Meditaciones del Cenáculo Misionero: Los Sucesos Del Jueves Santo

Francisco Javier Fernández ChentoCenáculo MisioneroLeave a Comment

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Autor: Tomás Agustín Judge, C.M. .
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Jueves Santo

Esta mañana se cantó el alegre Gloria y se regaron flores por todo el camino por donde pasaba el Dios Sacramentado. Aún ahora, en medio de la tristeza, hay un rayo de luz. ¿Qué quiere decir esto?; ¿Por qué este terrible contraste de alegría y sufrimiento, de regocijo y duelo, de triunfo y derrota, de luz y tinieblas? Hay una luminosidad que viene de la cámara superior (el Cenáculo), pero afuera todo es oscuridad y malicia y odio. Hombres diabólicos estaban planeando en secreto el más terrible crimen que la historia haya registrado jamás. Pronto sus manos iban estar rojas, no con la sangre de uno de los hombres, sino con la sangre de su Dios.1

El (Jueves Santo por la noche), los sufrimientos mentales de Jesús. ¡Qué asunto para meditar sobre él! Mirad al hermoso Hijo de Dios, un gran hombre sufriendo grandemente. ¡Qué misterio es el terrible sufrimiento de Getsemaní!; ¡Míralo en el polvo, a Él, que sostiene el universo; míralo agonizando, Él, que no conoce ni la disminución ni el aumento, en quien no hay ni cambio ni alteración! Sangre las arenas están llenas de ella. Salpica las rocas que están alrededor, se resbala por sus benditos dedos. Sus vestiduras están empapadas de ella. Jesús ha sudado sangre. ¡Oh, cuán rápido progresa esta obra de redención!

La sangre volvió a fluir cuando lo flagelaron atado a la columna. Estos grandes y morenos hombres de Roma lo azotaban y le pegaban, y herían su carne sagrada. Las manos de estos hombres estaban manchadas con ella; se deslizaban en ella. Lo coronaron de espinas; cada aguda y afilada espina, al atravesar su cabeza sagrada, se tornaba en otra fuente de la Preciosa Sangre. ¡Oh, que mucha sangre ha derramado! Puede trazarse desde el pretorio de Pilato hasta la casa de Herodes en todas las piedras de las calles de Jerusalén.

Debemos de adorar la Sangre Preciosa con la más grande adoración. En el tabernáculo más cercano, donde reposa el Santísimo Sacramento, hay una corte de inconcebible magnificencia. El cuerpo humano y el alma de Jesús están allí. María no está muy lejos.

Millones de ángeles gloriosos cubren sus rostros con un velo y se inclinan ante la visión del Eterno. Millones y millones de santos gloriosos están allí. Allí está latiendo el Sagrado Corazón de Jesús. Allí está fluyendo su Preciosa Sangre. La Sangre Preciosa es la base de los sacramentos. Amor a los sacramentos implica amor a la Preciosa Sangre.2

Piensa en la generosidad de Aquél que han matado para con los que lo mataron. ¿Quién jamás ha oído hablar de un hombre asesinado que deja sus estados, sus posesiones a aquél que lo envió a la eternidad? El amor de nuestro Salvador no tenía medida. La ingratitud no iba a hacer que Él vacilara. Y el gran tesoro (de la Eucaristía) fue pasado, fue legado a nosotros.3

Tomás Agustín Judge C.M., fundador del Cenáculo Misionero

  1. Notas de un sermón, ca.  1907, MF 11719-20
  2. Artículo en «THE HOLY GHOST» Magazine (Revista El Espíritu Santo), Jul 1923, MF 1168
  3. Notas de un sermón, ca.  1907, MF 11719-20

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