«Algún tiempo después designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les dijo: La mies es abundante y los braceros son pocos; por eso, rogad al dueño de la mies que mande braceros a su mies». (Lc 10,1-2).
«El fin de la Congregación de la Misión es seguir a Cristo evangelizador de los pobres. Este fin se logra cuando sus miembros y comunidades, fieles a San Vicente, … 3.° ayudan en su formación a los clérigos… y los llevan a una participación más plena en la evangelización de los pobres». (C 1, 3.°).
Por los pobres la Congregación de la Misión fue llamada para que se dedicara a la formación del clero. No dudó San Vicente de que este nuevo campo era querido por Dios. La Congregación quiere seguir siendo fiel a la voluntad de Dios y de San Vicente, aun sabiendo las dificultades que tal empeño conlleva hoy.
1. «Cuando llegó la plenitud de los tiempos».
El mismo San Vicente dice cómo y por qué la Congregación de la Misión asumió este trabajo:
«El tercer fin de nuestro humilde instituto es instruir a los eclesiásticos, no solamente en las ciencias, para que las sepan, sino en las virtudes, para que las practiquen. ¿De qué sirve enseñarles las unas sin las otras? Nada o casi nada. Necesitan capacidad y buena vida. Sin ésta aquélla es inútil y peligrosa. Al comienzo, la Compañía sólo se ocupaba de sí misma y de los pobres… pero, cuando llegó la plenitud de los tiempos, nos llamó (Dios) para que contribuyéramos a formar buenos sacerdotes, a dar buenos pastores a las parroquias y a enseñarles lo que tienen que saber y practicar.
¡Qué tarea tan importante! ¡Qué sublime! ¡Cuán por encima de nosotros! ¿Quién había pensado jamás en los ejercicios a los ordenandos y en los seminarios? Nunca se nos hubiera ocurrido esta empresa si Dios no nos hubiera demostrado que era su voluntad emplearnos en ella. Dios es, por tanto, el que ha llevado a la Compañía a estos oficios sin elección por nuestra parte, pidiendo de nosotros esta dedicación, que ha de ser una dedicación seria, humilde, devota, constante y en correspondencia con la excelencia de la obra». (XI 390).
2. «¿Qué gran cosa es un buen sacerdote».
San Vicente tuvo experiencias elocuentes sobre lo que es un buen sacerdote y un mal sacerdote. ¡Cuánto bien puede hacer un buen sacerdote! ¡Cuánto daño puede hacer un mal sacerdote! Los misioneros deben entregar». a la formación de los sacerdotes, ayudarles a adquirir la ciencia y la virtud. La tarea es difícil y elevada:
«EI carácter de los sacerdotes es una participación del sacerdocio del Hijo de Dios, que les ha dado el poder de sacrificar su propio cuerpo y de darlo en alimento, para que los que coman de él vivan eternamente. Es un carácter enteramente divino e incomparable, un poder sobre el cuerpo de Jesucristo que admiran los Angeles, y la facultad de perdonar los pecados de los hombres, que es para ellos un gran motivo de admiración y de gratitud. ¿Hay alguna cosa más grande y digna de admiración» ¡Ay, padres, qué gran cosa es un buen sacerdote!(XI 702).
3. «Hacer efectivo el evangelio».
Para San Vicente, el buen sacerdote es el que hace efectivo el Evangelio, el que por misión debe completar lo que predijeron los profetas:
«Puede decirse que venir a evangelizar a los pobres no se entiende solamente enseñar los misterios necesarios para la salvación, sino hacer todas las cosas predichas y figuradas por los profetas, hacer efectivo el Evangelio. Ya sabéis que antiguamente Dios rechazó a los sacerdotes manchados, que habían profanado las cosas santas; sintió horror de sus sacrificios y dijo que suscitaría otros que, desde el levante hasta el poniente y desde el mediodía al septentrión, harían resonar sus voces y sus palabras: In omnem terram exivit sonus eorum. ¿Por medio de quién cumplió esta promesa? Por su Hijo, nuestro Señor, que ordenó sacerdotes, los instruyó y los formó y les dio poder de ordenar a otros: sicut misit me Pater ego mitto vos». (XI 391).
¿Qué pienso de este campo de apostolado de la Congregación en el momento presente de la misma y cara al futuro?
¿Me he planteado alguna vez cómo ayudar es- ritual o pastoralmente a los sacerdotes?
ORACION:
«¡Oh Dios, que enseñaste a los ministros de tu Iglesia a servir a los hermanos y no a ser servidos, te rogamos les concedas disponibilidad para el trabajo apostólico, humildad en el servicio y perseverancia en la oración. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén».