(enero 1653)1
Luisa de Marillac, viuda hace veintisiete años,2 sierva de Jesucristo y de sus miembros los Pobres; muy adicta a la obediencia al Santo Padre, más de voluntad que de hecho, en su condición – aunque indigna de ella de católica romana; con deseos desde hace muchos años de recibir una vez en su vida la santa Bendición Apostólica; suplica humildemente al señor Berthe,3 Sacerdote de la Misión, que la postre en espíritu a los pies del Santo Padre felizmente reinante, verdadero Lugarteniente de Jesucristo, dado el celo que Su Santidad tiene por su Iglesia, para que, por este medio, reciba esta gracia de nuestro buen Dios y la de hacer su santísima Voluntad el resto de sus días. Con lo que se verá obligada a rogar a Dios por él, en agradecimiento a esta caridad.4