Y líbranos del mal
EN ESTA PETICIÓN pedimos a Dios, casi con angustia, que nos libre de pensar que el pecado no se puede evitar ni con la gracia de Jesucristo, pues así como tenemos memoria de cuanto hizo el Nazareno por todos y cada uno de los hombres, también tenemos experiencia del alboroto de nuestra casa, cuando no está orientada a Jesucristo, y dudamos incluso del restablecimiento llevado a cabo por el segundo Adán, ya que la palpabilidad del desorden es mucho más evidente que el orden.
En esta petición pedimos a Dios que nos quite de la cabeza eso de que el pecado es algo constitutivo del ser humano, aunque sí propio de la naturaleza humana caída, ya que, después de la redención, seguimos heredando una constitución desordenada, y no precisamente aquella que se fraguó en el árbol de la Cruz. De manera que casi estamos convencidos de que, para llegar al orden, hemos de sucumbir en el desorden, o desordenarnos para una ulterior ordenación.
De todos modos, Señor, si todo marcha de la disgregación a la unidad, el ser humano no se libra de ese proceso. Más aún. Si nos viéramos sumidos en ese torbellino, ¿cómo tendríamos experiencia de ese dinamismo tuyo en el desorden, impidiendo el caos? ¿Cómo tendríamos evidencia de ese rostro tuyo amable, de ese rostro casi únicamente divisable en ese trecho que va de la caída al levantamiento de la gracia?
Tú sabes, Señor, que algunos hijos tuyos tenemos más experiencia de ti en la desgracia que en la gracia.
En esta petición pedimos a Dios que nos libre de pensar que el pecado es una sustancia, aunque sí un acto, lo mismo que la cojera pertenece a su portador accidentalmente, aunque estas distinciones casi nos hacen sonreír.
En esta petición pedimos a Dios que nos libre de pensar que no pesa sobre nosotros el mandato de caminar en rectitud, pues para conseguirlo necesitamos de la medicina de Jesucristo», de los sacramentos de Jesucristo y, en consecuencia, la Iglesia surge ante nosotros como un gran hospital poblado de enfermos.
En esta petición pedimos a Dios que nos libre de pensar que no quiere que vivamos sin pecado, pues envió a su Hijo para sanarnos.
¿Tan borrado quedó nuestro icono de ti?
De todas las personas que se relacionaron con tu Hijo en la tierra, únicamente María se ve libre de esa pedrada, aunque no del dolor.
¡Qué conflictividad la de Pablo, y qué gracioso y amable el apóstol de los gentiles al darse cuenta de esa conflictividad!
En esta petición pedimos a Dios que nos libre de pensar que no estamos salvados en esperanza, aunque tenga que manifestarse esa plenitud.
Aquí, Señor, me gustaría dejarme sucumbir en el sueño, aunque sea momentáneamente, como hiciera tu hijo Orígenes. Sé que cielos y tierras constituyen una unidad. Sé que el Dios que busco aquí, en la tierra, porque antes me ha encontrado, no puede diferir mucho del que encontraré después de tantos velos, aunque me parece que nunca se descorrerá el último, pues siempre seguirás velado, por más que yo no desee otro Dios para mí. Pero esa nueva situación me colocará en otra órbita, sin desnaturalizarme, pero otra, y aunque siga discurriendo, no lo haré tan torpemente como aquí. En resumidas cuentas: Que no es lo mismo contemplar las Meninas en una diapositiva que en el Museo de El Prado. Con esto quiero decirte, Señor, que, aunque no me des un cielo tan grande como a tus santos, bien canonizados o no, me concedas otro más chiquito. Y puesto que en tu Ciudad todo lo veré sin esperar otra luz, concédeme tiempo, más allá de los relojes, antes de colocarme a tu diestra, pero nunca jamás a tu siniestra, pues ya te digo que no lo quiero.
En esta petición pedimos a Dios que nos libre de pensar que el pecado procede de la naturaleza, aunque sí del libre albedrío’.
¿Y qué es naturaleza, Señor?
Si por tal he de entender eso que soy, tú sabes muy bien, por encima de todos los pensadores, que yo soy esa parcela cultivada por todos para mí, así como la de los otros ha sido cultivada por mí. Y no menos que yo busco en los demás eso que tienen mío, y que los otros buscan en mí eso que es suyo. Y que tú buscas en nosotros lo que es tuyo, y nosotros buscamos en ti lo que es nuestro.
¿Es lo más mío, Señor, el libre albedrío?
Aquí no sé qué responder, pues me encuentro ante la evidencia más fuerte de todas. Pienso, pero no puedo no pensar. Tampoco renuncio a ello. Pero algunas veces he pensado que sería bonito cerrar el grifo del pensamiento, lo mismo que el del agua, pero ni esto es posible, pues si estoy pensando cuando abierto, también pienso cuando lo quiero cerrar, sin meternos en el mundo de los sueños.
En esta petición pedimos a Dios que nos libre de pensar que la naturaleza humana ha sido hecha mala por él, aunque para reordenarla necesitemos de la gracia de Jesucristo’. Y por gracia de Jesucristo yo no entiendo otra cosa, aunque dé traspiés teológicos, que el Hombre-Dios hecho biología humana en la persona del Nazareno, así como la aceptación, en la Iglesia, de cuanto ha hecho y sigue haciendo por la humanidad.
Pero el listón es muy alto, y no doy la talla para esa Olimpíada. Ya sé que Jesucristo no lo supo todo, pues él mismo lo dice, y le creo, pero me sorprende, a pesar de sus limitaciones, y esta es la pobre brecha en la que accedo a lo que vela y desvela a Jesucristo, que los escribanos transmisores de la memoria evangélica jamás digan de él que dudara de nada, siendo así que los hombres de a pie dudamos aún después de haber despejado las incógnitas que nos impiden obrar.
Esta petición, Señor, es tan preciosa como arriesgada, y estimo que lo más sensato, antes de caer en herejías, es pasar la página, por más que me disguste esta postura.
Luis Nos
San Pablo