Mi querida hermana1:
¡De nuevo ha tenido usted una lamentable caída! y presenta la falta de nuestra Hermana de manera distinta a como es. Esta Hermana se había impacientado mucho viendo varios gatos alrededor de usted y de ella durante la oración, y usted dice que es que desagradan a otra Hermana. ¡Dios mío!, Hermana, ¡qué lamentable es la verdad! ¡Cuánto tiempo hace que le he rogado a usted se deshiciera de esos animales! y no lo tiene usted en cuenta; en cambio, ¡si una Hermana deja de obedecerle con prontitud!…
Nos debe usted todavía veinte sueldos del resto, le enviaremos los guisantes; aquí tiene entre tanto diez libras2 de ciruelas pasas, a seis libras 3 el ciento. Le ruego, querida hermana, no se deje abatir a la vista de sus faltas: sin este medio, no llegaríamos a conocernos ni tampoco a corregirnos. Me parece que hará usted bien en comprar mantequilla salada, la de buena calidad aquí vale ocho sueldos; ya nos dirá si piensa que está más cara en Saint Denis, y entonces se la enviaremos de aquí. No es que no puedan de vez en cuando comprar mantequilla fresca, pero no lo hagan con frecuencia.
Consuélese con la esperanza de que los Ejercicios van a hacerle bien. Me extraña que estén todavía ahí esas dos Hermanas sin saberlo nosotros. Pida a Dios para mí la humildad y créame en su santo amor, mi querida Hermana, su muy humilde hermana y servidora.
C. 728 Rc 3 It 556. Carta autógrafa.