Todo empezó en un basurero. En 1989 fue destinado a la capital, Antananarivo, para ocuparse del seminario de los Paúles. Cuando vio la miseria de la gente, especialmente en la periferia de la ciudad, con más de 800 familias escarbando en la basura para poder comer, se dijo a sí mismo que ahí no valía para nada hablar, que lo pertinente era actuar.
Empezó con una pequeña casa de acogida para los chicos, un hogar de apenas 16 metros cuadrados al borde de un vertedero de 20 hectáreas sobre el que vivían 5.000 personas.
Con un pequeño grupo de voluntarios de su antigua parroquia, empezó en un pequeño terreno de dos hectáreas, cedido por las autoridades municipales. Allí construyó las primeras viviendas, una pequeña ciudad que se llamaba Manantenasoa, que significa en lengua malgache «la colina del coraje». Poco a poco se fueron construyendo casas de madera, que luego pasarían a ser reconstruidas con ladrillos.
Del granito de la montaña empezó a sacar piedra, grava y adoquines, para venderlos para la construcción. Del basurero empezó también a sacar abono natural, que también vendía. Poco a poco, lo que primero había sido un albergue de jóvenes se convirtió en un pequeño barrio, luego en dos, hasta llegar a la ciudad que es hoy y en la que viven casi 20.000 personas.