Meditación para el día de San Vicente de Paúl, patriarca y fundador de la Congregación de la Misión.1
- Considera que, queriendo Dios castigar a la Francia con un río de calamidades corporales y permisión de daños espirituales, deparó para su remedio a san Vicente de Paúl. Nació de humildes y píos padres; pasó sus primeros años con mucha inocencia , y con la misma siguió la carrera de los estudios hasta ordenarse de sacerdote. Probóle Dios con una dura esclavitud en Tunez; y hallándole sufrido y resignado, con especial providencia le puso en libertad.
Considera que, puesto de asiento san Vicente en París, se dio tan de veras al retiro, oración, total mortificación y dependencia de su Director, que en breves años consiguió el alto estado de la perfección cristiana.
¿De dónde nace que tú te halles tan atrasado en este camino, sino de no haber aplicado esos medios, o de haberlo hecho con mucha tibieza? ¡Oh, si te resolvieses a imitarle en esto con fervor; y cuán presto te hallarías trocado en varón espiritual! - Considera con cuánta excelencia resplandeció en S. Vicente la caridad apostólica con que abrazó, en el estado secular y eclesiástico, las más importantes empresas, para remedio de innumerables necesidades espirituales y corporales.
Fundó la Congregación de la Misión para la salvación de los pobres aldeanos, y enseñanza y santificación de los eclesiásticos con los seminarios y ejercicios espirituales, extendiendo estos aún a los seglares en las casas de su Congregación.
Fundó la numerosa Compañía de las Hijas de Caridad, de que llenas ellas y repartidas en varios países, asisten a costa de muchas fatigas a los pobres enfermos.
Fundó varios hospitales, y muchas otras congregaciones de uno y otro sexo para bien espiritual y corporal de muchos; siendo su caridad el común refugio de todos, pasando aún a lucir y arder entre moros y paganos. Acabó felizmente S. Vicente tantas hazañas apostólicas, porque no perdonó a trabajo, fatiga, ni desvelo, hasta la última vejez.
A ti poco trabajo te parece mucho; y por eso es harto poco lo que haces para bien de los prójimos. ¡Oh, cuán envilecido te tiene el amor a tus comodidades y descanso! Procura imitar su fervor en vencer los trabajos e incomodidades, para imitarle en obrar mucho para la gloria de Dios y bien de los prójimos. - Considera la profundísima humildad, con que S. Vicente conservó sus apostólicas virtudes y tantas obras heróicas. Padeció los dos contrastes de la humildad, el verse encumbrado a las mayores honras en la corte de Francia, y de otra parte calumniado con falsos testimonios; y de uno y otro salió triunfante en su humildad verdadera , desechando igualmente la propia satisfacción y estimación, como las escusas y justificaciones. Sólo atendía a buscar por todas las vías su desprecio, pretendiendo no parecer ni ser tenido por humilde sino por vil, que es la segura contraseña de la profundísima humildad.
Examina a esta luz tu corazón, y te hallarás del todo desemejante al humilde corazón de Vicente; porque vas por pasos contrarios. Insensiblemente por todas vías buscas salir bien de todo y agradar en todo, y por ninguna puedes sufrir ser menos, ser mal reputado que noten tus faltas; y cuando te avisan, las que verdaderamente has cometido, con escusas enturbias la verdad. Para remedio de estos males busca el desprecio, que tienes bien merecido; y siguiendo las pisadas que te ha dejado el humilde Vicente, despreciando la falsa honra que dan los hombres, conseguirás la verdadera que viene de Dios.