Ozanam, un sabio entre los pobres. Testamento

Francisco Javier Fernández ChentoFederico Ozanam2 Comments

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Author: Madeleine des Rivières · Translator: Máximo Agustín, C.M.. · Year of first publication: 1997.
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Antonio Federico Ozanam

Esto es mi testamento hológrafo que debe ser abierto por el presidente del tribunal civil, o en el extranjero por el Cónsul de Francia, antes de mi sepultura.

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, así sea.

Hoy, 23 de abril de 1853, en el momento que cumplo mis cuarenta años en las inquietudes de una enfermedad grave, sufriendo en el cuerpo, pero sano de espíritu, he escri­to en pocas palabras mis últimas voluntades, proponiéndome expresarlas más completamente cuando tenga más fuerzas.

Pongo mi alma en manos de Jesucristo, mi Salvador, asustado por mis pecados, pero confiando en la infinita misericordia. Muero en el seno de la Iglesia católica, apos­tólica y romana. He conocido las dudas del siglo presente, pero toda mi vida me ha convencido que no hay reposo para el espíritu y el corazón más que en la fe de la Iglesia y bajo su autoridad. Si atribuyo algún precio a mis largos estudios es que me dan derecho de suplicar a todos los que amo que sigan fieles a una Religión donde he encontrado la luz y la paz.

Mi ruego supremo a mi familia, a mi mujer, a mi hija, a mis hermanos y cuñados, a todos los que nacerán de ellos es que perseveren en la fe, a pesar de las humillaciones, los escándalos, las deserciones de las que serán testigos.

A mi tierna y querida Amelia, que ha hecho la alegría y el encanto de mi vida y cuyos cuidados tan dulces han con­solado desde hace un año todos mis males, yo dirijo mis adioses cortos como todas las cosas de la tierra. Le agradez­co, la bendigo, y yo la esperaré. En el cielo solamente podré devolverle tanto amor como merece. Doy a mi hija la bendi­ción de los Patriarcas, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Me es triste no poder trabajar más tiem­po en la obra tan querida de su educación, pero la confío sin pena a su muy buena y muy amada madre. A mis hermanos Alfonso y Carlos todo mi agradecimiento por su afecto, a mi hermano Carlos, particularmente por todas las solicitudes que le ha causado mi salud. A mi madre, la señora Soula­croix, a Carlos Soulacroix, reuníos con aquellos a quienes he llorado. Abrazo en un solo pensamiento a todos mis parien­tes y amigos que no puedo nombrar aquí. Por último, quiero que mi tío Haraneder, mis primos Jailland, el señor Noirot y el señor Ampére a quien debo tanto, Henri Pessonneaux, Lallier y Dufieux mis más antiguos amigos, encuentren aquí un recuerdo.

Doy también aquí las gracias a todos los que me han hecho algún servicio. Pido perdón por mis prontos y malos ejemplos. Yo solicito sus oraciones a la Sociedad de San Vicente de Paúl de mis amigos de Lyon. No ceséis a instan­cias de lo que os digan, él está en el cielo. Rogad siempre por el que os ama mucho pero que necesita mucho de vuestras súplicas, mis muy queridos amigos. Yo dejaré la tierra con menos temor.

Espero firmemente que no nos separemos y que me quede con vosotros hasta que vengáis a mí.

Que sobre todos nosotros sea la Bendición del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Así sea.

Pisa, el 23 de abril de 1853.

[Con aprobación de dos tachaduras. A.F. Ozanam]

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