Lucía Rogé: Asamblea General (1985)

Francisco Javier Fernández ChentoEscritos de Lucía RogéLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: Lucía Rogé, H.C. .
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Sor Lucía Rogé, H.C.

Sor Lucía Rogé, H.C.

23 de noviembre de 1984

La petición que la mayoría de ustedes me dirigen en estos mo­mentos es espontáneamente, háblenos de la Asamblea. En efecto, ahora, ya está próxima y nos interesa a todas y a cada una. Hemos vivido la fase preparatoria, Asambleas Domésticas, primero, luego, Asambleas Provinciales. En ellas, hemos estudiado, juntas, ilumina­das por la oración, los tres temas: Espíritu de la Compañía, Evangeli­zación y Estilo de vida. Hoy, nos hallamos en la fase de la síntesis de los informes provinciales, a cargo de una Comisión Preparatoria Inter­nacional.

LA COMISIÓN PREPARATORIA INTERNACIONAL

Esta Comisión se compone de 17 Hermanas, de 10 nacionalidades diferentes. ¿Cuál es su trabajo? Comprende varias etapas. Agrupación de los postulados enviados por ustedes, por idiomas, primero. Después, en conjunto, según una clasificación que sigue el orden de las Consti­tuciones y Estatutos. Como sin duda se imaginan, los postulados son mucho menos numerosos que los de las Asambleas anteriores. La sín­tesis de los trabajos de las Asambleas Provinciales, es decir, las res­puestas a los cuestionarios, proposiciones, sugerencias, compromisos formulados, etc.

La Asamblea General tendrá que someter a votación los postulados que se le presenten. Tendrá también la posibilidad de hacer declaracio­nes, como ya recordarán, la Asamblea de 1979-1980 hizo dos declara­ciones. Una, sobre la Santísima Virgén, otra, sobre el servicio a los pobres. Decretos con vigencia hasta la próxima Asamblea. Todos los documentos que prepare la Comisión Preparatoria serán traducidos a todas las lenguas que se utilizan en la Compañía, enviados a las Dele­gaciones y Visitadoras para que puedan tener conocimiento de ellos, antes de la celebración de la Asamblea.

LA ASAMBLEA GENERAL – IMAGEN QUE PRESENTA

La Asamblea General se compondrá, aproximadamente, de 166 miembros, entre los que se cuentan las 73 Visitadoras. Este número es susceptible de variar, según los permisos que conceden o no determi­nados Estados. Se podría llegar a 168 ó 170 miembros.

Dichos miembros proceden de 73 Provincias, 2 Vice-Provincias, 1 Cuasi-Provincia, 4 Regiones, ya que la Compañía está presente en 77 países del mundo.

UN ACONTECIMIENTO

La celebración de la Asamblea General es un acontecimiento para la Compañía. Es la primera de este tipo, puesto que ya no tenemos que ocuparnos de la redacción de las Constituciones. Es también un aconte­cimiento para la Iglesia. 33.000 (exactamente 33.446) Hijas de la Caridad están reflexionando y orando con miras a una mayor fidelidad a su voca­ción. Es un acontecimiento para los pobres de los que somos siervas.

SU DESARROLLO

Según los deseos de las Visitadoras, será en la Casa Madre donde se inaugure con unos Ejercicios Espirituales, el 5 de mayo, bajo la mira­da de María y de los Fundadores. El día de la Ascensión, 16 de mayo, por la tarde, en Roma, se hará la apertura oficial de la Asamblea por nuestro Superior General.

Un día de retiro, el día de Pentecostés, domingo 26 de mayo, pre­parará las elecciones. Al día siguiente, tendrá lugar la elección de la Superiora General, siguiendo la tradición que se remonta a la devoción que los Fundadores tenían al Espíritu Santo, Espíritu de luz y discerni­miento, Espíritu de amor y de comunión, Espíritu de fortaleza. Unos días después, la Asamblea elegirá a las 8 Consejeras Generales.

La Asamblea reanudará sus trabajos. Se trata de confrontar nues­tra vida con las Constituciones y Estatutos, estudio de los postulados y de la síntesis general, escuchar a las Hermanas Jóvenes, de las cuales irán a Roma algunas delegadas a presentar su pensamiento en forma de recomendación. Se trata también de confrontar nuestra vida con las llamadas de Cristo y de los más pobres y de ver la coincidencia de las diferentes expresiones de unas y otras con lo que nosotras mismas experimentamos, personal y comunitariamente.

Vamos con nueva seguridad, esta vez no necesitamos afirmar aque­llo de que estamos seguras, ahí tenemos las Constituciones aprobadas. Pero la Compañía debe, por medio de la Asamblea General, adoptar con fuerza, humildemente, valientemente, los medios para vivir esas Constituciones, aunque para ello, sean necesarios decretos que sirven de estímulo y apoyo.

Para ello, tenemos que ponernos todas en estado de verdad, en búsqueda de honradez y lealtad, como siervas de los pobres. Tenemos que buscar también medios para vivir mejor nuestro compromiso, por ejemplo, preguntarnos cómo ser verdaderamente pobres, con una pobreza que revista un carácter ascético, pero sobre todo, místico, la mística de Cristo pobre a quien encontramos en nuestro servicio según la doctrina vicenciana que es también, y primeramente, la de la Iglesia.

LOS COMPROMISOS PROPUESTOS POR LAS PROVINCIAS

Si he insistido en estos puntos de la preparación y del desenvolvimien­to de la Asamblea General, que muchas de ustedes conocen de sobra, es porque esta Asamblea constituye un tiempo fuerte de la vida en el espíritu de nuestra Compañía. La síntesis de los informes provinciales, que estará en la base del trabajo de la Asamblea, lo demuestra a las claras, sobre todo, a través de los compromisos que ustedes mismas han propuesto.

Tenemos el tema de la evangelización. 53 Provincias, de las 73, quie­ren el servicio a los más abandonados. 42 insisten en que este servicio esté inserto en la Iglesia. 38 quieren un redescubrimiento de la vida comu­nitaria. 30 desean desarrollar la dimensión contemplativa de nuestra con­sagración, la oración y el silencio. Éstos son los puntos en los que mayor número de convergencias se han dado en el tema de la Evangelización.

Veamos ahora lo referente al estilo de vida. Para 57 Provincias, el pri­mer compromiso va referido a la vida comunitaria. Creación de un clima fraternal sencillo y veraz. Nueva vitalidad de la caridad entre nosotras. Mayor fidelidad al proyecto comunitario local. Para 44 Provincias, sigue a continuación, el compromiso de vivir una mayor pobreza material y espi­ritual. Reducir nuestras necesidades. Escoger la sobriedad en la comida, la vivienda, el vestir. Someterse al control y a los permisos. Desarrollar el espíritu de dependencia. 40 Provincias quieren un compromiso de mayor radicalidad en el servicio a los pobres, con la actitud de María Sierva. Mejor calidad de servicio. Movilidad, disponibilidad. 39 Provincias (más de la mitad) declaran que quieren tomar a María como Maestra de vida espiritual. Por último, 50 desean renovar su vida de oración.

UN DON DEL SEÑOR A LA COMPAÑÍA

Ése ha sido el trabajo del Espíritu en sus Asambleas Provinciales. Como ven, la vocación de Hijas de la Caridad nos lleva a traducir nues­tro amor a Dios y a los pobres en compromisos que sellen nuestra vida y la señalen hasta en las realizaciones concretas, que subyacen en las Constituciones. Podemos decir que es la Iglesia la que, en nombre del Señor, ratifica nuestro camino, siguiendo la línea del carisma que se otorgó a nuestros Fundadores. Esa voluntad de todos de comprometer­se, de adoptar resoluciones concretas, revela la profundidad del espíri­tu de la vocación.

Es bueno para nosotras reflexionar en ese hecho de convergencias tan claras, de coincidencia de 57 Provincias de países tan diferentes en expresar su voluntad de acercarse cada vez más a lo que debemos ser en Cristo. Hay en ello una gracia, un don del Señor a la Compañía, una gracia de unión que nos garantiza que estamos bajo la acción del Espí­ritu de amor, del Espíritu Santo. ¡Conservemos esa gracia!

Que nuestro empeño, nuestra voluntad, nuestra oración nos consi­gan el que permanezcamos fuertemente unidas en un mismo espíritu, el espíritu de la vocación de Hijas de la Caridad. Cuanto más nos veamos llamadas a colaborar con otros para el servicio de los pobres y a los más pobres, tanto más debe destacarse y fortalecerse en nosotras el senti­miento de pertenencia a una misma familia espiritual, la de san Vicente y santa Luisa. Tanto más debe igualmente afianzarse en nosotras, nues­tra vocación específica de siervas de Jesucristo, humildes, sencillas, calladas pero efectivas, sin hacer ruido, pero inflamadas en el amor, ese amor que no retrocede ante nada, sino sólo ante lo que pudiera desa­gradar al Maestro.

Nuestra pertenencia a la Compañía tiene que proclamarse con cla­ridad ante todo, como lo indican las Constituciones. A través de cada una de nosotras, tiene que revelarse el carisma de los Fundadores que se ha convertido en Compañía, el servicio, en fe y amor, a Cristo en los pobres. Nuestra identidad vicenciana empieza por establecerse en el plano de nuestra relación con el Señor. Ese «diez veces al día encontra­réis a Dios»,1 no debería apartarse de nuestro espíritu.

«Esta vocación es de institución divina».2 Y esta certeza se afianza y refuerza con las afirmaciones de san Vicente: «¿Quién os ha hecho lo que sois, más que Dios? No me cansaría nunca de decirlo. No temáis, Dios no os faltará jamás, si le permanecéis fieles. Esforzaos, pues, en perfeccionaros sirviendo a los pobres».3

Esta fidelidad se apoya en las Constituciones, que contienen nues­tro espíritu propio. Hace un año que las tenemos de manera definitiva. Las Asambleas Provinciales revelan, como lo demuestran los ejemplos, que las Hermanas tienen un gran deseo de vivirlas en plenitud. Entre­mos en ese movimiento de profundización, querido por Dios. «De Él, es de quien habéis recibido vuestro espíritu»,4 dice san Vicente, el 24 de febrero de 1653. El conocimiento hace crecer en el amor: «Me encuen­tro en una Compañía que Dios mismo ha fundado, ¿cómo no he de amarla?»,5 pregunta una vez más san Vicente.

Conozcamos la Compañía, interesémonos por su vida, amémosla. Roguemos por ella. Roguemos por la Asamblea General, preparémonos a recibir sus conclusiones. Ofrezcamos juntas por esta intención algu­nas renuncias. Roguemos e insistamos con la Santísima Virgen, nuestra única Madre, para que nos alcance la gracia de cumplir el designio de Dios sobre la Compañía y así, llegar a un servicio mejor a Cristo en los pobres, según el carisma recibido de nuestros Fundadores.

 

  1. IX, 240.
  2. IX, 415.
  3. IX, 70-71.
  4. IX, 543.
  5. IX, 417.

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