En agosto de 1617, Vicente de Paúl, con unos 37 años de edad, inició todo un movimiento que llega hasta nuestros días.
Habiendo sido nombrado párroco de Chatillon les Dombes (actualmente Chatillon sur Chalaronne) el 1º de agosto de este año, llega a su nueva parroquia que cuenta con 2.000 habitantes.
Hasta poco tiempo antes, Chatillon había sido una región de guerra y en 1617 bastantes edificios estaban destruidos; además, muchas personas se habían convertido al protestantismo
Vicente, siendo párroco hizo una gran labor con los feligreses. Su sermón principal era siempre el de la Caridad. Con este método novedoso de enseñar e invitar a la Caridad conducía hacia Dios hasta los corazones más endurecidos.
Al poco tiempo de haber llegado a Chatillon (el 20 de agosto), se le acercan unas personas avisándole de una fuerte necesidad que tenía una familia y esto propició un cambio fuerte tanto en su vida como en las personas que lo rodeaban.
Dejemos que él mismo nos lo cuente:
Esto me tocó sensiblemente el corazón.
“Sepan, pues, que, estando cerca de Lyon en una pequeña ciudad en donde la Providencia me había llevado para ser párroco, un domingo, como me estuviese preparando para celebrar la santa misa, vinieron a decirme que en una casa separada de las demás, a un cuarto de hora de allí, estaba todo el mundo enfermo, sin que quedase ni una sola persona para asistir a las otras, y todas en una necesidad que es imposible expresar. Esto me tocó sensiblemente el corazón; no dejé de decirlo en el sermón con gran sentimiento, y Dios, tocando el corazón de los que me escuchaban, hizo que se sintieran todos movidos de compasión por aquellos pobres afligidos”. (Coste IX, 232).
Por la tarde, Vicente, fue a visitar a aquellos enfermos y con sorpresa encontró por el camino multitud de mujeres que iban o venían de visitar y de llevarles víveres. Como hacía calor, mucha gente se sentaba a lo largo de los senderos para descansar y refrescarse un poco. Aquello parecía una romería. Vicente llegó y comprobó por sí mismo la extrema necesidad de aquella pobre gente. Administró los sacramentos a los más graves. Vio también la cantidad de ayudas que los feligreses habían aportado y reflexionó: «Estos pobres enfermos han recibido hoy de golpe, provisiones de sobra. Parte de ellas se les estropearán, y mañana se encontrarán en su primitivo estado. Esta caridad no está bien ordenada»1. ¡Es necesario organizar la Caridad!
Esa misma tarde Vicente ponía en marcha su proyecto; Tres días después, el miércoles 23 de agosto, organizaba el primer grupo de mujeres piadosas del pueblo, que tocadas por la compasión las animó a crear una asociación encargándoles de ocuparse de los enfermos en sus casas2, entre ellas Francisca Baschet y señora de Chassaigne y Carlota de Brie, señora de Brunand.
Vicente les regaló un Reglamento provisional de la Asociación {197 (XIV,125-126)} que había redactado él mismo, con un objetivo claramente definido “Asistir espiritual y corporalmente a los Pobres”. Y se indica la razón: “La Caridad es la marca infalible de los verdaderos hijos de Dios”. Al día siguiente se comprometían a empezar la buena obra, realizando el servicio cada día, una por orden de inscripción.
El Reglamento provisional de agosto recogía tres elementos esenciales:
- Organización del servicio a realizar,
- Ayuda (en cuerpo y alma) a los enfermos en sus domicilios,
- Espiritualidad evangélica fuerte y competencia profesional realizando el servicio con cuidado y ternura.
Había nacido la primera Asociación de Caridad, gracias a un toque de compasión en cadena alrededor de la Eucaristía: una mujer piadosa, el párroco y los feligreses…
El hecho pone de relieve que la Eucaristía es fuente de caridad. Bien podemos afirmar que la Asociación Internacional de Caridades ha nacido de la Eucaristía. En ella y por ella fue posible su organización para servir a los pobres.
Con el obsequio del Reglamento oficial (más grande que el primero) hecho por San Vicente a las Damas de la Caridad de Chatillon, el Arzobispo de Lyon reconoce oficialmente la primera Caridad el 24 de noviembre de 1617, y se proclama el 8 de diciembre de 1617.
Primer Reglamento del 23 de agosto de 1617 de las Cofradías de la Caridad:
Documento 197. Este documento que relata los comienzos de la Caridad de Chatillón fue descubierto en la alcaldía de Chatillón en 1839. Vol X: Document #197 p. 567-568 (SV:X:567-568)
Jesús, María.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. En el día de hoy, 23 de agosto de 1617, las señoras abajo mencionadas, se han asociado caritativamente para asistir a los pobres enfermos de la presente villa de Chatillón, por turno, habiendo resuelto de común acuerdo que una de ellas se hará cargo, durante todo un día solamente, de todos aquellos que hayan avisado; y conjuntamente, tener cuidado de prestarles ayuda. Se proponen dos fines, a saber: ayudar al cuerpo y al alma; al cuerpo dando alimentos, cuidándolos y al alma disponiéndoles a bien morir a los que están para ello o a vivir cristianamente si se curan. Y porque la Madre de Dios es invocada y tomada como patrona para las cosas importantes, y todo resulte y redunde para gloria del buen Jesús, su Hijo, las dichas damas la toman como patrona y protectora de la obra y la piden humildemente que las proteja muy especialmente, como también a S. Martín y S. Andrés, verdaderos ejemplos de caridad, patronos de Chatillón y comenzarán, Dios mediante, a trabajar en esta buena obra, mañana, día de la festividad de S. Bartolomé, según el orden en el que ellas están inscritas.
En primer lugar, la Señora del Castillo, en su turno. La Señorita de Brie, en el suyo. La Señora Philiberta, esposa del Señor de los Hugonieres. Benita, la hija del Señor Ennemóndo Prost. La Señora Dionisia Beynier, esposa del Señor Claudio Bouchour. Una de las hijas de la Señora Perra. La Señora Coleta. Finalmente la Señorita de la Chassaigne. Después de ésta la Señora del Castillo comenzará de nuevo los cuidados para otro turno y así las otras, alternándose, según el orden establecido, teniendo en cuenta que, cuando una no pueda, por cualquier causa justa, darse a esta santa obra en su turno, lo dirá y advertirá el día antes a la que le sigue, de esta su imposibilidad, con el fin de que la sustituya, encargándose del servicio a los pobres en ese día; lo que no se negará hacer, si puede, y haciéndolo, ella quedará libre al día siguiente en el que le correspondería según el orden establecido. Es necesario pedir al buen Jesús que se mantenga dicho orden y que colme de bendiciones divinas a todos aquellos y aquellas que trabajan con sus manos o contribuyen con sus bienes para que se mantenga; como, sin duda, Él lo hará, porque Él mismo nos lo asegura por su propia boca en el terrible día del juicio cuando oigan su voz dulce y agradable: cómo serán aquellos que ayudan a los pobres: Venid benditos de mi Padre y poseed el reino que os tiene preparado desde los comienzos del mundo; o al contrario, aquellos que no se han preocupado, serán rechazados por Él con otras duras y temibles palabras: Malditos, apartaos de mí, id al fuego eterno que está preparado para el diablo y sus ángeles. Al Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo todo honor y gloria por los siglos de los siglos, Amén.