Luisa de Marillac, Pensamiento 082: Sobre la mortificación

Francisco Javier Fernández ChentoEscritos de Luisa de MarillacLeave a Comment

CREDITS
Author: Luisa de Marillac .
Estimated Reading Time:

[i]E. 82 (A. 67) (Sobre la mortificación). pp.787-788

1. Pensamientos preparados para la Conferencia de dicho día (SVP, X, 63; Conf. esp. n. 1256 y s).(3 de enero de 1655) 1

225. Una de las razones que he pensado teníamos para practicar la mortificación, es para mantener siempre nuestras almas en el estado de su creación, porque habiendo sido hechas a imagen de Dios, están en cierto modo desfiguradas cuando no mortifican sus pasiones y se dejan llevar de ellas.

Otra razón es que la mortificación es la vida del alma, como el alma es la vida del cuerpo; porque si no la mortificamos, muere al seguir sus pasiones y se hace desagradable a Dios.

El ejemplo del Hijo, aunque lo que en nosotros es pasión y pecado en El no se daba.

Tercera razón: si no practicamos la virtud de la mortificación, no podremos soportarnos unas a otras, como a ello estamos obligadas, y con frecuencia seríamos motivo de escándalo para el mundo al dejarnos llevar por nuestros primeros prontos.

En el segundo punto, me parece que habremos de practicar esta virtud, principalmente, mortificando con frecuencia nuestro propio juicio para ceder ante el de los demás.

Mortificar también nuestra voluntad para inclinarnos más a la de nuestras Hermanas, cuando no haya en manera alguna perjuicio para la gloria de Dios.

226. En cuanto al tiempo durante el que hemos de trabajar para adquirir una perfecta mortificación, no puede fijarse de antemano, sino que hemos de emprender generosamente este trabajo durante toda nuestra vida ya como no es más que mortificar, no es morir, y así nuestras pasiones seguirán vivas, y tenemos que velar de continuo y trabajar en mortificarlas. Para ello sería bueno que cada una de nosotras tomásemos la precaución de pedir a veces hacer algunas mortificaciones exteriores, aunque después de haber trabajado en mortificar nuestro interior y todo lo que vemos debe serlo en nosotras, como es lo que nos hace ir en contra de los sencillos reglamentos de la Compañía.

Y nos es muy necesaria también la mortificación rigurosa de nuestra curiosidad, principalmente cuando varias Hermanas se encuentran reunidas: de ordinario, hay una premura para informarse de los defectos y carácter de las demás y premura también para decir lo que se sabe acerca de ello; igualmente, estamos obligadas a empeñarnos en mortificar los resentimientos y aun deseos de pequeñas venganzas que pueden sembrar la turbación entre las Hermanas de las Parroquias cuando alguna se ha dejado ir a contar los disgustillos que han tenido recíprocamente.

Y creo que en general las Hijas de la Caridad, para mantenerse en su vocación y atraer de Dios las gracias que para ello necesitan, tienen que velar de continuo sobre sus sentidos y pasiones para no concederle aquello a que a menudo nos incitan. Todo ello requiere que se tome el cuidado de explicar bien y hacer comprender lo que son aquéllos y éstas.

Me reconozco culpable ante Dios de la negligencia que he tenido en ayudar a nuestras Hermanas en este punto y sobre todo en darles ejemplo, habiéndome excusado con frecuencia de hacerlo por mis cobardías, delicadezas conmigo misma y sensualidades.


[i]E. 82 Rc 5 A 67. Original autógrafo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *