[i]E. 77 (A. 112) Nota tocante al proyecto de [ii]Gran Hospicio General 1. pp.783-784
218. Si la obra es conslderada como política, parece que la deben emprender los hombres..,
Si es considerada como obra de caridad, la pueden emprender las mujeres al modo como ellas han emprendido los otros grandes y penosos ejercicios de caridad que Dios ha aprobado por la bendición que su bondad les ha otorgado.
Que sean ellas solas, parece que no es posible, ni se debe, pero sería de desear que algunos hombres piadosos, sea de alguna corporación o particulares, se les uniesen tanto como consejeros, diciendo su parecer como cualquiera de ellas, como para actuar en los procesos y actos de la justicia que quizás convendrá tener para mantener a toda esta clase de gentes en su deber, a causa de la variedad de espíritus, costumbres y caracteres.
Dos o tres cosas son de desear:
Que las Señoras renovasen su sometimiento al juicio o a propuesta del parecer de ellas a aquel a quien Dios les ha escogido.
Que se mantuviesen siempre en la práctica de su primitiva sencillez en decir buenamente su parecer, sin pasión porque sea seguido, y que los señores coadjutores no se sientan menos por esta cualidad, aunque hablando humanamente parezca que esta manera de actuar no es razonable, ya que no es la ordinaria; pero la experiencia ha hecho ver que Dios la ha inspirado, y en tanto en cuanto las Señoras han actuado solas en su empresa, el espíritu cristiano ha aparecido allí en la dulzura, unión y caridad que las hacían con frecuencia exponer su vida por el amor de Dios.
El ensayo de la dirección de esta obra por las Señoras no puede dañar de ninguna manera, y puede servir mucho para hacer ver el poder de Dios que se ha servido con frecuencia de este sexo en todos los tiempos, sea para cosas temporales o espirituales. El ejemplo de Judit y de otras, santa Ursula, santa Catalina mártir, santa Teresa, etc…
219. Creo que es de desear que los hombres llamados para coadjutores no sean considerados como cuerpo de la Compañía. Parece que el espíritu de la del Santísimo Sacramento repugna a esto, habiendo estado siempre y querido estar ocultos en todas sus acciones caritativas, e incluso no se declaran comúnmente de la Compañía, creo que por humildad, y lo mismo de emprender obras públicas; parece ser que Dios no pide esto de ellos. Y las obras que Dios hace y hace hacer por medio de las Señoras son todo lo contrario.
No hay razones para pensar que haya inconveniente en que las Señoras la emprendan, puesto que todas son personas de condición; que ellas no hacen nada sin consejo, y que están desde hace tiempo habituadas a la administración de grandes asuntos.
Y como se trata de una obra pública y que podrá ser observada por todo el mundo, cuando ellas la derogaran dentro de cincuenta años, habría medio de rehacerla o cambiar su dirección, lo cual muy bien podría no suceder puesto que no la quieren emprender más que por orden de Dios.
[i]E. 77. Rc 5, A 112 Original autógrafo.
[ii]1. Cuando el hospicio del Nombre de Jesús estuvo bien establecido, las Señoras de la Asamblea quedaron tan encantadas del buen orden que en él reinaba, que hicieron las más vivas instancias cerca de san Vicente para empujarle a emprender para todos los mendigos de París lo que acababa de realizar con tanto éxito para cuarenta ancianos. Ahora bien. París no albergaba entonces menos de cuarenta mil mendigos, restos desgraciados de las guerras y de las divisiones intestinas del reino desde la muerte de Enrique III.
El relato de esta gran obra que corona la vida del siervo de Dios pertenece a su biografía. El no juzgó oportuno encargar a sus misioneros, ni a las Hijas de la Caridad de la dirección de una obra tan considerable; pero se ve por la presente nota que la Señorita era consultada en todas las empresas caritativas, sea por las Señoras de la Asamblea, sea por este santo apóstol de la caridad.







