Hija de la Caridad, sierva de los Pobres enfermos
Bernay
(septiembre de 1655)1
Mi querida Hermana:
No sé si la señora Le Comte le habrá contestado: yo le envié su carta enseguida de haberla recibido. Creo habérselo dicho ya, así como la feliz llegada de nuestra Sor María Papillon2 que tomó el sencillo hábito el día de la Asunción con mucha alegría por su parte. Le he dicho los buenos deseos de su hermana; pero ella alega que es todavía muy joven. Quizá sea lo mejor dejar pasar un poco de tiempo y así probar más su vocación.
¿Ha podido usted encontrar tela igual a la nuestra para hacerle un delantal a Sor Lorenza?3 Ponga cuidado, hágame el favor, querida hermana, porque es muy peligrosa la desigualdad. Mándeme sus medidas para confeccionarle unas camisetas que haremos aquí; porque de ordinario hay tanta diferencia de una a otra en la hechura, que parece somos de países distintos. Ya me dirá usted por qué medio se las haremos llegar.
Me da usted una gran alegría con la esperanza de poder hacer llegar cartas a nuestras Hermanas4 de Sainte-Marie-du-Mont, porque me parece que todas las que les he escrito se han perdido. Y también me consuela que pueda usted hacer un breve viaje allá; ya se lo había dicho a nuestro muy Honorable Padre, pero volveré a decírselo, si Dios quiere.
Encomiendo a sus oraciones el Estado de Polonia, la conservación de las personas del Rey y de la Reina; tenemos muy malas noticias de cómo va la guerra. Suplico a Nuestro Señor les otorgue la ayuda de que Sus Majestades necesitan. Puede usted pensar en qué situación se encuentran nuestras Hermanas y todos los católicos, puesto que sus perseguidores son todos herejes de varias confesiones. ¡Quiera Dios que no sea tan grande el mal como se dice! Esto ha hecho que nuestras tres Hermanas que estaban ya en Ruán5 dispuestas a embarcarse, han emprendido el camino de regreso, lo que es para nosotras una señal de la protección de la divina Providencia sobre la Compañía, por la que le estamos sumamente agradecidas y la que debe excitarnos a serle más fieles que nunca; estoy segura de que usted trabaja en ello, querida hermana, y así se lo ruego, como también que pida a Dios por toda nuestra Compañía que la saluda, como yo misma lo hago y soy en el amor de Nuestro Señor, querida Hermana, su muy humilde hermana y servidora.