[i]E. 103 (A. 18) (Deseo de imitar a Nuestro Señor en su muerte)
16 de agosto de 1658
272. El lunes, en la Sagrada Comunión, en el momento de recibirla, sentí de pronto la advertencia o deseo de que Nuestro Señor viniera a mi acompañado de sus virtudes para comunicárselas, porque me parece que antes me había sentido avergonzada del abuso que había hecho del honor de recibirle.
Y como el tema de nuestra oración de la mañana era de las señales que aparecieron en el momento de su muerte, le pedí para mi dos de ellas: que el velo del templo, que me figuraba ser mi entendimiento, se rasgase para no detenerse ya en mi propio juicio y que la roca de mi corazón se quebrase por medio de la tolerancia y mansedumbre hacia mi prójimo.
Y como medio, me vino al pensamiento que debía mirar a Nuestro Señor en los últimos instantes de su vida; lo que más me sirvió de lección fue su última palabra: Padre, en tus manos entrego mi espíritu, dándoseme a entender que no debía hacer ninguna cosa importante sin esta relación; y su última acción, que fue inclinar la cabeza, debía servirme de advertencia para no fijarme en mirar tantas cosas y para condescender humildemente.
[i]E. 103. Rc 5 A 18. Original autógrafo.







