Luisa de Marillac escuchadora de la palabra de Dios (VII)

Mitxel OlabuénagaFormación VicencianaLeave a Comment

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EJERCICIOS ESPIRITUALES SOBRE LA VIDA DE JESÚS

Hay momentos en la vida de santa Luisa que podrían influir en quien la lee. Entre esos momentos están los Ejercicios Espiritua­les, que aún pueden impactarnos, pues los Ejercicios Espirituales debieran ser momentos para escuchar al Espíritu Santo que guía al ejercitante a través de la Palabra revelada. De los Ejercicios que hizo santa Luisa conservarnos varios resúmenes’ y, por ellos, vemos la forma en que medita y asimila la Palabra en las Escritu­ras. Que tiene presente las Escrituras reveladas, no cabe duda, pero las medita de distinta manera según las épocas en que su espiritualidad está movida por una u otra de las distintas corrien­tes espirituales que vivió: Renanoflamenca, vicenciana o luisiana.

Así en los Ejercicios que hace en adviento de 1628, obedece a san Vicente que le aconseja hacerlos de acuerdo con las meditaciones que propone san Francisco de Sales en La Introducción a la vida devota. Pero sabernos que san Francisco, humanista convencido, no cita mucho a Jesús. Tampoco santa Luisa medita en estos Ejercicios sobre las pala­bras de Jesús, pero sí tiene presente a Jesús y a su Humanidad, la Palabra divina encarnada, penetrando en la realidad ontológica del resultado de la Encarnación, que tanto la embelesaba, tal como se lo enseñaron los capuchinos, las carmelitas francesas y los oratorianos de Bérulle, todos de tendencias renanoflamencas.

Curiosos son los Ejercicios de cuatro días que hace en Adviento de 1631. Comienza un sábado meditando todo el día sobre la muerte y el juicio que la conducen al desprendi­miento y recuerda como motivo las palabras de Jesús: que había venido a separar al padre del hijo. Pero ese mismo día recibe una nota de san Vicente diciéndole que el domingo medite sobre el nacimiento de Jesús, los pastores y la purificación de María. Así lo hace. Ella misma escoge las meditaciones del lunes y del martes. Las del lunes se refieren a la vida de Jesús de los 12 años hasta el lavatorio de los pies; las del martes serían sobre la Pasión de Jesús, pero parece que terminó los Ejercicios el lunes por la noche un tanto de prisa. Se deduce de no haber ninguna señal de las meditaciones del martes y estar algo desordenadas y sin ter­minar las del lunes por la tarde.

Más que las palabras medita la persona de Jesús y sus accio­nes convertidas en modelo de su vida. Todas las escenas o hechos de Jesús se convierten en Palabra del Padre que la invita a incor­porarse a la vida de Jesucristo. No son las palabras lo que ella escucha; cada acontecimiento de la vida de Jesús, desde Belén hasta la última cena, es una Palabra divina que le habla al cora­zón invitándola a imitar los ejemplos de Jesús y a practicar la perfección evangélica. Parece que estamos viendo a santa Luisa queriendo seguir las directrices de san Vicente, pero sin poder desprenderse enteramente de su mentalidad nórdica y beruliana.

No cabe duda que estas meditaciones las hizo teniendo abier­tos los evangelios, que va siguiendo paso a paso, como se ve igualmente que los iba meditando en los Ejercicios que hará meses después, en 1632, como preparación a recibir el Espíritu Santo el día de Pentecostés. Son unos Ejercicios netamen­te vicencianos. Como lo hará san Vicente en las Reglas Comunes de los misioneros, cada resolución comienza reproduciendo algún dato de la Palabra encarnada, con los modismos: que Nuestro Señor dijo, que Jesús hizo, puesto que Jesús, ya que el Hijo de Dios.

EPÍLOGO

No se puede negar que un lector particular de las Escrituras, si las lee sinceramente, está trabajado, asistido del Espíritu Santo para una interpretación personal adecuada, pues el mismo que inspiró la Escritura está presente y activo en los que se acercan para escucharla. «El mismo Espíritu, que es autor de las Sagra­das Escrituras, es también guía de su recta interpretación». La Pontificia Comisión Bíblica asegura que, puesto que la Biblia es tesoro de todo el Pueblo de Dios, todos tienen alguna parte en su genuina interpretación: los exegetas y los pobres, los que viven en determinadas situaciones culturales o sociales y los que atra­viesan circunstancias particulares. La última palabra, sin embar­go, la tiene el Magisterio de la Iglesia, «que tiene el oficio de interpretar auténticamente la Palabra de Dios oral o escrita», pues en la Iglesia habita el Espíritu Santo, garante de la enseñanza del magisterio y de la interpretación de la Biblia. Sin olvidar, no obstante, que «el Magisterio no está por encima de la Palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido pues, por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, la escucha devotamente, la custodia celosamente y la explica fielmente».

Después de leer las cartas y escritos de santa Luisa de Marillac me viene un interrogante: La Palabra revelada en las Sagradas Escrituras ¿fue la fuerza y la dinámica que la llevó a empren der muchas de sus actuaciones o fue un apoyo que utilizó para confirmarlas y asegurarlas después de emprendidas?

Benito Martínez

CEME, 2010

 

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