Novena a san Vicente de Paúl: Día Tercero

Francisco Javier Fernández ChentoOración, Vicente de PaúlLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: Antonio Mora, C.M. .
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Motivos para observar las máximas evangélicas

Oración preparatoria.

Dios todopoderoso y eterno, que llenaste de caridad el corazón de san Vicente de Paúl, escucha nuestra oración y danos tu amor. A ejemplo suyo, haznos descubrir y servir a Jesucristo, tu Hijo, en nuestros hermanos pobres y desdichados. Que en su escuela aprendamos a amarte a Ti con el sudor de nuestro rostro y la fuerza de nuestros brazos. Por sus oraciones, libra nuestras almas del odio y del egoísmo; haz que todos recordemos que un día seremos juzgados sobre el amor. Oh Dios, que quieres la salvación de todos, danos los sacerdotes, las religiosas y los apóstoles seglares que tanto necesitamos. Que sean entre nosotros los primeros testigos de tu amor. Virgen de los pobres y Reina de la Paz, obtén para nuestro mundo dividido y angustiado, el amor y la paz. ASÍ SEA.

Reflexión del día 3º.

Los motivos se deben derivar de la santidad, de la naturaleza y de la utilidad de estas máximas. Vamos a verlo.

¿Qué es la santidad? Es el desprendimiento y la separación de las cosas de la tierra, y al mismo tiempo el amor a Dios y la unión con su divina voluntad. En esto me parece a mí que consiste la santidad.

¿Y qué es lo que nos aparta más de la tierra y nos une tanto al cielo sino las máximas evangélicas? Todas ellas pretenden separarnos de los bienes, placeres, honores, sensualidades y propias satisfacciones; todas tienden a ello; ese es su fin. Por eso, decir que una persona se mantiene en la observancia de las máximas evangélicas, es decir que está en la santidad; decir que una persona las practica, es decir que tiene la santidad, porque la santidad, como acabamos de anotar, consiste en el rompimiento del afecto a las cosas terrenas y en la unión con Dios; de forma que es inconcebible que una persona observe las máximas evangélicas y no se vea despegada de la tierra y unida al cielo.

El segundo motivo que se saca de las máximas evangélicas, es su utilidad. Las personas que las practican, ¿qué es lo que hacen? Se apartan de tres poderosos enemigos: la pasión de tener bienes, de tener placeres y de tener libertad. Ese es, hermanos míos, el espíritu del mundo que hoy reina con tanto imperio, que puede decirse que todo el afán de los hombres del siglo consiste en poseer bienes y placeres y en hacer su propia voluntad. Eso es lo que se busca, tras eso corren. Se imaginan que la felicidad de este mundo está en amontonar riquezas, en gozar y en vivir a su antojo.

Pero, ¡ay!, ¿quién no ve todo lo contrario y quién ignora que el que se deja gobernar por sus pasiones se convierte en esclavo de las mismas?

Una persona que se queda ahí, esto es, que no logra hacerse dueño de sus pasiones, puede y debe creerse hija del diablo. Por el contrario, los que se alejan del afecto a los bienes de la tierra, del ansia de placeres y de su propia voluntad, se convierten en hijos de Dios y gozan de una perfecta libertad, porque la libertad sólo se encuentra en el amor de Dios. Esas personas, hermanos míos, son libres, carecen de leyes, vuelan libres por doquier, sin poder detenerse, sin ser nunca esclavas del demonio ni de sus placeres. ¡Bendita libertad la de los hijos de Dios!. (Cf. Op. cit., nn. 990-991).

Oración final.

¡Oh Salvador, Señor, Dios nuestro! Tú trajiste del cielo a la tierra esta doctrina, la recomendaste a los hombres y la enseñaste a los apóstoles, a quienes les dijiste que esta doctrina es como la base del cristianismo y que todo lo que no se cimente en ella estará cimentado sobre arena: llénanos de este espíritu, dispon nuestros corazones a recibirlo. Amén.

Gozos.

HIMNO A SAN VICENTE

(Melodía del «Quis novus caelis»)

¿Qué nuevo triunfo cantan hoy, los cielos?
¿Qué nuevo aplauso los santos tributan?
¡La luz del Clero, el Padre de los Pobres
brilla en la Gloria!

Ayúdanos, San Vicente,
a renovarnos en el Evangelio.

Obras ingentes loan tus proezas
y el Amor ciñe de laurel tu frente;
cuanto le diste al Pobre con largueza
te vuelve el Cielo.

Ayúdanos, San Vicente,
a renovarnos en el Evangelio.

Los sacerdotes, siendo tú su Guía,
llevan al Pobre la verdad de Cristo:
la madre Iglesia vive y canoniza
tu Magisterio.

Ayúdanos, San Vicente,
a renovarnos en el Evangelio.

Pero te honran de manera insigne
vírgenes castas que, a la vez, son Madres:
los Pobres gozan, bajo tu mirada,
de su ternura.

Ayúdanos, San Vicente,
a renovarnos en el Evangelio.

Como aliviaste el dolor del mísero,
oye hoy, benigno, el clamor del Pueblo:
todos los pobres, juntos te proclaman
Padre y Amigo.

Ayúdanos, San Vicente,
a renovarnos en el Evangelio.

Demos hoy, todos, gloria al Padre Eterno
y al Hijo Ungido Salvador del hombre
y al Amor mismo, Llama de Dios vivo
que arde en Vicente. Amén.

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