Luisa de Marillac y los marginados (III)

Mitxel OlabuénagaLuisa de MarillacLeave a Comment

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  1. B) Los ACONTECIMIENTOS DEMOGRÁFICOS Y SOCIALES EN EL SIGLO XVII FRANCÉS: UN INDICADOR QUE SE HACE EXPERIENCIA EN LA CARNE DE LUISA DE MARILLAC

Luisa aprendió los modelos culturales de su sociedad, los asi­miló y los convirtió en reglas de vida. Por ello se hace hincapié en el contexto religioso que se vive en Francia y del que Luisa participó ampliamente del contexto social, político, religioso y económico de su tiempo.

Situemos a Luisa en el contexto donde desarrolla su existen­cia y veremos cómo muchas de las situaciones que a su alrede­dor se viven no le son ajenas.

Es conocedora de la forma en que está constituida la socie­dad, ella misma forma parte de una sociedad estamental, donde desde cada estamento se ejercen y viven poderes diferentes, exis­te «distinción entre los que oran, los que luchan y los que traba­jan, estos últimos, innobles por ser útiles«.

Una sociedad que se precia de dar importancia en ella a dos categorías la religiosa y la militar.

Su situación inicial no le permitirá conocer con claridad la situación de los campesinos, pero al constituir el mayor número de personas en situación de pobreza y que inciden de manera muy fuerte en la sociedad de pobreza de Francia, seguramente enseguida dejarían de pasar desapercibidos.

Probablemente, por las cartas que escribe a las hijas de la caridad que son destinadas a atender a los enfermos, conozca cómo el lenguaje de la época expresa la vulnerabilidad de estas personas, que en la realidad se entremezclan y confunden.

Pobre: «quien ordinariamente tiene un nivel de vida muy bajo y está expuesto todos los días a no conseguir lo indispensa­ble para vivir.

Mendigo: Quien tiene que pedir limosna para subsistir. Vagabundo: Al desalmado.

Marginado: Alguien a quien nadie quiere reconocer como allegado suyo y de quien ninguna persona digna de fe quiere dar garantía. No tener la garantía de nadie, equivale a permanecer al margen de la sociedad.

Su posición de partida, con seguridad: «El asesinato de Concini, no aportó apenas ningún cambio. El desorden acaecido en las finanzas, se continuó con el duque de Luynes. Los superinten­dentes de finanzas que se sucedieron entre Jeannin y Marillac, continuaron la misma política de presupuestos», le hará pregun­tarse si ella misma en razón de familia no habrá caído en alguna situación de explotación e injusticia hacia los más oprimidos.

Parece seguro que Luisa conoce con toda certeza la situación económica que se produce durante la Regencia de María de Medicis, el Reinado de Luís XIII y de la misma manera el papel que juegan en esta situación económica y financiera los cardena­les —ministros Richelieu primero y Mazarino después como con­sejeros del Rey, aunque parece que el deseo de ambos era corre­gir los abusos del pueblo, el resultado fue en ambos igualmente decepcionante: La miseria extrema del pueblo».

No pasará desapercibido, por el reclamo de la publicidad de su época las categorías que se organizan en el mundo rural, la Iglesia, el Señor y el Rey.

A todos los estamentos superiores, debía entregar el campesi­no alguna parte o una gran parte de sus trabajos.

Esta situación siguió siendo real y objetiva, durante el tiempo que Luisa de Marillac organizó y visto las caridades.

La burguesía, se establece también en categorías, todas ellas, coinciden en acumular fortunas, propiedades, y casi siempre la procedencia es el engaño, el robo y la trampa.

Podemos pensar que esta situación transcurre de forma pare­ja a su propia existencia.

Conoció por experiencia los tipos de nobleza: la nobleza cor­tesana, la nobleza rural y la parlamentaria o administrativa, ella misma negociará en el futuro algunas de las obras en las que tra­bajará con los pobres, y con una claridad evidente sabe muy bien a quién y cómo debe dirigirse.

El noble tiene bienes, tiene dinero, por ello es muy bien tra­tado, y al igual que en nuestros días, el noble aprovechando la situación se posiciona como clase dominante y privilegiada. A la nobleza la envidian los contemporáneos de Luisa. (Ella misma puede reconocer su situación de infancia respecto a un número mayoritario de niños y jóvenes al menos en sus primeros años, que eran abandonados).

Otra percepción, no menos influyente en Luisa como persona despejada y lúcida es que la mayor parte de los cargos eclesiás­ticos pertenecen a la nobleza, los títulos de la nobleza predispo­nen y capacitan para conseguir ciertas funciones especialmente eclesiásticas, y aunque el sometimiento de todos al rey constitu­ye una realidad, al Rey también se le compra de diversas formas. La preocupación por la situación de la Iglesia, del clero fue un interrogante para Luisa de Marillac.

Todo en el siglo XVI había sido una ruptura en relación a lo religioso. Las guerras de religión habían dejado a Francia en situación compleja y deplorable.

No se sabía dónde establecer criterios morales y aunque algu­nos aspectos jurídicos venían a establecer algunas pautas (Con­cordato de Bolonia) la Iglesia tenía que someterse de igual forma a los criterios del rey. Por ello un episcopado repleto de hombres de guerra, diplomáticos, financieros, a quienes como su nombre indica, le eran muy ajenos cualquiera de los problemas relacio­nados con la pastoral.

Luisa conoció, la situación de las parroquias, como observa­mos en alguna de sus cartas, especialmente las rurales, goberna­das por párrocos cuyos fines eran preferentemente económicos, no desconocía la situación en la que vive una gran parte del clero, y el número de sacerdotes ignorantes y mediocres.

Incluirse en el colectivo religioso-religiosa, era algo sencillo en aquel tiempo, y además productivo de cara a la familia, aun­que la dote supusiera en principio un desembolso importante, por ello era muy importante, preguntarse con claridad si existía en estas personas una verdadera vocación. Luisa acompañará con claridad en esta situación al inicio de la Compañía.

Pero, como en todas las épocas, también había personas que habían tocado fondo y expresaban con fuerza en su vida los valo­res del Evangelio. Estas personas tratan de salir al paso de esta situación religiosa e invitan a un cambio de vida que logran en bastantes aspectos.

La espiritualidad estaba de moda y se trataba de vivirla de una u otra forma.

En París, las comunidades femeninas se hicieron un lugar ayudadas por Madame Acarie, Bérulle, Duval…

Luisa conoce bien la situación religiosa y las tareas que las Congregaciones religiosas tienen. Así lo manifiesta cuando habla a las Hijas de la Caridad de las Ursulinas, indicándoles que es una comunidad que se dedica a la instrucción de las hijas de la nobleza o de la burguesía. Constata también la pluralidad de orientaciones, la diversidad en los ministerios, los muchos luga­res donde se trata de vivir una renovada espiritualidad.

Ante Luisa se desarrollaron también las escenas de pobreza que van influyendo directamente en la situación que elige.

Luisa no fue ajena a esto, desde los 13 años sufrió en su carne el cambio de status, el trabajo, e hizo carne de su carne todas las tareas que necesitó realizar para poder salir adelante (limpiar, cocinar, administrar, etc., todo esto, sin olvidarnos tampoco del papel que a lo largo de los siglos ha jugado socialmente la mujer.

Se puede decir que Luisa, vivió de la manera más humilde y sencilla, aunque despierta a todo lo que aconteció a su alrededor.

La cultura adquirida en sus primeros años, la situación plan­teada en su matrimonio, la situación del pueblo francés, sus inte­rrogantes respecto a la entrega total y a la fe, hacen que vuelva a iniciarse en ella una inquietud por otras opciones.

La espiritualidad que vive nos indica que esta es una constan­te en su vida y en ella se ha ido dando los procesos habituales que vive toda persona de fe.

A pesar de ser una mujer, conoce la situación que vive Fran­cia en el terreno de la espiritualidad, conoce desde el aspecto intelectual a los impulsores de la misma, La Reforma Protestan­te, el Calvinismo, las diferencias entre la Escuela abstracta y la Devoción Moderna, la evolución espiritual que se va dando en su tierra natal, Luisa atiende, comprende, estudia, ora… pero des­arrolla una espiritualidad propia y personalizada.

Al menos cuatro formas de expresión de la espiritualidad conviven en Francia en los comienzos del siglo XVII y todas ellas reflejan y atienden a distintos aspectos de espiritualidad, dirigidas y coordinadas por algún sacerdote que desde ellas invi­ta a seguir bajo una dirección espiritual concreta, nada extraño ya que el acompañamiento era algo normal en la compleja y des­ordenada situación que a este nivel se vivía en Francia. Estos grupos concretaban y expresaban así la espiritualidad.

Grupo de seguidores de Jesús de forma sencilla, lo que hoy podríamos denominar Religiosidad Popular, que manifiestan su fe con rezos procesiones y otras devociones a Jesús, Maria y los Santos.

Grupo seleccionado con una actitud probable de búsque­da del mensaje evangélico, se reunía en los llamados Círculos. En ellos se leía, se comentaba a los espirituales renano-flamencos traducidos en la Cartuja de Santa Bárbara en Colonia. En París había dos círculos: Uno en Sant Honoré y otro en casa de Mada-me Acarie.

Otro grupo de seguidores de la Devoción Moderna, con un manifiesto claro del Humanismo Devoto.

Otro grupo que en Búsqueda pretendían identificar unión con Dios a través de la Caridad (como respuesta a la situación que se vive en París y alrededores).

Cada grupo, tiene sus propios directores y Luisa participa en distintos momentos de unos y otros.

Para Luisa la palabra espiritualidad lleva a Dios. Dios es el hacedor de todo en ella y desde su sencillez y al mismo tiempo con su formación, nada usual, en aquel tiempo busca conjugar el amor a Dios con el amor al prójimo.

Podemos concluir este apartado, expresando cómo en Luisa de Marillac nace y se manifiesta su sensibilidad por el servicio de los pobres y se cultiva cada día de su existencia.

La propia experiencia personal y la situación demográfica y social del lugar donde vive, ejerce en ella seguramente las prime­ras intuiciones de lo que será su seguimiento a Jesucristo y por él, su servicio a los pobres.

Carmen Rodríguez

CEME, 2010

 

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