[i]E. 56 (A. 14 bis) (De la Santísima Virgen). pp.762-763
183. Virgen Santísima, bien sabes lo que mi corazón ha pensado hoy al considerar a tu amado Hijo en el Pesebre y cuán grande me ha parecido este Misterio viendo en él la ley de Gracia dada a toda la naturaleza humana, la cual hasta entonces había estado cautiva de la culpa original que mantenía a todas las almas en la privación de la vista de Dios para la que habían sido creadas.
¡Oh santo Templo de Gracia! ¿Cómo no inundas nuestros corazones de continuo gozo y alegría?
¿Cómo no bastas para llenar toda nuestra vida de amor hacia un Dios tan bueno? Quiero, oh Dios mío, pensar a menudo en esto y agradecerte tu gran mlsericordia por haberme creado después de tan sagrado tiempo. Concédeme la gracia de mantenerme en esta gratitud…
Pero ¡oh Santísima Virgen! ¿Qué admirable es tu virtud! He ahí que eres la Madre de todo un Dios y, sin embargo, no te apartas de la bajeza y oscuridad. Es para confundir nuestro orgullo y para enseñarnos a estimar la gracia de Dios por encima de todas las grandezas del mundo que, ciertamente, comparadas con ella son despreciables.
¡Oh Dios mío! ¿Por qué no será capaz mi espíritu de dar a conocer al mundo las bellezas que me has hecho ver y la gran dignidad de la Santísima Virgen?
Es verdad que con decir que es la Madre de tu Hijo, se ha dicho todo; pero ¡qué admirables son en sí mismas todas las operaciones de María! No sin razón la Santa Iglesia la llama Madre de Misericordia. Y lo es porque es Madre de Gracia.
184. Te veo hoy, purísima Virgen, Madre de Gracia porque no sólo has dado la materia para formar el Sagrado Cuerpo de tu Hijo pues por entonces aún no eras Madre , sino que al introducirlo en el mundo, eres, juntamente, Madre de Dios y Madre de un hombre que al nacer trae al mundo una ley nueva, la única ley que lleva en sí Vida Eterna.
¡Oh Madre de la Ley de Gracia, pues eres Madre de la Gracia misma! Me parece que nunca te había reconocido como tal. Si el pueblo de Israel honraba tanto a Moisés por mediación de quien recibía la manifestación de la voluntad de Dios, ¡qué amor y servicio no te debo yo tributar por haber sido tú la que has dado al mundo al Dios de la ley de gracia! Quiero demostrarte mi agradecimiento, tanto con las alabanzas que deseo ofrecerte y ayudando al prójimo a conocer tus grandezas, como por una devoción completamente nueva y la confianza que quiero tener en el poder de que gozas ante Dios.
Te ruego, Virgen Santísima, me ayudes a cumplir estas resoluciones tan justas.
[i]E. 56 Rc 5 A 14 bis. Original autógrafo







