25 de junio de 16581
Mi querida hermana:
Ahora mismo acabo de recibir su carta del 18 de junio en la que me hace grandes reproches, y con razón, por haber dejado pasar tanto tiempo sin escribirle; le pido perdón por ello con todo mi corazón y le ruego, para que me ayude a no recaer en esta falta, lleve usted a bien una pequeña advertencia que tengo que hacerle, y es, querida Hermana, que me facilite la lectura de sus cartas, escribiendo desde el principio, por articulos2, todo lo que quiera decirme. Y no crea que no tengo un gran consuelo cuando me hace usted el honor de comunicarme en particular sus noticias, pero me hallo en tal estado de debilidad, que me cuesta mucho leer. Siento no recordar ahora lo que me pedía usted en sus cartas anteriores.
Puesto que el señor de Beaumont3 se ha tomado la molestia de escribir a nuestro muy Honorable Padre sobre esas dos jóvenes, creo que su caridad no dejará de contestarle, pero yo le diré a usted que es de la mayor importancia que su vocación sea verdadera, porque la experiencia nos ha hecho ver que las hay que se sirven de este pretexto para poder venir a París, con la esperanza de que si les falla nuestra Casa, encontrarán buena colocación aquí..
Por lo que se refiere a los alquileres de su casa, no he oído hablar nada de ello, ni he recibido la carta en la que, según me comunica usted, me lo decían, por eso no puedo decirle nada, como no sea que si deben algo, y pueden, lo paguen: es razonable lo hagan así; pero como en todas partes donde tenemos Hermanas son las Señoras de la Caridad las que se encargan de su alojamiento, es posible que la señora Duquesa de Richelieu4 quiera hacer lo mismo con ustedes. Creo que lo que retrasa a nuestra Hermana de Angers5 es que hay allí dos hermanas enfermas. Alabo a Dios por la santa indiferencia en la que se encuentran sus espíritus, sometidos a las disposiciones de la divina Providencia. Le suplico las mantenga siempre en la unión y cordialidad de su santo amor.