dan su consentimiento, Dios destina esas almas a la gloria, las justifica y las glorifica cuando parten de esta vida. Pues bien, todo esto es lo que ha ocurrido con Vds., porque Dios es el que les ha inspirado para que abracen esta buena obra (la Compañía de la Caridad) y les ha tocado el corazón para que la quieran tanto, como lo han hecho. Ha hecho con Vds. como hizo con la Santísima Virgen, a la que dio a conocer por medio del Angel sus designios, y ella respondió diciendo: Fiat mihi secundum verbum tuum (Lc 1,38) e inmediatamente después el Espíritu Santo bajó sobre ella y formó el cuerpo de nuestro Señor y creó un alma infundiéndola en aquel cuerpo bendito, santificando y divinizando en cierto modo a la Santísima Virgen y como perseveró en medio de las dificultades… fue glorificada por encima de los Angeles». (X 937).
2. «Se entregan a Dios para vivir como verdaderas cristianas».
La llamada de Dios pide una respuesta que para San Vicente es una verdadera consagración. Mediante ella, los miembros de las Caridades se comprometen a vivir las exigencias del bautismo: Honrar a Cristo y obtener la gracia de vivir como verdaderas cristianas (X 574). Lo que dice en los reglamentos lo expone más ampliamente en una de sus conferencias:
«Las Señoras (de la Caridad) se entregan a Dios para vivir como verdaderas cristianas, en la observancia (le los mandamientos de Dios y cumpliendo con las re-las de la justicia: las casadas, obedeciendo a sus maridos; las viudas, viviendo como viudas; las madres cuidando de sus hijos; las amas, de sus criados y criadas; y que finalmente añaden a estos deberes lo que el bienaventurado Obispo de Ginebra les aconseja, a saber, que entren en las compañías o cofradías que hacen profesión especial de virtud y que, además de recomendar algún ejercicio exterior de piedad o de misericordia, lleven también a la mortificación de las pasiones y al amor de Dios; esas señoras caminarán por el buen camino que conduce a la vida. Entrad, pues, en esta compañía o cofradía las que todavía no os hayáis alistado en ella, puesto que lo más importante es no tener corazón más que para Dios, ni más voluntad que para amarle, ni más tiempo que para servirle. Si una se complace en su marido, es por Dios; si se preocupa de sus hijos, es por Dios; si se dedica a sus quehaceres, es por Dios. Así es como se pasa por la tuerta estrecha de la salvación y se llega al cielo» (X 956-957)
3. «Tenemos que asistir a los pobres y hacer que les asistan».
Vicente mandó fundar, al término de cada misión, la Cofradía de la Caridad, si los Obispos y Párrocos estaban de acuerdo. El hecho suponía un deseo más profundo: que la Congregación de la Misión promueva v fomente los movimientos, grupos, asociaciones y cofradías que tienen como fin el servicio a los pobres. Es claro lo que dice a los misioneros en la conferencia del 6 de diciembre de 1658:
«Si hay algunos entre nosotros que crean que están en la Misión para evangelizar a los pobres y no para cuidarlos, para remediar sus necesidades espirituales y no las temporales, les diré que tenemos que asistirles y hacer que les asistan de todas maneras, nosotros y los demás…». (XI 393).
- ¿Aprecio las Asociaciones de Caridad o soy de los que me sumo al coro de sus críticos sin hacer nada positivo por ellas?
- Si por razón de mi ministerio he tenido que estar en contacto con estas Asociaciones vicencianas ¿qué he hecho por darle nuevo vigor?
- ¿Considero el trabajo pastoral en favor de estas Asociaciones como prolongación de mi principal deber de evangelizar a los pobres?
Oración:
Oh glorioso S. Vicente, Patrono de todas las obras de caridad, Padre de todos los pobres, que a ninguno de cuantos a ti acudían nunca negaste tu ayuda. Mira cuántos y cuáles males padecemos y socórrenos con tu perpetua protección. Que por tu intercesión otorgue Dios su auxilio a los pobres, alivio a los enfermos, a los afligidos consuelo. Haz que por ti los ricos tengan espíritu de caridad, los pecadores se conviertan del mal camino, los sacerdotes ardan en celo apostólico, la Iglesia obtenga la paz, los pueblos la tranquilidad y todos la salvación. Así, Padre, según tu piedad y poder, sé generoso bienhechor nuestro, para que conducidos y fortalecidos por tu mano a través de las dificultades de esta vida, nos reunamos contigo en el cielo, donde no habrá llanto, ni queja, ni dolor alguno, sino gozo y alegría y felicidad para siempre. Amén».